Pedro Echeverría V.
1. Desde el sexenio de Fox, dice la revista Proceso, México y EEUU acordaron colaborar en materia de inteligencia estratégica. Hoy, con la venia del presidente Calderón y pese a las reticencias del Ejército y la Marina, ya operan abierta y libremente en territorio mexicano los agentes de nueve instituciones de espionaje del vecino país. Bajo la cobertura de una denominación equívoca (Oficina Binacional de Inteligencia), el gran centro de espionaje de Washington funciona desde agosto pasado en un edificio ubicado en la avenida Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, muy cerca de la embajada estadounidense.
Con Calderón, EEUU logró lo que siempre ambicionó: establecer en la Ciudad de México un centro de espionaje. El narcotráfico en el país abrió la puerta a todas las agencias de inteligencia de EEUU, en particular militares, para que operen desde el Distrito Federal sin encubrir a sus agentes como diplomáticos.
2. Ayer decía en mi artículo que a los agentes de espionaje yanquis ya los tenemos hasta en la taza del retrete; hoy lunes se publica que ya operan abierta y libremente en todo el territorio mexicano, es decir, se ha establecido en México un gran centro de espionaje en la Embajada yanqui y los gigantescos edificios que la rodean. El pretexto que se usa desde que en 2006 el ejército invadió el país: “Perseguir a narcotraficantes, a la delincuencia organizada, la insurgencia, los terroristas”. Y esto lo hemos denunciado durante muchos años, sobre todo desde que se firmó la llamada Iniciativa Mérida en marzo de 2007, misma que equiparamos con el Plan Colombia que ha servido para asesinar guerrilleros y luchadores sociales. ¿A cuantos mexicanos desempleados y hambrientos usarán como espías, escuchas, soplones, orejas, integrantes de bandas paramilitares con el fin de traicionar a su país a cambio de unos cuántos dólares?
3. Esta invasión del espionaje yanqui no es cualquier cosa. Se ha publicado que “Por primera vez el Pentágono ha desplazado desde Irak y Afganistán al centro de México a sus oficiales especializados en ataques a grupos insurgentes y terroristas”. Como hace unos años la Escuela de las Américas –manejada por el ejército yanqui- servía para capacitar ejércitos de combate contra las guerrillas de América Latina y África, ahora se imparten cientos de cursos a miles de policías y soldados en “operaciones de inteligencia y ataque al narcotráfico, aplicando tácticas contrainsurgentes y antiterroristas” como lo han hecho en países asiáticos invadidos. Fox y Calderón resultaron mucho más peleles de los yanquis que los priístas. En los sesenta y setenta salíamos en grandes manifestaciones a la calle a protestar y, muchas veces, a arrojar piedras contra los militares asesinos que se escondían en su interior.
4. No sólo la izquierda debería salir a la calle a repudiar esa terrible invasión de espías y militares especiales yanquis a México; en décadas anteriores salían socialdemócratas, cardenistas, incluso muchos altos políticos del PRI que se autocalificaban como antiimperialistas y antigringos. Hoy los políticos guardan silencio con cualquier pretexto para no ser “mal vistos” por los medios de información y por los mismos yanquis que intervienen directamente en la sucesión presidencial. ¿Podríamos esperar que personajes del PRD, PT, lópezobradorismo, Ebrard, intelectuales, los líderes del legislativo, de obreros y campesinos, se prenuncien contra esa invasión abierta de policías yanquis al territorio nacional? ¿Seguiremos permitiendo que los teléfonos fijos y celulares, que los medios de información, que los aeropuertos, estaciones de autobuses, centros de recreo y diversión, las universidades, estén atestados de espías?
5. Hasta 1982 los gobiernos del PRI se regocijaban aún de su nacionalismo que, al parecer se inició con la revolución mexicana y se reconfirmó durante el cardenismo (1934-40) Aunque el endeudamiento y la dependencia económica del país hacia los EEUU se fue incrementando desde los años 40 y el régimen de Alemán, los gobiernos mexicanos –junto a la llamada gran burguesía nacional- demostraron siempre una relativa independencia con cierta asociación y competencia con el capital yanqui. A partir de los gobiernos de Reagan (EEUU) y la Thatcher (Reino Unido), que impusieron la economía neoliberal y privatizadora en el mundo, México (aún con gobiernos del PRI) adoptó esos programas durante cinco gobiernos (De la Madrid, Salinas, Zedillo, del PRI, así como en los Fox y Calderón del PAN); en resumen llevamos ya 28 de neoliberalismo y privatización que ha polarizado más a multimillonarios y miserables.
6. Si antes hubo ciertos márgenes de independencia y un “nacionalismo revolucionario”, desde 1982 los yanquis –aprovechándose del desplome económico de México producto de la tremenda caída de los precios del petróleo, del gigantesco endeudamiento y del saqueo de la economía por grandes políticos y empresarios- mantienen como perros falderos a los gobiernos y los hacen obedecer todo tipo de indicaciones. Si antes de 1982 los gobiernos mexicanos podían apoyar abiertamente a los refugiados españoles, argentinos, chilenos, guatemaltecos, a las revoluciones cubana y nicaragüense y a los guerrilleros de El Salvador, etcétera, con cierto disgusto del gobierno yanqui, desde Miguel de la Madrid (1982-88) los gobiernos se arrastran como gusanos a las políticas yanquis. Con ese modelo los dos gobiernos panistas (Fox y Calderón) no sólo dieron vergüenza nacional por su sumisión sino que han actuado como sus representantes.
7. Espero que este terrible incremento del espionaje, la represión y los asesinatos en México no multiplique las muertes de inocentes. Se ha rebasado el número de 35 mil caídos desde que el ejército ocupó las calles en todo el país, ¿se espera acaso que supere a los 100 mil el próximo año con la mayor colaboración de espías y militares de los EEUU? Los jóvenes luchadores sociales, lo zapatistas, anarquistas, libertarios, radicales, tienen la obligación de cuidarse ante el terrible incremento de la represión. No se debe tener ninguna confianza en el gobierno y en las decenas de miles de agentes disfrazados. México poco a poco se está convirtiendo en un Estado de Sitio en el que policías y ejércitos están en las calles vigilando a quien levantar. ¿Cuántos cientos de miles de aparatos telefónicos están hoy intervenidos y cuantas cámaras en edificios y sistemas de satélite están girando sobre nuestras cabezas vigilando lo que hacemos?
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