martes, 10 de agosto de 2010

¿Qué Cambios de Fondo Pueden Hacer los Mismos de Siempre?

Manuel Leví

Es poco probable que los políticos puedan solucionar los graves problemas del país mediante “alianzas partidistas” que sólo despiertan recelos y desconfianzas por las características propias de esas facciones, las cuales, no tienen nada nuevo que ofrecer a los votantes, dados los anticuados modelos de campañas electoreras a los que se aferran; al conjunto de insolencias recíprocas de sus disputas; a los bajos perfiles morales e intelectuales de sus dirigencias; a la temible y peligrosa guerra sucia con que radicalizan las promociones mediáticas de sus candidatos, así como el inquietante enigma de sus financiamientos.
La mayoría mostramos un gran desprecio hacia la clase opulenta que detenta el poder político en las tres instancias de gobierno; hacia los gestos provocativos de jueces y magistrados del corrupto ambiente judicial; al confuso control de los partidos políticos en las asambleas legislativas federales y locales y, hacia la pax romana que trata de imponer Felipe Calderón con sus legiones , a pretexto de combatir la sublevación de los narcotraficantes.


Por supuesto, todos los que ocupan cargos de elección y designación enmarcan las fallidas políticas públicas de bienestar y seguridad, exigiendo una implacable tributación y un pago inequitativo a los excluidos y humillados, por los defectuosos bienes y pésimos servicios gubernamentales que consiguen. En consecuencia, oírles hablar de democracia, de Estado de Derecho, de justicia y de solidaridad, cuando sabemos que la única prioridad de éstas voraces pirañas es buscar impunidad y dinero de manera omnímoda, es tanto como concederles el beneficio de la duda y con ello, desgastarse uno mismo o por lo menos, hacerles el juego para que sigan siendo lo que son y no lo que representan o aparentan ser.
Ciertamente, hay necesidad de refundar la sociedad mexicana sobre otras bases, restaurando la verdadera legitimidad democrática. Pero ese cambio supone “entrar” en el imperio de la ley y “salirse” de la maligna partidocracia suicida que nos oprime. Sólo un cambio integral de semejante naturaleza puede encender la esperanza de los desposeídos con una autoestima desconocida y para el resto de los mexicanos el vuelco total de la situación caótica en que nos han sumergido los poderes fácticos y las fuerzas económicas hostiles a nuestro derecho de autodeterminación.
Pareciera que hay algo demoníaco en todo lo que sucede dentro y fuera de nuestras fronteras y que está saqueando la riqueza patrimonial de la nación; masacrando a nuestro pueblo y controlando nuestra historia. ¿Por qué, entonces, no intentar un exorcismo que haga sentir sus efectos en el cumplimiento de nuestras obligaciones ciudadanas? ¿ Por qué seguir tolerando comportamientos y amenazas de unos cuantos que están minando la unidad nacional?


La posibilidad de un final sexenal violento es un peligro real a pesar de que se diga que en México, suceda lo que suceda, no pasa nada. Y sobran razones para la irrupción de la incredulidad cuando se vive un clima de inseguridad y enfrentamientos. Sin embargo, lo ocurrido en lo que va del gobierno de Calderón, comprueba que estamos cerca de un evento que nada tiene que ver con la justicia y la compasión. Por eso, no es fácil entender que los causantes de nuestros infortunios sean los mismos que proponen diálogos y foros en busca de sus soluciones y que, por cierto, nunca encuentran o, que aspiren a ocupar algún puesto de elección que esté a su alcance, aún habiendo demostrado que en sus actuales funciones o en anteriores, acumularon un ruidoso saldo de equivocaciones.

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