La Jornada en línea
Publicado: 19/06/2010 15:12
México, DF. Carlos Monsiváis Aceves fue un periodista, cronista, ensayista y narrador mexicano, nacido en la ciudad de México el 4 de mayo de 1938, que desde muy joven colaboró en los más importantes suplementos culturales y revistas del país.
Estudió Economía y Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su amplísima cultura, su curiosidad universal, su eficaz escritura y su capacidad de síntesis le permitieron desentrañar los aspectos fundamentales de la vida cultural y política mexicana del pasado y presente, por lo que se convirtió en una de las voces más reconocidas del panorama cultural hispánico.
Sus crónicas, género que desempeñó con absoluta pasión, se han recopilado en libros, como Principios y potestades (1969); Días de guardar (1971), sobre los sucesos de Tlatelolco; Amor perdido (1976), sobre algunas figuras míticas del cine, la canción popular, el sindicalismo, la militancia de izquierda, los políticos o la burguesía; De qué se ríe el licenciado (1984); Entrada libre, crónicas de la sociedad que se organiza (1987); Escenas de pudor y liviandad (1988), sobre la sociedad del espectáculo; y Los rituales del caos (1995), ceremonias de la debacle ciudadana y política.
También ha escrito textos narrativos, tal es el caso de Nuevo catecismo para indios remisos (1982); además de biografías, Frida Kahlo: Una vida, una obra (1992); ensayos, Características de la cultura nacional (1969) o Historias para temblar: 19 de septiembre de 1985 (1988); y antologías, La poesía mexicana del siglo XX (1966), La poesía mexicana II, 1914-1979 (1979) o La poesía mexicana III (1985).
Entre sus múltiples galardones que ha recibido se encuentran el Premio Nacional de Periodismo, en 1988; el Mazatlán por Escenas de pudor y liviandad, en 1988; Xavier Villaurrutia, en 1995, y Anagrama de Ensayo por Aires de familia: Cultura y sociedad en América Latina, en 2000.
En 2002 publicó el ensayo Yo te bendigo, vida, sobre la vida y la obra de Amado Nervo.
De igual modo, su presencia en múltiples foros (revistas, mesas redondas, programas de radio y televisión, periódicos, coloquios, museos, películas y antologías, entre otros) lo convirtieron en una celebridad y en uno de los personajes fundamentales del país.
El escritor Adolfo Castañón, en su ensayo Un hombre llamado ciudad, lo considera “el último escritor público en México”, en el sentido en que no sólo cualquier mexicano lo ha escuchado o leído, sino que todos son capaces de reconocerlo en la calle.
El cumple 72 de Monsi
Elena Poniatowska escribió en La Jornada este texto el 4 de mayo anterior a Carlos Monsiváis.
La Jornada en línea
Publicado: 19/06/2010 15:02
Hoy Carlos Monsiváis cumple 72 años. El año pasado fuimos a felicitarlo a su casa y a cantarle Las Mañanitas con un trío femenino y feminista de mariachis de sombrero más ancho que su falda y luego desayunamos con él en la avenida Tlalpan, a un lado de la calle de San Simón.
Caminamos a su lado y la gente lo paraba en la calle. “Si sigue así voy a caer en la autoindulgencia.” Tras de él avanzaba una cauda invisible: su madre, doña Esther, Beatriz y Araceli, su tía, quien fue ama de llaves de Artemio de Valle Arizpe, quien le daba permiso de llevarse unos libros a su casa; sus amigos de toda la vida, Luis Prieto, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Fernando Benítez, Iván Restrepo, de la mano de Nelly; Francisco Toledo, Vicente Rojo, Rafael Barajas, El Fisgón; Jesús Ramírez, Chema Pérez Gay y Lilia, Rolando Cordera, Jenaro Villamil, Rogelio Naranjo, Eduardo del Río, Rius; Julio Scherer García, Ricardo Pérez Escamilla, Carlos Payán, Hugo Gutiérrez Vega, Neus Espresate, José Luis Ibáñez, 12 gatos con listones de colores en torno al cuello y las mil 500 personas que congrega cada vez que presenta un nuevo libro.
La avenida Tlalpan se llenó con los más diversos personajes, porque desde Días de guardar hasta Apocalipstick, Monsiváis convoca multitudes. Carlos reía, como ríe de ti y de mí, de nosotros, de ustedes, ríe de lo que pasó aunque no ríe del futuro y de lo que nos espera. En ese desayuno nos hizo reír mientras comía sus tacos de pollo con salsa verde acompañados por frijoles refritos y una Coca-Cola.
“Carlos: ni un taco más”, le dijo Marta Lamas, quien es su ángel de la guarda de alas que van de San Simón a Tlacopac y sobrevuelan todos los periféricos y los viajes por la República y los que van de Alaska a la Patagonia. Tan grande es su curiosidad, su azoro y su gratitud que Carlos a todo le dice que sí.
Hoy festejamos a Carlos Monsiváis, brindamos por él y por su pesimismo orgánico y sus revelaciones que tienen mucho de ironía y mucho de parábolas bíblicas.
Carlos Monsiváis se encuentra ahora en el Instituto Nacional de Nutrición porque sufre fibrosis pulmonar. Su corazón está en perfecto estado, dicen los médicos, y así tiene que ser porque el corazón de Monsiváis abarca todas las luchas sociales del siglo XX y del XXI.
Hace unas semanas defendió a Luz María Dávila, madre de dos de los 16 jóvenes asesinados en Ciudad Juárez. Desde su primera huelga de hambre para apoyar a los maestros en 1958, Monsiváis acompaña las grandes causas de nuestro país. A los 16 años, en 1954 le tocó ver a Frida Kahlo en una silla de ruedas empujada por Diego Rivera en una manifestación en contra del derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala y de allí para el real ha asistido a todas las marchas, las protestas, los actos de resistencia que sus crónicas consignan: la de los estudiantes en 1968, los damnificados de San Juanico en 1984, los del terremoto de 1985, los zapatistas en 2001, el feminismo, la despenalización del aborto, la persistencia de la homofobia, la lucha contra el neoliberalismo, el sida, la corrupción política y la defensa de nuestra historia y del arte del pueblo, sus luchas, sus querencias y sus entretenimientos en El Estanquillo.
Gran polemista, gran interlocutor, gran luchador social de toda la vida, gran promotor de la sociedad que se organiza, cronista, guía y gurú de los jóvenes de hoy que lo aman y lo siguen, Monsiváis, además de recoger con humor y sentido crítico los episodios de nuestra historia, ha denunciado todas las atrocidades sociales y lo consideramos desde hace muchos años la conciencia moral de México. Desde aquí le deseamos el regreso a la salud y al deseo de narrar lo vulnerables que nos sentimos sin él
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