Sin entrar a discutir si se va ganando o no la guerra declarada al narcotráfico, va un breve recuento de algunas –sólo algunas—de las formas de convivencia que hemos perdido.
Se trata de lo que, en tan sólo los últimos cinco meses, han dejado constancia algunas de nuestras propias autoridades y lo que ha ocurrido en los hechos:
16 de junio.- El gobernador de Nayarit, Ney González, ordena adelantar tres semanas el fin de ciclo escolar en los niveles preescolar, primaria y secundaria, tras recibir advertencias del crimen organizado de entrar a matar a las escuelas a los hijos de bandos contrarios, luego de varios enfrentamientos en un centro comercial y el arribo del Ejército y la Policía Federal.
27 de julio.- El alcalde de Ciudad Juárez, José Reyes Ferriz, informa que entre 7 y 9 mil juarenses cambiaron su residencia a El Paso, Texas, debido a la inseguridad. Un éxodo, dijo, que comenzó hace tres años, tiempo en que se recrudeció la violencia por parte del crimen organizado por apoderarse de la plaza y durante el cual las ejecuciones, los secuestros y las extorsiones estuvieron a la orden del día. Propietarios de negocios y comercios, indicó, están abandonando la ciudad.
2 de agosto.-El consulado de Estados Unidos en Monterrey llamó a sus empleados a no circular por Monterrey durante las madrugadas, en tanto el alcalde regio, Fernando Larrazábal, afirma que la violencia desatada por el narcotráfico provocó un éxodo de regiomontanos –particularmente los de alto poder adquisitivo– hacia a Estados Unidos y hay familias que ya no salen de sus casas. La actividad social, comercial, empresarial y política se ha visto afectada. Al menos doscientos negocios han sido dañados por la delincuencia, indicó.
3 de agosto.- Obispos de distintas regiones del país llamaron a la grey católica a evitar ceremonias religiosas nocturnas en centros de convivencia social. Afirman que los sacerdotes son también víctimas de extorsiones y cobros de derecho de piso. El obispo de Chihuahua, Manuel Corral, pidió no hacer celebraciones como bodas, bautizos o XV años en haciendas y otros lugares públicos para evitar ser presas del narco.
27 de septiembre.- El secretario general de Gobierno de Tamaulipas, Hugo Andrés Araujo, admite que por motivos de seguridad varios alcaldes de la entidad duermen en el lado estadounidense. El rector de la Universidad tamaulipeca, José María Leal, informa que la violencia ha provocado 30% de ausentismo en los campus de educación superior y 20% en todos los demás niveles; en tanto que el rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León señala que han corrido los horarios de salida para que a más tardar terminen a las nueve de la noche.
11 de noviembre.- Un reportaje publicado en La Jornada da cuenta del éxodo en Ciudad Mier, Tamaulipas –más de doscientas familias salieron luego de recibir llamados de los Zetas tras la detención de Tony Tormenta advirtiéndoles de salir de la zona o serían arrasados–, al grado de haberse convertido en un pueblo fantasma, al igual que Camargo.
12 de noviembre.- Para proteger a los fieles católicos, la Conferencia del Episcopado Mexicano decide dejar en libertad a los obispos de las zonas más violentas del país para cancelar misas vespertinas y nocturnas, así como el cierre temporal de parroquias, además de la cancelación de fiestas patronales.
Son éstas algunas de las últimas novedades en nuestra vida cotidiana de los últimos tiempos.
Tiempos que reflejan nuestros miedos y que se suman a los de acudir a antros, a centros de rehabilitación, a toparse con un retén, a circular por carretera y encontrarse con algún convoy, a salir de noche, a escribir sobre el narcotráfico, a publicar o dejar de publicar temas incómodos, a ir de vacaciones en grupo, a salir de noche, a asistir a una fiesta, a ser candidato a un puesto popular, a ser alcalde, a convertirse en jefe de la policía, a juzgar a algún narco, a negarse a un soborno, a abrir un negocio, a hacer una celebración multitudinaria, a ser procurador, a ser policía, a ser soldado o marino…
Nuestros espacios se acotan, nuestros gustos se limitan, nuestros sueños se truncan, nuestras celebraciones y alegrías se sobrellevan con sobresalto. Hemos perdido nuestra forma de ser y estar.
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