miércoles, 20 de octubre de 2010

Joaquín Rodríguez: "La biblioteca también debe asumir la alfabetización digital de sus usuarios"

Lavanguardia.es

El sociólogo y editor Joaquín advierte de los riesgos de supeditar un sistema público de acceso al conocimiento al filtro de Google


Joaquín Rodríguez en la Biblioteca Jaume Fuster
Joaquín Rodríguez en la Biblioteca Jaume Fuster / Ivan Vila

Ivan Vila | Barcelona

Es mediodía y la biblioteca Jaume Fuster, la joya de la corona de la plaça Lesseps de Barcelona, está hasta arriba de gente. Y al menos una sesentena de usuarios está enchufada a un ordenador. La biblioteca, inaugurada hace cuatro años, es un éxito. Joaquín Rodríguez no la conocía y le ha sorprendido gratamente. El sociólogo y editor, autor de varios libros y del blog Los futuros del libro , ha venido para coordinar algunos de los debates que integran las jornadas Els futurs de la biblioteca pública, organizadas por el Ayuntamiento y Biblioteques de Barcelona.

Casi un tercio de los usuarios que hay ahora en esta biblioteca está utilizando los ordenadores del centro o sus propios portátiles. Es un síntoma.
Hasta hace poco, las bibliotecas eran lugares tranquilos, reflexivos, casi autistas y sencillos de administrar donde se catalogaban las materias, se ordenaba el mundo, el conocimiento, y se esperaba que los usuarios, los lectores, demandaran los contenidos para proporcionárselos. Y el propio espacio de la biblioteca encarnaba esa idea: espacios de lectura, con pupitres individuales, con flexos, para que la gente se volcara sobre los textos. La revolución digital nos trae una expansión hacia otras formas de mediación y acceso al conocimiento, y a la biblioteca no le queda más remedio que transformarse. Ya no puede seguir siendo sólo un lugar donde coleccionar libros. Tienes que dar cabida a otras formas de acceso a la realidad: textos digitalizados, libros electrónicos, vídeos, grabaciones. Y el espacio tiene que transformarse en función de eso. Y cada vez más es obvio que los usuarios se tienen que integrar de alguna manera en la gestión de ese espacio.

¿Y de qué forma se aborda eso?
Hay muchos modelos. Perviven las grandes, maravillosas bibliotecas tradicionales, cerradas sobre si mismas, dónde uno va simplemente a leer. Pero ahora ya puedes encontrar bibliotecas que se han transformado completamente, y que son también espacios de creación con zonas reconfigurables y flexibles, que van de una sala de ensayos o de grabación hasta cualquier otra cosa. O bibliotecas que se convierten en un ágora pública que cuenta con todas las formas de acceso al conocimiento, pensada para todo tipo de público. La paradoja es que ahora muchos advierten de que en estos nuevos centros tampoco hay que olvidarse de crear una sala de lectura, un espacio de tranquilidad, de reflexión, donde uno pueda leer en solitario. A eso que antes ocupaba todo, ahora hay que buscarle un sitio, porque las bibliotecas se van pareciendo poco a lo que fueron. Las bibliotecas nórdicas, holandesas o alemanas ya llevan tiempo trabajando en esto. Y aquí en Catalunya, la red de bibliotecas públicas de Barcelona probablemente ahora mismo sea en España la que más se aproxima a ese modelo.

Se pasa de biblioteca a centro cultural.
Claro. ¿Cómo llamas ya a eso? ¿Biblioteca? Pues le llamamos biblioteca, pero es un centro polimorfo donde cabe todo, que aglutina todo tipo de inputs y outputs culturales. Para mi el único peligro es que nos desprendamos de la carga principal de la biblioteca, que siguen siendo los libros, que son la memoria histórica de una civilización, y que deben ocupar un espacio central, arropado por todo lo demás. Desde luego, si a mi me preguntan, yo seguiría comprando libros físicos.

La multidisciplinariedad empieza con Internet, que sirve casi para cualquier cosa. ¿El hecho de que sólo una parte de las funciones de la web tenga que ver con las que tradicionalmente corresponden a las bibliotecas supone un riesgo?
No, es una realidad, extraordinariamente rica, con la que hay que convivir. Internet es la ventana más grande que ha existido en la historia de la humanidad hacia el conocimiento -y también hacia el desconocimiento y la confusión, hacia todo. ¿Cómo vas a renunciar a eso en una biblioteca? El reto es cómo integrarlo. Los estudios sobre los hábitos informacionales de los usuarios de Internet indican que aunque su capacidad funcional es muy alta, su conocimiento o competencia informacional es muy baja.

Es lo que usted llama analfabetos digitales.
Mis hijos no necesitan instrucciones para usar Internet porque han nacido con esa tecnología, y por tanto para ellos es una mediación natural hacia las cosas, igual que para ti y para mi lo es un libro. Pero la cuestión es si eso es suficiente, y no lo es. Y se trata de que en buena medida, la biblioteca también asuma el papel de la alfabetización digital de sus usuarios, porque ya no basta con estar alfabetizado en la lectura, pese a que ésta sea la base.

¿Y eso como se hace?
La biblioteca debe tener programas de educación en fuentes de información. Sobre cómo buscar en la web, por ejemplo. Lo que hace un joven cuando va a la web es teclear una palabra en Google. ¿Es suficiente? No. Habría que enseñarle que existen otros lenguajes de interrogación, de búsqueda, y que a veces permiten obtener resultados más pertinentes. Y otra cosa: para un adolescente el hecho de que algo aparezca en la primera página de una lista generada por un buscador ya es suficiente síntoma de credibilidad. No se va a preocupar de si la fuente es o no fiable. Para él, el hecho de que esté ahí ya evidencia que lo es. Y eso no es necesariamente cierto.

¿Pero esta alfabetización no le corresponde asumirla al sistema educativo?
Por supuesto. Pero, por ejemplo, la red de bibliotecas públicas alemanas trabaja coordinada con las bibliotecas escolares y el sistema educativo para reforzar continuamente esa formación. ¿Por qué no hacer en la biblioteca un taller de uso de Internet para los usuarios, y que le puedan sacar mejor partido?

En todo caso, esta necesidad de un aprendizaje de tipo técnico es nueva, pero saber distinguir entre la fiabilidad de las fuentes equivale a saber leer con atención de forma crítica. Y ni esa competencia ni las carencias de mucha gente en ese ámbito son ninguna novedad.
La competencia inicial y fundamental es la lectura, y sobre ella se construye todo lo demás, está claro. Lo que pasa es que ahora hay que agregar además la competencia para usar las nuevas herramientas digitales. El libro sigue ocupando un lugar en ese ecosistema, aunque ya no es el rey. Y claro, todo depende de que seas capaz de comprender, de inferir, de extrapolar, y de hacer una lectura crítica, de contrastar las fuentes, y no sólo de copiar y pegar. Enseñar a eso, a que esa fuente no se coge directamente y se pega, porque eso no me sirve intelectualmente para nada, es clave. La lectura profunda tiene valores cognitivos que ninguna otra fórmula te da.

¿En Internet se lee diferente?
Sí, la lectura es distinta. Y también en los lectores digitales.

Que de momento no son muy satisfactorios.
Los lectores -y me refiero a aparatos de lectura dedicada, del tipo de Sony e-reader o Kindle- existen desde hace 20 años. Ya vamos por la tercera generación y han mejorado mucho, pero la experiencia de la lectura en esos soportes es aún de muy baja calidad, e incomparable respecto de la lectura en papel. Y los tablets-iPad y otros- son muy buenos para contenidos enriquecidos con videos o gráficos, pero tampoco ofrecen un resultado satisfactorio para la lectura lineal, tradicional. Además, aún falta información empírica sobre todo esto, pero de momento sabemos que en una pantalla apenas se lee el 20% del contenido, que más del 80% de los lectores de una web nunca usan el desplazamiento vertical de la barra derecha para seguir el texto hacia abajo y que la mayoría de gente centra la atención en al marco izquierdo de la página web. Todo esto nos dice que el tipo de lectura que se practica en una pantalla no tiene nada que ver con la lectura sucesiva, lineal y acumulativa que haces con un libro. Nada en absoluto. Las consecuencias no las sabemos todavía, pero desde luego tiene que haberlas. Así que, ¿qué hacemos en las bibliotecas? ¿Ponemos sólo iPads? Sería un error. Primero porque son tecnologías propietarias y perecederas, y es dinero público lo que estamos gastando. Y segundo, porque cada tecnología propicia un tipo de lectura completamente distinta.

Sea como sea, el camino hacia el libro digital, virtual, no tiene marcha atrás. ¿Cómo se presta una edición electrónica?
El préstamo electrónico no es desconocido. La red de bibliotecas universitarias de Catalunya, que es una de las más avanzadas de España, tiene hace mucho ese tema resuelto. Ahora ya hay mucha literatura científica gratuita que se acumula en lugares determinados y a las que las universidades pueden acceder de forma gratuita. Y si se trata de materiales sujetos a copyright, se pacta una cantidad. El préstamo es sencillo: me descargo un texto en mi libro electrónico, en la biblioteca o desde mi casa. Ese texto, en el 99% de los casos, irá protegido por un DRM, una pieza de software que evita que difundas ese contenido en ningún otro lector y de ninguna otra manera. Además, en esa pieza se puede fijar la duración del préstamo, y una vez transcurrido el período ni siquiera hay que reclamarte la devolución: el texto desaparece.

¿En qué sentido la posición de dominio casi absoluto de Google es un problema?
Google es la empresa que mejor ha entendido el funcionamiento de la web. Sus servicios y su diseño son intelectualmente deslumbrantes, extraordinarios, pero un sistema de bibliotecas públicas no puede delegar el acceso al conocimiento a una empresa privada. Lo puede usar como una muleta, como un apoyo, pero nunca como herramienta única. Google significa un 95% de los accesos a Internet. Y Google Books será la primera librería del mundo, por encima de Amazon y las demás. Esto es bueno porque el acceso a contenidos va a ser extraordinario, pero toda esa digitalización se hará en formato propietario, no en formato abierto, y Google en cualquier momento podría retirarlo. Las bibliotecas públicas americanas pactaron con Google la digitalización de sus fondos, y tras un período de gratuidad, que me parece que es de 15 años, deberán empezar a pagar por el acceso a sus propios contenidos digitalizados.

Es lo que se hace con las concesiones de autopistas, pero al revés.
Claro. Y el problema es que el sistema de bibliotecas públicas es un espacio democrático y gratuito de acceso de los ciudadanos al conocimiento. ¿Vamos a poner esa barrera en la web y el sistema público se va a confiar solo a agentes privados, o vamos a jugar un papel activo en ello? No es que no debamos usar las herramientas de Google, pero nunca como la única ventana de acceso al conocimiento. A mi no me parece mal Google, en absoluto. Lo que me parece mal es que los demás no hagamos nada para contrarrestar el enorme poder que puede adquirir una sola ventana, que lo único que hagamos sea quejarnos.

¿Cual es la alternativa?
La generación de consorcios y de redes de bibliotecas. Europeana, que es la más grande biblioteca pública europea, es un ejemplo. Está promovida por la UE y las bibliotecas estatales, y genera un enorme repositorio de memoria, de memoria histórica y herencia cultural de un continente, de acceso gratuito.

¿La respuesta de las bibliotecas españolas a esta situación está siendo la adecuada?
Hay esfuerzos puntuales. Pero lo estamos haciendo en menor medida de lo que debiéramos. El consorcio de bibliotecas universitarias catalanas o la red de bibliotecas de Barcelona hace muchos años que trabajan en eso. Su página web demuestra un enorme esfuerzo en ese sentido. Aquí en Catalunya se trabaja mucho en este ámbito. Pero a nivel nacional, pasa menos.


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