lunes, 18 de octubre de 2010

Contraste…





José Antonio Álvarez Lima


18 octubre 2010

Por momentos, la verdad, dan ganas de vivir en Chile.

Lo que recién hemos visto ahí desborda solidaridad, sencillez, inteligencia, eficacia y honestidad.

Justo lo que aquí escasea, hundidos como estamos en la mediocridad y la truculencia.

Mientras aquí la violencia cotidiana nos arruina la vida, el exitoso rescate de los mineros detuvo por horas el incesante flujo de malas noticias y logró inyectarnos esperanza y satisfacción.

¿Por qué allá, en Chile, las cosas parecen funcionar? ¿Por qué, como vimos, autoridades y ciudadanos interactúan con naturalidad y dignidad? ¿Por qué los mineros, al salir del encierro, pudieron expresar al presidente Piñera sus reclamos, sin protocolos ni temor? ¿Por qué no vimos junto al presidente chileno guaruras ni lambiscones? ¿Por qué los incrédulos periodistas internacionales sólo encontraron buenas noticias?

En cambio aquí, en nuestra dolorida patria, todo parece triste y artificial. Muchos ocultan sus emociones. Pocos dicen la verdad. Los ciudadanos por confusión o temor, y los políticos, porque acostumbrados a mentir, ya no saben hablar sin doble intención.

¿Cuánto dinero han gastado en México los políticos en mercadotecnia, encuestas o asesoría de imagen, para tener tan pobres resultados? Porque si algo crece en el corazón de México, es la desilusión e irritación que producen sus dichos y sus hechos.

¿Cómo fue que un pequeño país hermano como Chile asombró al mundo reflejando virtudes humanas y ciudadanas ejemplares? ¿Por qué en México esas mismas virtudes de espontaneidad y congruencia, que algún día tuvimos, han sido sepultadas bajo toneladas de simulación y demagogia?

Allá, durante el rescate, en el recuadro de la pantalla de televisión que reflejaba pocos metros cuadrados del territorio chileno, estaban contenidas las enormes diferencias entre México y Chile.

Chile, un país con un gobierno democrático, donde la autoridad no está objetada por los perdedores electorales; autoridades focalizadas en resolver un grave problema humano, subordinando su imagen y credibilidad al éxito de una riesgosa responsabilidad; ministros capacitados para el área de su trabajo y dispuestos a enfrentar los medios con paciencia y sinceridad; obreros y técnicos trabajando en armonía con tecnología y personal de todo el mundo; familiares disciplinados y discretos, distantes de telenovelas melodramáticas, tipo mecánica nacional; mineros atrapados que nunca perdieron la confianza en sus autoridades ni jugaron el triste papel de víctimas explotadas por la burguesía y el imperialismo y que reflejaron, ante el presidente y los medios, la dignidad y naturalidad de quienes viven en un país de auténticas libertades ciudadanas e igualdad
republicana.

Qué contraste con la solemnidad y la hipocresía que caracteriza nuestra pobre relación entre autoridades y ciudadanos.

Qué contraste con la falsedad de nuestros políticos, quienes realizan visitas preparadas con acarreados incondicionales y escenografía acartonada.

Qué contraste entre aquellos auténticos obreros chilenos y nuestros eternos manifestantes de la industria del reclamo, disfrazados de electricistas, campesinos o maestros, según sea la paga.

Qué contraste de la increíble demagogia mexicana con la sobriedad de las palabras de Piñera.

En fin, qué contraste de la auténtica democracia chilena con nuestra horripilante cleptocracia.

Tal cual.
alvalima@yahoo.com

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