domingo, 12 de septiembre de 2010

Insurgentes y... ¿narcoinsurgentes?




Alán Arias Marín


12 septiembre 2010
alan.arias@usa.net

Insurgentes. Llega México a dos siglos del inicio de la gesta —el Grito, gesto inaugural y simbólico— que culminó en la conformación de una nación independiente once años después (un imperio nostálgico de nacimiento y harto efímero). Si algún núcleo esencial de ideas puede atisbarse en la compleja historia de la formación de México como nación es la reivindicación de libertades.

Abolición de la esclavitud, libertades civiles básicas, pujante y adolorida invocación de justicia e igualdad; ideas y aspiración de valores libertarios, anhelos de esperanza justiciera. La trama material, social y política de la historia no es, sin embargo, tan nítida para la reconstrucción y el juicio históricos; llena de avances fulgurantes, regresiones inverosímiles, mejoras sustantivas y cualitativas, revolucionarias instituciones de protección de libertades y empeños de igualdad y justicia; deudas con los más de los mexicanos —por supuesto— los más pobres y oscuridades de autoritarismo y siniestra represión.

Imposible aquí cualesquiera trazos de reconstrucción histórica o conceptual; pero sí la interrogación sintomática a la que impele el presente mexicano de ostensibles violencia, desgobierno, impunidad, corrupción y vulneración de derechos y libertades. La rememoración —con dominante impronta mediática y celebración entendida como entretenimiento y espectáculo— onerosas y mal-organizadas por el gobierno, pone el acicate: ¿festejamos libertades?, ¿percepciones objetivas de menos pobreza y atemperamiento real de las desigualdades?; ¿celebramos un país sensatamente seguro, confianza razonable en el Estado?, ¿algún ingrediente valedero de esperanza?

Narcoinsurgentes. Pero para aguafiestas de los mexicanos nadie como USA. La experimentada, estudiosa de reportes de inteligencia y políticamente nada ingenua Hillary Clinton, responsable de la política exterior, dijo que: en México, la violencia del narcotráfico “… en algunos casos, transformándose o haciendo causa común con lo que podemos considerar insurgencia” (“… in some cases, morphing into or making common cause with what we could consider an insurgency.” (Council of Foreing Relations).

Voceros del gobierno de México, incluido el presidente Calderón (a medios estadounidenses), con retórica de niño envuelto en la bandera, desmintieron la impropia comparación con la Colombia de hace dos décadas; del mismo modo, en USA, tanto el subsecretario Valenzuela, como el presidente Obama (no muy bien informado sobre la Colombia de entonces, pues no era para nada una dictadura y tenía un crecimiento económico relativamente alto), puntualizaron las diferencias entre ambos países. Conviene observar el silencio respecto del núcleo conceptual del comentario, la noción de insurgencia (en medios de la comunidad de inteligencia estadunidense se habla de narcoinsurgencia; considerado estratégicamente correcto, si bien políticamente sensible…).

El “desliz” de Hillary Clinton apunta a una modulación de la manera en que el gobierno estadunidense caracteriza la ola de violencia en México como una creciente amenaza a su seguridad nacional; esta nueva perspectiva, en clave de insurgencia, es consistente con el giro que Obama busca establecer en la estrategia de seguridad nacional (mayo de 2010).

México ya no aparece solamente dentro del espacio de seguridad de Norteamérica, ni se refiere sólo a la decisiva cuestión fronteriza, donde se subsumen y subordinan a la amenaza terrorista tanto el narcotráfico como la migración ilegal (ASPAN). Bajo el amparo de la noción de “amenazas asimétricas”, provenientes primordialmente de América Latina y África, dadas sus condiciones de pobreza y desigualdad, la tesis estadunidense señala el desarrollo de fenómenos políticos y criminales, derivados en Estados débiles o fallidos, como la emergencia de actores con ejércitos privados o paramilitares que desafían los monopolios estatales de la violencia armada, recaudación de impuestos y/o impartición de justicia y que combaten entre ellos por territorios, rutas y mercados (¿suena familiar?).

El quid de la cuestión no es la inadecuada comparación con Colombia, ni la mirada imperial que nos juzga, ni siquiera la lenta instrumentación de la Iniciativa Mérida y su recambio a un “Plan México”. Una genuina reacción de soberanía e independencia radicaría en una autocrítica de fondo y un repliegue en la pseudoestrategia de combate al narcotráfico. Autocrítica que detenga la conversión del Estado mexicano en estado de excepción (donde la fuerza de ley subordina al derecho y la excepcionalidad se impone como normalidad); repliegue de las acciones policiales y militares para combatir los delitos que vulneran a la ciudadanía, como son secuestro, extorsión, robo con violencia (al fin y al cabo, los capos se entregan por infracciones de tráfico…)

FCPyS-UNAM. Cenadeh.
alan.arias@usa.net

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