martes, 15 de junio de 2010

Rehenes de las autoridades

Alejandra Cullen Benítez

June 15, 2010

Es distinto escuchar hablar de Juárez que visitarla. Sabemos que la tasa de homicidios en México es de 11.5 por 100 mil habitantes, pero no que en Juárez es de 200. Allende las estadísticas, no sobresale la miseria, ni pasear por la calle garantiza presenciar una ejecución. Lo que sí impresiona es la evidente ruptura entre sociedad y gobierno. El gasto público se ejerce en obras ajenas a las necesidades de la población. La sociedad civil sobrevive a pesar de sus instituciones. Avanza sólo hasta donde se les permite. Crece sólo porque hay todo por hacer y nadie para proveer.

Los juarenses están secuestrados por sus autoridades. Estas promueven la participación ciudadana en la provisión de los servicios básicos que no financian, pero, bloquean cualquier intento de injerencia real en la toma de decisiones. Por ejemplo, Plan Estratégico de Juárez AC, impulsó un reglamento para incorporar consejos técnicos ciudadanos que apoyen al cabildo en la definición de política pública. La propuesta fue rechazada.

En Juárez, como en muchos municipios del país, las decisiones de gasto son arbitrarias y la transparencia inexistente. Las acciones municipales son, al menos, sospechosas. La autoridad local responde a demandas distintas de las sociales.

Mientras tanto, el gobierno federal destina recursos que parchan pero no transforman. Ofrecen paliativos que inducen mínimos cambios institucionales. Carecen de condicionamientos y mantienen intacto el ejercicio de la autoridad local. El gobierno federal paga inserciones en periódicos de circulación nacional para justificarse pero solo ofrece una respuesta parcial. “Todos Somos Juárez” es una respuesta necesaria más no suficiente.

El municipio gasta en financiar parcialmente al ejército y a la policía federal. Invierte en vías de comunicación innecesarias, en expandir la ciudad sin límite y sin orden, en sacar a la universidad, en promover unidades habitacionales de pésima calidad. Mientras tanto, los habitantes carecen de servicios públicos. Las distancias son excesivas, el transporte está viejo. Los usuarios caminan cuadras y cuadras para pasar de una parada a otra, ahí donde las mujeres se juegan la vida, ante el resurgimiento de los feminicidios.

En esta ciudad, la vida no es normal. Las jornadas empiezan en la madrugada pero temprano, por la tarde, se encierran las familias. La interacción comunitaria es difícil. El miedo ha permeado en todos los niveles. Nadie sabe quien es su vecino y prefieren no averiguarlo. Se marchita la vida pública con el cierre o quiebra de restaurantes, cafés y bares. Las autoridades representan más una amenaza que una fuente de protección.

La estructura de la ciudad es poco común. El trazo del centro se respetó, pero la expansión horizontal es anárquica. Se intercalan granjas abandonadas, terrenos baldíos, lotes de maquiladoras, modernos pasos a desnivel, un parque nuevo con juegos infantiles de antaño. Es difícil encontrar una escuela, o un local comercial.

Esporádicamente, aparecen clubes de golf semi enmontados, enormes unidades habitacionales de interés social o medio casi sin servicios, que parecen más dormitorios que comunidades. El problema se agrava con el abandono de viviendas. Ciudad Juárez tiene, hoy, 116 mil casas abandonadas, vandalizadas y vecinas de los hogares de los trabajadores de las maquiladoras: los más precisos, ordenados y productivos del país.

La problemática de Juárez es compleja. La corrupción y la impunidad están en el corazón del problema, empeorados por la guerra y la confrontación de grupos criminales. Las autoridades tienen una pistola en la cabeza. Hoy, los incentivos políticos y económicos juegan contra la sociedad.

La buena noticia es que en medio de este escenario, la sociedad está en acción. Una parte, presiona por la vía de la violencia. La otra, tiene contenido y propuestas. Busca salidas y desarrolla respuestas. Abre brecha y atiende necesidades. La intensidad de la violencia genera el cierre de filas en las colonias populares. Villas de Salvarcar es un ejemplo de reagrupación comunitaria para enfrentar la delincuencia.

Por su situación, Juárez puede volverse un ejemplo de transformación de la administración municipal. Académicos, empresarios y luchadores sociales se reagrupan. Tienen un equipo técnico, una organización adecuada y una actitud integradora. Buscan cooperar con el gobierno, no polarizar. Quieren influir en la toma de decisiones no excluir a las autoridades. Bien instrumentado, el esquema puede transformar de fondo a la ciudad, no sólo compensar en la adversidad.

Este caso debe atenderse. La reconstrucción de tejido social y la interacción ciudadana no se da con prebendas. Debe rediseñarse el ejercicio del poder local y condicionarse el apoyo. Pasadas las elecciones debe repensarse la estrategia civil y acotar la estrategia de guerra. El desasosiego de Juárez puede llevar a un nuevo modelo de interacción entre sociedad y gobierno que puede transformar la forma de gobernar en todo el país.

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