Por Jermán Argueta*
De espíritu aventurero y artístico, navegante por tierra firme y dispuesto a no echar raíces, Pedro Gualdi fue un italiano que nació el 22 de julio de 1808 en Carpi, provincia de Módena y murió en otras tierras, como mueren los viajeros que hacen del mundo su patria, siendo Estados Unidos su cobijo a perpetuidad. Le faltaron seis meses para cumplir medio siglo de vida. Vida corta la de él, pero intensa en el estudio, la aventura y la creatividad. Recibió formación en pintura y teatro en la Academia de las Artes de Milán.
Desarrolló su vida en tres países; en su natal Italia, vivió treinta años; en México, trece; y en Estados Unidos, seis años. Fue pintor, dibujante, litógrafo y arquitecto, ya en el ocaso de su vida. En esas épocas los alumnos de estas antiguas academias de arte tenían una formación interdisciplinaria y su enseñanza estaba amalgamada en la pintura, la arquitectura y las artes escénicas.
Petro Gualdi o Pedro Gualdi, sin duda fue hombre de sangre alegre y bohemio. (La creatividad en las artes está ligada con la vida comunitaria, de gremio. Y la vida comunitaria en la creación es festiva.) Pedro Gualdi salió de Italia con una compañía de opera. La historia de páginas sueltas dice que, antes de que estudiase perspectiva en el trazo del dibujo, pintura y diseño teatral en la Academia de las Artes de Milán, por los años 1834-1835, trabajó en el teatro de La Scala, pues la compañía necesitaba un escenográfo de calidad para su gira y fue a él a quien eligió, arribando al puerto de Veracruz en el año de 1838.
Hijo, al fin y al cabo de la época del romanticismo, se deja llevar por la revolución artística, política, social e ideológica. Y si entre 1770 y 1800 Europa se acostó absolutista y neoclásica, pues se levanto demócrata, romántica y con nuevas naciones y sueños libertarios en la América. El nuevo escenario fue resultado de la Revolución Industrial en Inglaterra, la Revolución Francesa, la independencia de Estados Unidos... El escenario estaba ahí con una clase burguesa consolidándose y el liberalismo como artículo de fe para el desarrollo económico, más los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Las nuevas repúblicas pusieron en el centro al hombre y el poder del pueblo. El romanticismo también es sentimiento y pasión. Y en nombre de una libertad auténtica, se proyectó en todas las artes constituyéndose en la esencia de la modernidad; fue un nuevo estilo de vida. Pedro Gualdi fue un hijo del romanticismo.
Regresando. La compañía de opera se fue de México, pero Pedro Gualdi se quedó por trece años. Aquí, enamorado de las obras arquitectónicas del virreinato, así como las del neoclásico, se dedicó a rendirle pleitesía a la ciudad como pintor y litógrafo. Y si el romanticismo valoró las obras y el patrimonio cultural de naciones y regiones que no giraban en torno de lo clásico griego o romano, pues él registró la Ciudad de México con sus pinceles y sus grabados destacando también personajes, azoteas, perspectivas de monumentalidad arquitectónica, colores de los atardeceres con sus grandes sombras como vestidos de cola de una novia que lo sorprendían, y una que otra crónica de lo que miraba.
Por supuesto que su mirada también registró periodísticamente, con sus grabados en litografía, la guerra civil de México. En 1840 capturó los estragos en Palacio Nacional; un balcón de madera hecho añicos. Otra litografía (con una mirada desde la calle de 5 de Febrero) muestra los boquetes en el Portal de los Mercaderes, el mercado de El Parían y en el Ayuntamiento (hoy edificio del gobierno del D.F.)
Quizá estas fueron las primeras imágenes que grabó. La guerra, balas, pólvora, aventura y adrenalina eran cobijo para sus insomnios, ya acostumbrado pues dormía a pierna suelta. En la guerra con los gringos, de 1847-1848, también estuvo registrando los acontecimientos. Sabía que estas litografías serían un testimonio. Quizá hoy le quedaría el nombre de corresponsal de guerra.
En 1841 público su máxima obra: Monumentos de México tomados al natural. Este fue un álbum con doce litografías en blanco y negro: Catedral, Plaza de Santo Domingo, Interior de la Universidad, Interior de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, Interior de Palacio de Minería, Colegio de Minería, Interior de Catedral, Fuente de la Alameda, Paseo de la Independencia, Patio del Convento del La Merced, Antigua Cámara de Diputados y Casa Municipal. La excelencia de estas láminas muestra los detalles arquitectónicos y el buen manejo de la perspectiva.
Estas imágenes las acompañó, por separado, con breves textos como parte de su investigación. Hay datos valiosos, como el óleo (perdido) del Auto de Fe a don Tomas Treviño y Sobremonte, año de 1649. Otros datos no son tan precisos pero nos consta que si investigó. La imprenta de Massé y Decaen, que estuvo en el Callejón de Santa Clara No.8, hoy Filomeno Mata, fue la que le editó el maravilloso álbum.
Pedro Gualdi también impartió cátedra en la Academia de San Carlos en 1851. Casimiro Castro fue su alumno más destacado y ahí esta su álbum de México y sus alrededores; son láminas que hizo sobre la Ciudad de México y otros estados del país. Dibujó desde un globo aerostático para después llevarlos a la plancha de grabado. Lo que Gualdi hizo por tierra, Casimiro lo hizo desde el vértigo de los vientos.
Gualdi también colaboro con ilustraciones para el Mosaico Mexicano, hizo telones para escenografías del Teatro de los Gallos y del Teatro Nacional. En el año de 1842 realizó un Panorama, para nuestro gusto, la obra más bella sobre la Ciudad de México. Es decir, unos bocetos a lápiz y óleo que dieron lugar a cuatro litografías de la ciudad vista desde las torres del templo de San Agustín (Calle de Uruguay esquina con Isabel la Católica). De los cuatro oleos, uno está perdido. (Por cierto, que en Nueva Orleans hizo también un Panorama de toda la ciudad; su medida era aproximadamente de 6 x 38 m. El mural tiene, si este existe, aproximadamente 228 m2) Otra obra más por encargo del Ayuntamiento de la Ciudad de México, en 1843, fueron unos dibujos para el libro Documentos oficiales relativos a la construcción y demolición del (mercado) Parian.
Su último trabajo fue una tumba monumental de mármol, circular, para los migrantes italianos de la Sociedad de Beneficencia Italiana en el cementerio de San Luis J, de Nueva Orleans. La paradoja es cuando un espejo de nuestra obra no nos muestra el futuro: Pedro Gualdi fue el primero en ocupar una gaveta en esta magnífica tumba.
De espíritu aventurero y artístico, navegante por tierra firme y dispuesto a no echar raíces, Pedro Gualdi murió el 4 de enero de 1857, en Nueva Orleans. Los vientos marinos del puerto y la ciudad del jazz le mecen sus sueños mortuorios que aun recuerdan el romanticismo que lo echó a navegar por el mar y por el mundo de la libertad en las artes.
* Revista Crónicas y Leyendas Mexicanas, tomo XIX, febrero 2009.
Fuente: Boletín Finsemaneando
De espíritu aventurero y artístico, navegante por tierra firme y dispuesto a no echar raíces, Pedro Gualdi fue un italiano que nació el 22 de julio de 1808 en Carpi, provincia de Módena y murió en otras tierras, como mueren los viajeros que hacen del mundo su patria, siendo Estados Unidos su cobijo a perpetuidad. Le faltaron seis meses para cumplir medio siglo de vida. Vida corta la de él, pero intensa en el estudio, la aventura y la creatividad. Recibió formación en pintura y teatro en la Academia de las Artes de Milán.
Desarrolló su vida en tres países; en su natal Italia, vivió treinta años; en México, trece; y en Estados Unidos, seis años. Fue pintor, dibujante, litógrafo y arquitecto, ya en el ocaso de su vida. En esas épocas los alumnos de estas antiguas academias de arte tenían una formación interdisciplinaria y su enseñanza estaba amalgamada en la pintura, la arquitectura y las artes escénicas.
Petro Gualdi o Pedro Gualdi, sin duda fue hombre de sangre alegre y bohemio. (La creatividad en las artes está ligada con la vida comunitaria, de gremio. Y la vida comunitaria en la creación es festiva.) Pedro Gualdi salió de Italia con una compañía de opera. La historia de páginas sueltas dice que, antes de que estudiase perspectiva en el trazo del dibujo, pintura y diseño teatral en la Academia de las Artes de Milán, por los años 1834-1835, trabajó en el teatro de La Scala, pues la compañía necesitaba un escenográfo de calidad para su gira y fue a él a quien eligió, arribando al puerto de Veracruz en el año de 1838.
Hijo, al fin y al cabo de la época del romanticismo, se deja llevar por la revolución artística, política, social e ideológica. Y si entre 1770 y 1800 Europa se acostó absolutista y neoclásica, pues se levanto demócrata, romántica y con nuevas naciones y sueños libertarios en la América. El nuevo escenario fue resultado de la Revolución Industrial en Inglaterra, la Revolución Francesa, la independencia de Estados Unidos... El escenario estaba ahí con una clase burguesa consolidándose y el liberalismo como artículo de fe para el desarrollo económico, más los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Las nuevas repúblicas pusieron en el centro al hombre y el poder del pueblo. El romanticismo también es sentimiento y pasión. Y en nombre de una libertad auténtica, se proyectó en todas las artes constituyéndose en la esencia de la modernidad; fue un nuevo estilo de vida. Pedro Gualdi fue un hijo del romanticismo.
Regresando. La compañía de opera se fue de México, pero Pedro Gualdi se quedó por trece años. Aquí, enamorado de las obras arquitectónicas del virreinato, así como las del neoclásico, se dedicó a rendirle pleitesía a la ciudad como pintor y litógrafo. Y si el romanticismo valoró las obras y el patrimonio cultural de naciones y regiones que no giraban en torno de lo clásico griego o romano, pues él registró la Ciudad de México con sus pinceles y sus grabados destacando también personajes, azoteas, perspectivas de monumentalidad arquitectónica, colores de los atardeceres con sus grandes sombras como vestidos de cola de una novia que lo sorprendían, y una que otra crónica de lo que miraba.
Por supuesto que su mirada también registró periodísticamente, con sus grabados en litografía, la guerra civil de México. En 1840 capturó los estragos en Palacio Nacional; un balcón de madera hecho añicos. Otra litografía (con una mirada desde la calle de 5 de Febrero) muestra los boquetes en el Portal de los Mercaderes, el mercado de El Parían y en el Ayuntamiento (hoy edificio del gobierno del D.F.)
Quizá estas fueron las primeras imágenes que grabó. La guerra, balas, pólvora, aventura y adrenalina eran cobijo para sus insomnios, ya acostumbrado pues dormía a pierna suelta. En la guerra con los gringos, de 1847-1848, también estuvo registrando los acontecimientos. Sabía que estas litografías serían un testimonio. Quizá hoy le quedaría el nombre de corresponsal de guerra.
En 1841 público su máxima obra: Monumentos de México tomados al natural. Este fue un álbum con doce litografías en blanco y negro: Catedral, Plaza de Santo Domingo, Interior de la Universidad, Interior de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, Interior de Palacio de Minería, Colegio de Minería, Interior de Catedral, Fuente de la Alameda, Paseo de la Independencia, Patio del Convento del La Merced, Antigua Cámara de Diputados y Casa Municipal. La excelencia de estas láminas muestra los detalles arquitectónicos y el buen manejo de la perspectiva.
Estas imágenes las acompañó, por separado, con breves textos como parte de su investigación. Hay datos valiosos, como el óleo (perdido) del Auto de Fe a don Tomas Treviño y Sobremonte, año de 1649. Otros datos no son tan precisos pero nos consta que si investigó. La imprenta de Massé y Decaen, que estuvo en el Callejón de Santa Clara No.8, hoy Filomeno Mata, fue la que le editó el maravilloso álbum.
Pedro Gualdi también impartió cátedra en la Academia de San Carlos en 1851. Casimiro Castro fue su alumno más destacado y ahí esta su álbum de México y sus alrededores; son láminas que hizo sobre la Ciudad de México y otros estados del país. Dibujó desde un globo aerostático para después llevarlos a la plancha de grabado. Lo que Gualdi hizo por tierra, Casimiro lo hizo desde el vértigo de los vientos.
Gualdi también colaboro con ilustraciones para el Mosaico Mexicano, hizo telones para escenografías del Teatro de los Gallos y del Teatro Nacional. En el año de 1842 realizó un Panorama, para nuestro gusto, la obra más bella sobre la Ciudad de México. Es decir, unos bocetos a lápiz y óleo que dieron lugar a cuatro litografías de la ciudad vista desde las torres del templo de San Agustín (Calle de Uruguay esquina con Isabel la Católica). De los cuatro oleos, uno está perdido. (Por cierto, que en Nueva Orleans hizo también un Panorama de toda la ciudad; su medida era aproximadamente de 6 x 38 m. El mural tiene, si este existe, aproximadamente 228 m2) Otra obra más por encargo del Ayuntamiento de la Ciudad de México, en 1843, fueron unos dibujos para el libro Documentos oficiales relativos a la construcción y demolición del (mercado) Parian.
Su último trabajo fue una tumba monumental de mármol, circular, para los migrantes italianos de la Sociedad de Beneficencia Italiana en el cementerio de San Luis J, de Nueva Orleans. La paradoja es cuando un espejo de nuestra obra no nos muestra el futuro: Pedro Gualdi fue el primero en ocupar una gaveta en esta magnífica tumba.
De espíritu aventurero y artístico, navegante por tierra firme y dispuesto a no echar raíces, Pedro Gualdi murió el 4 de enero de 1857, en Nueva Orleans. Los vientos marinos del puerto y la ciudad del jazz le mecen sus sueños mortuorios que aun recuerdan el romanticismo que lo echó a navegar por el mar y por el mundo de la libertad en las artes.
* Revista Crónicas y Leyendas Mexicanas, tomo XIX, febrero 2009.
Fuente: Boletín Finsemaneando
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