MÉXICO, 25 de agosto, 2010.- El manejo de los bancos centrales en situaciones extraordinarias como las que vivió el Banco de México en 2009 y que trajo a discusión el senador priista Francisco Labastida, es el tema que aborda en Milenio el columnista Samuel García en su texto titulado: "Banxico descapitalizado" y que a continuación se presenta de manera íntegra:
Ayer se nos quedó en el tintero comentar la declaración del senador priísta Francisco Labastida sobre lo que llamó la “descapitalización” del Banco de México.
A lo que se refiere el senador es al pago, en abril de 2009, de “remanentes de operación” que realizó el Banco de México al gobierno federal por 95 mil millones de pesos que fundamentalmente se integraron por ganancias cambiarias producto de la devaluación del peso frente al dólar en 2008.
Estos pagos se realizaron en momentos críticos —en 2009 e incluso 2010— cuando Hacienda requería con urgencia financiar las cuentas públicas y las fuentes de financiamiento eran escasas ante el desplome de la economía producto de la crisis.
Este asunto se documentó y comentó ampliamente en esta columna los días 26, 27 y 28 de mayo de 2009 bajo el título “La devaluación que le conviene al gobierno”. En los textos publicados aquí en MILENIO cuestionamos la discrecionalidad con la que el Banco de México y Hacienda determinaron el monto a transferir al gobierno federal aún y cuando la acción está determinada en el artículo 55 de la propia Ley del Banco de México.
Era evidente que los pagos de estos remanentes desde el banco central al gobierno federal era una tabla adicional de salvación para las finanzas públicas no sólo para el convulsionado año fiscal de 2009, sino también para 2010. De estos “remanentes cambiarios” se benefició el gobierno federal, de eso no cabe ninguna duda, en momentos en que —por cierto— era secretario de Hacienda el ahora gobernador del Banco de México, Agustín Carstens.
Claro que se contuvo la devaluación y el peso inició el proceso inverso frente al dólar. La revaluación del peso entre marzo de 2009 y abril de 2010 —de 15.1 a 12.2 pesos— provocó que los “remanentes de operación” que registra el balance del banco central hayan sido negativos durante los últimos meses, a tal grado que al 30 de junio de este año estos “remanentes de operación” han significado una pérdida de 26 mil millones de pesos lo que, efectivamente, da como resultado un capital contable negativo por casi 41 mil millones de pesos al cierre del primer semestre de este año, como lo ha cuestionado públicamente Labastida Ochoa.
A “toro pasado”, ¿acaso se le pasó la mano a Banxico al transferir casi 100 mil millones de pesos al gobierno federal derivado de las ganancias producto de la devaluación? ¿Acaso el gobierno presionó para que —ante las escasas opciones de financiamiento de las cuentas públicas— el banco central le pagara un monto importante de “dividendos” que ahora —en las condiciones actuales— significan una pérdida de capital para el banco?
La acumulación de reservas —esto es la compra de dólares en el mercado— que viene implementado el banco central limita la revaluación del peso y ello favorece el balance del banco para contener —al menos— el problema del capital negativo. El riesgo es que la tentación de corregir el problema del balance del banco vía la paridad cambiaria, lleve a medidas más drásticas.
Labastida ha puesto el dedo en la llaga en un asunto delicado, y harto discutido actualmente en el mundo, sobre el manejo de los bancos centrales en situaciones extraordinarias como las que vivimos en 2009. (El Semanario Agencia, ESA)
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