El Universal
El concepto socioantropológico de tribu ha tenido variaciones importantes. La noción prístina de tribu aludía a la condición interfamiliar, grupal, cotidiana y geoantrópica que define a grupos con vínculos étnicos, lingüísticos y culturales que le otorgan sentido de comunidad. A las tribus se les identifica como grupos primitivos que se reconocen en usos, costumbres y origen común.
En 1988, el sociólogo francés Michel Maffesoli publicó El tiempo de las tribus. El ocaso del individualismo en las sociedades posmodernas, obra que otorgó centralidad al concepto de tribu en el análisis de las sociedades postmodernas y, en especial, al de los agrupamientos juveniles.
Aunque Maffesoli no reduce el uso de tribu para las agrupaciones juveniles, tribu devino metáfora recurrente en textos académicos y periodísticos que interpretan rasgos gregarios y culturales de los grupos juveniles. Maffesoli recuperó la condición arcaica del tribalismo para interpretar las sociedades postmodernas. Posteriormente, extendió su capacidad interpretativa como metáfora de la contemporaneidad de las sociedades hispanas.
Maffesoli recurre al concepto de tribalismo para identificar micro grupos. Estos aparecen en todos los campos y refieren a la jungla del asfalto de las megalópolis contemporáneas, entre las cuales identifica a varias ciudades latinoamericanas como la Ciudad de México, San Paulo, Tijuana, Río de Janeiro, Caracas, Buenos Aires, entre otras selvas de piedra, donde los actores construyen sentimientos de pertenencia.
Con una perspectiva eurocéntrica que descubre lo que por varias décadas ha registrado la literatura ensayística, los estudios antropológicos, la sociología de la cultura y los estudios culturales, Maffesoli destaca procesos comunitarios que no se encuentran subsumidos en la lógica del individualismo ponderado por las perspectivas desarrollistas, pero no escapa a la tentación de exotizar las sociedades que reproducen la paradoja ubicada entre la tradición y la modernidad, o entre el salvaje y el civilizado.
Según Maffesoli, América Latina ha retroalimentado la sociología europea en los últimos decenios, como el nuevo territorio exótico de las tribus y los salvajes contemporáneos:
“Cabe recordar, sin embargo, que el bárbaro contiene más que nada el carácter dionisiaco de la dinámica social, es decir, se trata de la actitud a veces espontánea, a veces estratégica de renovación de la norma establecida o el cuestionamiento de las reglas instituidas. Así, la metáfora del bárbaro es bastante interesante ya que retoma importancia en los países europeos y encuentra un gran reconocimiento en los países de América Latina, donde en realidad su silueta nunca había desaparecido”.
El bárbaro latinoamericano que siempre ha estado ahí desde la perspectiva vertical, distante y eurocéntrica, deviene figura atractiva, seductora, hedonista, dionisiaca, cuya silueta perenne permanece en los ojos civilizados e imperiales que requieren la imagen del bárbaro, la tribu y el salvaje como recursos de exotización anclados en interpretaciones jerárquicas y posicionamientos hegemonizantes.
El tribalismo se construye considerando:
“Lo cotidiano y sus rituales, las emociones y pasiones colectivas, simbolizadas por el hedonismo de Dioniso, la importancia del cuerpo hecho espectáculo y del goce contemplativo, la revivificación del nomadismo contemporáneo, he aquí todo el séquito del tribalismo posmoderno”.
La metáfora de la tribu refiere centralmente a procesos de desindividualización de las sociedades contemporáneas, los cuales implican la intensidad socioafectiva que funciona como argamasa de las comunidades emocionales. El neotribalismo se conforma con diversos elementos sociales contrapuestos y complementarios que incluyen: congregación y flujo, encuentro y desencuentro, reunión y dispersión, los cuales definen y diferencian las nuevas socialidades frente a la dimensión social de la modernidad. El neotribalismo conlleva una suerte de distanciamiento del orden individual para buscar la tribu, el grupo comunitario, la formación de redes microgrupales como expresión creativa de las masas. Masa y tribu no son conformaciones antagónicas, sino aspectos que se diferencian pero también se solapan:
“En realidad, contrariamente a la estabilidad inducida por el tribalismo clásico, el neotribalismo se caracteriza por su fluidez, sus grandes reuniones puntuales y su dispersión. Es así como se puede describir el espectáculo callejero de las megalópolis modernas. El adepto al jogging, el punk , el look retro, la gente chic, los cómicos callejeros, todos ellos nos invitan a un paneo incesante”.
El tiempo de las tribus registra aspectos de la convivencia seleccionados indistintamente en los tiempos cotidianos o extraordinarios que, al carecer de una mirada densa sobre los procesos, imposibilita reconocer sus alcances. Esto también es verdad para las escasas alusiones documentadas a grupos y culturas juveniles en América Latina, especialmente, cuando los estudios que han escudriñado el denso entramado de sus redes de significados enfatizan no sólo la experiencia emocional de estar juntos, sino también los anclajes sociales que participan y definen a estos movimientos, algunos de ellos, como las modas, en su relación con las industrias culturales, otros, como los barrios, gangs, y pandillas en sus estructuraciones de clase y procesos de socialización informal que cobran vida en los barrios. Muchos de ellos incorporan elementos provenientes de la actividad laboral como parte de sus referentes identitarios; otros como los punks, que se definen frente al sistema, y a diversos rostros del poder, sus riesgos, la amenaza nuclear, la devastación ecológica, el maltrato de animales.
El concepto de tribu ha tenido una apropiación incontrolada, como metáfora que invisibiliza los procesos de estructuración social y su apropiación, por parte de los medios masivos de comunicación; ha permitido explayar prejuicios y posicionamientos estereotipantes, sobredimensionando la supuesta condición violenta, bárbara y salvaje de las falsamente llamadas tribus juveniles, al tiempo que contribuye a la estridente criminalización de las y los jóvenes.
* El Dr. José Manuel Valenzuela Arce es investigador del Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte (Colef).
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