sábado, 14 de agosto de 2010

Fidel y lo que podemos aprender de él.

"Martí vive en Fidel"
Elier Ramírez Cañedo
Foto: Roberto Chile
"Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro", con esta frase electrizante, Fidel le hizo saber a los jueces que le juzgaban por haber dirigido las acciones del 26 de julio de 1953, que José Martí era el verdadero autor intelectual de aquellos hechos, y que su generación, no permitiría que el Apóstol muriera en el año de su centenario, y que de ser preciso, ofrendarían sus vidas él y todos sus compañeros de lucha en magnífico desagravio junto a su tumba.
Fidel se impregnó desde joven de las ideas marxistas, pero antes de eso, ya era un profundo martiano. "Yo, antes de ser comunista utópico o marxista, soy martiano; lo voy siendo desde el bachillerato: no debo olvidar la atracción enorme del pensamiento de Martí sobre todos nosotros, la admiración por Martí", expresó el líder de la Revolución Cubana en 1985 a Frei Betto. De esa amalgama de ideas revolucionarias ­martianas y marxistas- floreció en Fidel uno de los pensamientos más genuinos, progresistas y antidogmáticos, que ha conocido la historia de la humanidad en el siglo XX y lo que va del XXI.
El profundo conocimiento de las ideas y el proyecto revolucionario de José Martí, permitieron a Fidel comprender con agudeza la realidad cubana y latinoamericana, y elaborar su propio programa de lucha, afín con el contexto que le tocó vivir. Las ideas martianas lo hicieron más antiimperialista, más latinoamericanista, más humano, más justo y más revolucionario. Pero lo hicieron también entender, que hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, pues de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.
Pero la influencia de José Martí en el ideario de Fidel, no solo ha sido ostensible en su pensamiento, sino en su praxis revolucionaria. Esto se hace notorio cuando vemos su rechazo a cuanto signifique evadir el cumplimiento del deber, su entrega total a la causa revolucionaria de Cuba y de los pueblos del mundo, su completo desprendimiento de cualquier ambición personal, excepto la de conquistar toda la justicia para su pueblo y la humanidad toda, la conjugación en su persona de las más grandes cualidades de un ser humano con una natural sencillez.
Fidel se nos asemeja a Martí cuando percibimos su inmensa capacidad como estadista político, su destreza en hacer en cada momento y en cada lugar lo más oportuno, sin adelantarse ni quedarse por detrás de lo que permite la conciencia política de las masas, su total comprensión de que en la unidad está la fuerza, su convicción profunda de que trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras, su capacidad de convertir los reveses en victorias, su habilidad como educador político, su colosal cultura, su  optimismo en la victoria, su visión universal, su humanismo, su compañerismo, su ética, su sensibilidad, su visión aguda de los males del capitalismo y su profunda vocación social.
Fidel, al igual que lo hizo Martí, se levanta por sobre los hombros de sus semejantes, observa el horizonte, nos dice hacia donde vamos, que escollos y peligros nos acechan, y cual es el camino más idóneo que debemos seguir.
 © La Jiribilla. Revista de Cultura Cubana
La Habana, Cuba. 2010.

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