domingo, 25 de julio de 2010
Palabras del investigador universitario Armando Bartra, durante la asamblea nacional del Movimiento por la transformación de México y sus instituciones
Compañeras, compañeros:
México está en peligro. La nación se encuentra en riesgo. En el siglo pasado, durante los gobiernos que siguieron al de Cárdenas hubo corrupción, hubo injusticia, hubo autoritarismo. Pero nunca un decaimiento como el de ahora. Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón arruinaron al país.
Antes los mexicanos podíamos esperar que nuestros hijos vivieran mejor que nosotros, como nosotros habíamos vivido mejor que nuestros padres. Hoy ya no. Salvo al puñado de millonarios que engorda con la desgracia nacional, a los demás el porvenir nos depara estrechez, carencia, frustración. Los neoliberales y la oligarquía nos están robando lo más valioso: la esperanza en un futuro mejor. No lo vamos a permitir.
Los mexicanos padecemos una combinación de males nunca antes vista: deterioro ambiental, retroceso económico, descomposición social, regresión política, creciente inseguridad. Pero lo más grave es una profunda degradación moral. Una decadencia espiritual que hoy corroe a la oligarquía y sus testaferros, pero que contaminará a la nación entera si no la detenemos.
El país está en un cruce de caminos y los próximos años serán decisivos. Si no lo impedimos, la oligarquía y sus lamebotas continuarán haciendo estragos. ¿Con qué cara diremos a nuestros hijos y a nuestros nietos que no supimos defender el patrimonio material y espiritual de la nación?
Compañeras, compañeros:
Ha llegado la hora de reconstruir a México. El país necesita un cambio, un cambio verdadero. Una profunda mudanza regeneradora que nos saque del marasmo, que nos saque de la decadencia. Transformación a fondo que tiene que ser impulsada desde abajo y por los mexicanos de a pie, por las mujeres y hombres que hemos construido este país con nuestro trabajo, pero también con nuestras luchas libertarias, con nuestra resistencia a la injusticia, con nuestra inquebrantable dignidad. Y porque no decirlo, con nuestra alegría, con nuestra capacidad de burlarnos de los poderosos, de reírnos en su estúpida cara, algo que aprendimos de Carlos Monsiváis.
Pero la lucha del pueblo será insuficiente si el 2012 no sacamos adelante un gobierno progresista que impulse la regeneración nacional, un gobierno democrático que obedezca de veras al mandato popular, un gobierno de izquierda que gobernando para todos ponga por delante la reivindicación de los más pobres, un gobierno nacionalista que sin darle la espalda al mundo defienda realmente los grandes intereses de la nación.
Y este gobierno necesitará un programa, un buen programa. Un nuevo proyecto de país que desde ahora debemos esbozar y discutir.
Nuestro primero y más ineludible compromiso social es combatir la vergonzosa desigualdad que nos aqueja. El bienestar de los mexicanos es tarea principalísima de un gobierno comprometido con la democracia. Porque las libertades no se pueden ejercer a plenitud si no se tiene alimentación adecuada, vestido, techo, seguridad, tranquilidad.
Hay que atender todas las necesidades básicas, pero ante todo la alimentación. Es inadmisible que en un país de inmensas riquezas haya niños desnutridos y personas con hambre. El programa emergente de asistencia alimentaria será el primer paso para establecer el derecho Constitucional de todos a la alimentación.
Y si el hambre es inadmisible, igual lo es la enfermedad. Todos nos vamos a morir, pero que la gente se muera de enfermedades curables que no fueron prevenidas ni atendidas, es un crimen. Por eso garantizaremos el derecho a la salud mediante servicios públicos adecuados y medicamentos gratuitos.
No queremos más jóvenes que no estudian ni trabajan. Para garantizar el derecho a recibir educación frenaremos la privatización y dotaremos a la educación pública de un presupuesto equivalente a por lo menos 7 por ciento del PIB.
Disfrutar de tranquilidad y seguridad después de una larga vida de trabajo es un derecho. Por lo que se garantizará una pensión universal a todos los adultos mayores y un sistema de jubilaciones solidario y redistributivo. Nosotros no les robaremos su pensión a los asegurados, como acaba de hacerlo la Suprema Corte.
El derecho al trabajo y al empleo están en la Constitución, pero lo cierto es que miles de jóvenes no encuentran más camino que la informalidad, la migración o la delincuencia. La creación de empleos dignos, estables y bien remunerados será prioridad de nuestro gobierno.
El bienestar del pueblo es la mayor aspiración de nuestro proyecto alternativo. Bienestar que construiremos entre todos, con nuestro trabajo y empleando adecuadamente los abundantes recursos de que dispone la nación.
Y de esto, de la organización del esfuerzo productivo de los mexicanos y las mexicanas, se ocupa el programa económico.
El objetivo central de la nueva economía será el bienestar. Y para esto es necesario cambiar el rumbo. Pero el propósito de este viraje no es sólo lograr buenos indicadores financieros sino elevar el nivel de vida de la gente.
El nuevo gobierno velará por la prosperidad de la población y no sólo por los negocios de un puñado de empresarios. Y lo hará promoviendo la producción nacional, sobre todo de las empresas pequeñas y medianas que generan empleos, amarrando las cadenas productivas e impulsando los mercados regionales, propiciando la creación puestos de trabajo y apoyando al sector social de la producción, lo significa promover la economía solidaria y el mercado justo.
Prometer no empobrece y sin duda, cuando entren en campaña, el PAN y el PRI ofrecerán esto y más Pero hay cosas que ellos no plantean ni plantearán porque sus compromisos con la oligarquía no se los permiten.
Por ejemplo, nosotros nos comprometemos a gravar las operaciones de la Bolsa Mexicana de Valores, un lugar privilegiado donde se hacen fortunas y no se pagan impuestos. Y no sólo en la bolsa, nos comprometemos a abolir el conjunto de privilegios que tienen los más ricos en el pago de impuestos. Y para esto terminaremos con el secreto fiscal y eliminaremos los regímenes de consolidación fiscal. Que quede claro, en el nuevo país que vamos a construir las tasas impositivas deben ser progresivas: que pague más quien gana más.
El músculo de nuestra economía es el trabajo de los mexicanos y las mexicanas, pero la palanca son nuestros recursos naturales, entre ellos el petróleo.
Y el petróleo defenderemos. Lo defendimos desde la oposición cuantimás lo defenderemos en el gobierno.
Ya basta de exportar crudo e importar diesel y gasolina. Nuestro gobierno construirá tres nuevas refinerías y reactivará la petroquímica nacional, lo que nos permitirá reducir los precios de los combustibles y de otros derivados.
Petróleos Mexicanos se ha transformado en una cueva de ladrones. Pero esto no se quedará así, nuestro gobierno creará una Comisión de la Verdad para investigar y castigar la corrupción en Pemex.
Y lo mismo decimos de la energía eléctrica. Es compromiso firme de nuestro gobierno acabar con la privatización y con el mal servicio, no acabar con las empresas públicas y con los sindicatos combativos. Aunque no sea parte del programa: ¡Qué viva el SME!
Si el trabajo es el músculo de la economía y los recursos naturales son su palanca, el campo es el territorio donde se concentran los grandes retos del desarrollo económico y del desarrollo social.
Reactivar al campo arruinado por las políticas neoliberales es asunto de seguridad nacional. De eso depende la alimentación de todos y el empleo de millones, pero también la preservación del medio ambiente, de la cultura, de la convivencia y de la seguridad interna.
O revitalizamos al campo o seguiremos destruyendo la naturaleza, importando comida, perdiendo nuestra identidad, expulsando mexicanos a Estados Unidos y sometidos al narco, que aprovecha la pobreza rural para controlar regiones enteras.
Basta de importar maíz y exportar campesinos que podían haberlo producido aquí. Nuestro gobierno recuperará la soberanía y autosuficiencia alimentarias.
Porque un pueblo que importa casi la mitad de lo que come es un pueblo sometido a las potencias agroexportadoras, ejerceremos el derecho a definir y aplicar nuestras propias políticas de producción, distribución y consumo de alimentos sanos, nutritivos y culturalmente adecuados. Y lo haremos promoviendo, ante todo, la agricultura campesina.
En Bolivia, la nueva Constitución reconoce los derechos de la naturaleza. Aquí la destruimos. Nuestro gobierno se compromete a proteger y restaurar el medio ambiente impulsando su aprovechamiento responsable.
Y para ello cambiaremos el rumbo: no más promoción a los agrotóxicos y semillas transgénicas impuestos por las transnacionales, y si en cambio impulso a las prácticas agroecológicas que aumenten la productividad sin dañar a la naturaleza.
Porque ni la tierra, ni el agua ni la vida ni la cultura son mercancías, preservaremos el carácter público y el usufructo colectivo de los recursos naturales y de los saberes comunitarios. Defenderemos de la privatización nuestro rico patrimonio físico, biológico y cultural amenazado por empresas trasnacionales que pretenden apropiarse de tierras, aguas, minas y bosques pero también patentar los conocimientos tradicionales y los códigos genéticos de los seres vivos.
Esto y más, contiene el proyecto alternativo. Pero son sólo ideas preliminares que entre todos habrá que pulir, que desarrollar, que perfeccionar.
Esto apenas empieza, en los próximos meses emprenderemos en todos los estados, en todas las regiones, con todos los sectores y con todos los expertos un amplio debate nacional sobre el contenido del programa.
Entre todos estamos construyendo la organización, entre todos construiremos el programa, entre todos cambiaremos el país.
¡Viva México!
Fuente de información, Revista EMET
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