sábado, 21 de agosto de 2010

FEDERICO GARCÍA LORCA: LA POESÍA COMO CONOCIMIENTO Y DESLUMBRAMIENTO EXISTENCIAL.



Por Nazario Soto

para mi madre.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre.

Federico García Lorca.

Fusilado atrozmente por el fascismo español, en Granada en 1936, a los 38 años,este poeta popular tuvo tiempo para crear una extensa obra dramática y poética visionaria, de altísima humanidad, uniendo tradición y vanguardia en indagaciones atemporales sobre el amor, la muerte, y la dizque "civilización" contemporánea. Su brutal asesinato fue cantado, llorado, denunciado por otros grandes artistas como el músico mexicano Silvestre Revueltas, el poeta Chileno Pablo Neruda, Picasso,o Luis Buñuel, y más recientemente el canadiense Leonard Cohen, quien inclusive le rinde homenaje poniéndole a su hija el nombre de "Lorca". Su influencia es incalculable, ya que cualquier ser queda tocado en lo más íntimo y de por vida por su "duende", al entrar en contacto con cualquiera de sus obras:

Porque ya no hay quien reparta el pan y el vino
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto
ni quien abra los linos del reposo
ni quien llore por la heridas de los elefantes
No hay más que un millón de herreros
forjando las cadenas para los niños que han de venir.

Del teatro Federico decía:
El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse, habla y grita, llora y se desespera.

Y al hablar de la poesía en esa misma entrevista de 1936, la define de la siguiente forma:
La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas.

García Lorca representa una grave lección para el hombrezuelo mediocre, obsesionado con la acumulación de riquezas, en este siglo XXI, donde el egoísmo y la cobardía son el único catesismo; frente a esta grosera decadencia solo nos queda la pureza de no cerrar los ojos ni los oídos, y afrontar a pecho entero los navajazos desquiciantes de reconocernos desnudos en el dolor ajeno:

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Este es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades.
La guerra pasa llorando con un millón de ratas grises.
Los ricos dan a sus queridas pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

¿Qué hacer con el asco artero que provoca la kilométrica tonelada de injusticia que diariamente debemos sobrevivir en esta sociedad salvaje?

¿Cómo vivir? ¿Cómo no enajenar la honra y adoptar los circuitos computarizados que la máquina nos impone como única realidad?

Aquí entra en nuestro auxilio el arma ardiente de la poesía para violentar todas estas violencias impuestas. la poesía diaria del que se enfrenta valiosamente al poder dominante para no ser aniquilado; de la mujer que se levanta de madrugada a dar la lucha como hormiga enardecida; del joven que cuenta migajas para adquirir los libros que le ayudarán a liberarse; del niño que cuestiona y pone de cabeza a la "autoridad" muda, sin respuestas; del viejo de brazos caídos, al que el Mercado dice que es un bueno para nada, y sin embargo escribe un texto o hace una canción que incendia la psique de los descreídos; de aquellos que sabemos inalienablemente que el tiempo de la explotación no puede ser eterno: porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra que da frutos para todos.

¿Qué más? Pues únicamente agregar para que quede terminada esta invitación a descubrir la obra de Federico García Lorca, que es muy probable que el haya profetizado su propia muerte, cuyo eco aún resuena en el nuevo milenio:

Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias.
Abrieron los toneles y los armarios.
Destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No, no me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba
y que el mar recordó ¡de pronto! los nombres de todos sus ahogados.
Las citas fueron tomadas del libro Poeta en Nueva York, considerado por el autor como su mejor poemario.

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