lunes, 29 de noviembre de 2010

Sus diez años

Martha Anaya

November 29, 2010

De los diez mil burócratas que arroparon ayer a Felipe Calderón en el Auditorio Nacional para conmemorar sus cuatro años de gobierno –y diez de la alternancia–, seguramente ninguno había leído la edición de esta semana de la revista Proceso.

Pero es muy probable que el Presidente sí lo haya hecho y que haya visto cómo se desnudaba en unas cuantas páginas su acercamiento, vía el hoy fallecido Juan Camilo Mouriño, con los narcos; y su pacto con Joaquín Guzmán Loaera alias “El Chapo”.

¿Con qué cara, me preguntaba, se va a presentar a festejar y a seguir pidiendo su apoyo a la gente para acabar con esos desgraciados criminales ante los cuales –según ha dicho—no hay pacto posible?

Y no es que aboguemos o no por un pacto con los narcos. De lo que se trata es de las mentiras que hay detrás de esta lucha, del cinismo con que se encubren los sucesos, de la hipocresía en los hechos.

Pero Calderón sonreía ante su auditorio y, enjundioso, proclamaba: “Llegamos hasta aquí con el firme compromiso de velar por la gente…; llegamos con el claro propósito de construir bien común para la gente…; llegamos, no para servirnos del poder sino para servir desde el poder…”

Celebraba no sólo sus cuatro años de gobierno, sino diez años del “triunfo de la democracia”, diez años “del arribo de un proyecto democrático”, una década “de vida plenamente democrática”.

Tenemos problemas, sí, como en la seguridad, pero más allá de ello, “vivimos mejor”, aseveró, y “lo importante es el recuento de diez grandes cambios”.

Esa decena de “grandes cambios” que mencionó Calderón en su discurso son, en buena medida, cuestionables. Pero aquí va su lista:

-En salud: Garantía de médico, medicinas y tratamiento de calidad para cualquier mexicano.

-Educación: más niños y jóvenes pueden cursar estudios en mejores condiciones.

-Apoyo a grupos indefensos: Como nunca, a indígenas y mujeres.

-Mejoría en las condiciones de vida: Más familias que nunca han adquirido su propia casa.

-Inversión en infraestructura, como nunca antes.

-Mejor manejo de la economía.

-Mayor calidad de vida.

-Protección del medio ambiente: lo cuidamos más que ningún otro gobierno; en el viejo régimen no había conciencia…

-Delincuencia y criminalidad: por primera vez estamos haciendo frente con firmeza al flagelo de la criminalidad en el país. Nosotros sí estamos combatiendo la impunidad y la corrupción.

-Hoy tenemos democracia. Hay plena libertad de expresión. No se persigue a nadie por cuestiones políticas. El gobierno público, al menos el federal, no tiene secretos. Llegamos –y llegué—por la ruta pacífica del voto.

En suma, apuntó Calderón, en estos diez años “México cambió para bien…, hay buenos resultados… y vamos por más…Vamos por más porque nuestra obra no ha concluido”.

Las arengas estallaban en el Auditorio Nacional. Calderón vibraba. Los burócratas se ponían de pie y agitaban sus banderitas dejando ver sus pulseritas que los identificaban. Afuera, la seguridad cercaba los espacios. Más allá, el otro México, el que no aparece en los discursos, el real.

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