lunes, 4 de octubre de 2010

En México, bodas políticas e ilusiones públicas


Todo parece indicar que los políticos mexicanos no creen que uno de los castigos de la ingeniería de la imagen corresponde al terreno de la inmortalidad; una vez construida la percepción, la interpretación pública no cambiará. Las bodas políticas se han convertido en la estrategia de “alivio social”.

Por Fausto Pretelín

El ángulo provinciano de la clase política mexicano subyace en el entorno de la vida social. Sin el ánimo de generar una atmósfera peyorativa, el papel periódico de muchas ediciones de provincia se convierte en tapiz de XV años, primeras comuniones, bodas, presentaciones, despedidas de solteros y titulaciones por mencionar algunos de los eventos torales.

Hay algo más. Las bodas políticas se han convertido en la estrategia de “alivio social”. La comprensión que, de manera gregaria, realiza la sociedad entera sobre los políticos que deciden llevar al terreno público su felicidad privada, presenta rasgos antropológicamente telenoveleros. Vehiculizar su felicidad privada al mundo público puede responder a que el perfil del político promedio es, por una parte, el de un personaje fatigado y desgastado frente a la opinión pública y, finalmente, harto de las críticas periodísticas.

Después de una semana en la que las noticias políticas ingresaron a la sección de Bienes Raíces de la colonia Polanco, el secretario del Trabajo, Javier Lozano llega contento a La Torre Mayor para brindar con los nuevos esposos, César Nava y Patricia Sirvent, presidente del PAN y animadora en el mundo infantil, respectivamente. Un reportero se encargó de montar un collage al incrustar en el escenario de la boda el tema de la tragedia veracruzana: “…no tenía relación una cosa y otra, y que si evitando bodas se pudieran evitar tragedias provocadas por fenómenos naturales, nadie se casaría” (Excélsior, 3 de octubre de 2010). Múltiples interpretaciones a la pregunta y respuesta del reportero y del funcionario público. En la pregunta puede esconderse un componente de resentimiento, de surrealismo o de un malestar estilo Chomsky. En la repuesta de Javier Lozano se esconde sarcasmo, ardor o pesimismo reprimido.

Francia se despertó con la noticia de que tenían primera dama bajo una atmósfera de duda y confusión. La boda, posiblemente ocurrió el jueves 10 de enero de 2008, un día en que el presidente español, José Luís Rodríguez Zapatero había visitado la sede del Elíseo. La noticia la registró la página web L’Est republicain. Claudia Bruni, la top model francesa y aún novia del presidente francés declararía a las páginas del periódico Liberation que la noticia no compaginaba con la realidad aunque dejó claro que la boda ocurriría. Poco antes de la Navidad de 2007, el 16 de diciembre, Bruni y Sarkozy viajaron a Eurodisney para recargar el mensaje semiótico sobre su felicidad compartida. El infantilismo conmueve comprensión en el conglomerado demográfico. Durante las vacaciones de año nuevo, Sarkozy y Bruni decidieron ir a Egipto en un avión privado de un empresario y amigo del presidente, Vicent Bolloré. Convertido en estrella pop, las críticas reflejaban a “un presidente que, con su comportamiento ostentoso, provoca” y pone “en peligro la independencia y la dignidad de la función presidencial” (declaraciones de Ségolène Royal al periódico Le Monde, 27 de diciembre de 2008).

La opinión pública francesa se bifurcó alrededor del evento matrimonial. El importante sector intelectual agregó ácido a su crítica habitual al llevar al presidente al diván para explicarle que su comportamiento era el de un nuevo rico y de un personaje perturbado por el poder. Mientras tanto, un segmento de la sociedad francesa generaba rasgos de empatía sobre un presidente con distinto perfil al de su antecesor, Chirac, y sobre todo, radicalmente opuesto a François Mitterrand. Dos años después, octubre de 2010, Nicolas Sarkozy tiene el apoyo del 40% de los franceses. La mayoría lo reprueba y algunos otros lo repudian.

Vicente Fox decidió que la vida privada de un presidente debe de ser espectacularizada. El fenómeno va más lejos que llevar la vida privada al balcón público. Su boda y las circunstancias resultaron ser un espectáculo provinciano al ser agregado insólito en México, el nepotismo del presidente empujando la candidatura de su esposa, la señora Sahagún. Las páginas del corazón tomaron el espacio cedido por una prensa adormecida. En aquellos meses, la bruma que generaba el espectáculo llevó a una de las hijas del presidente a colgarse del brazo una bolsa Louis Vuitton pirata. La noche de la boda, el dos de julio de 2001, con un cinismo provinciano descontrolado, provocó en Vicente Fox tal felicidad que despachó al presidente español, José María Aznar, bajo el guión de “comes y te vas” porque esta noche México vibraría de emoción.

Todo parece indicar que los políticos no creen que uno de los castigos de la ingeniería de la imagen corresponde al terreno de la inmortalidad; una vez construida la percepción, la interpretación pública no cambiará. Después de una semana en el que la sección política de cualquier medio se convirtiera en la página de Bienes Raíces de la colonia Polanco, la opinión pública diverge a la opinión del presidente del PAN.

Todo queda como preámbulo de una boda que ocurrirá al finalizar el mes de noviembre. La primera boda en que la semiótica la interpretará como el inicio formal de una campaña presidencial. De cuántos capítulos se realizará la serie o la telenovela. En qué capítulo se incluirá la elección presidencial.

La narrativa de las bodas políticas corresponde a un guión que busca la ilusión pública.


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