lunes, 17 de mayo de 2010

Los enigmas de Diego


Roberto Rock L.
EL UNIVERSAL

Curioso dilema debe haber tenido el equipo del presidente Felipe Calderón cuando la mañana de este sábado debió hacer público un pronunciamiento sobre la desaparición de Diego Fernández de Cevallos: en el entorno presidencial conviven los más íntimos amigos —como Fernando Gómez Mont— y algunos —como la hermana, Luisa María Calderón— de los más ácidos críticos del abogado queretano.

El rastro hasta el destino que esté enfrentando hoy el llamado Jefe Diego —cuyo paradero era aún desconocido la tarde de ayer— podría representar la pesadilla de cualquier detective: su espectro de enconos incluye desde políticos de los tres principales partidos políticos, hasta su ámbito familiar inmediato.

Investigar el posible móvil de un atentando contra el político queretano supondrá desarrollar líneas de investigación sobre rivalidades políticas, negocios malogrados, el alegado despojo de algunas propiedades que se le atribuía; su enorme fortuna personal, incluso el roce del narcotráfico en algunos asuntos en los que se ha involucrado…

Si su ámbito personal exhibe tal complejidad, externamente también cabe cualquier hipótesis: su filiación panista, su apego con Carlos Salinas de Gortari. Víctima propicia para un cártel del narcotráfico, para una organización guerrillera, para una banda de secuestradores en busca de leyenda…

Desde la tarde del sábado la actitud de la autoridad parecía enviar un mensaje reacio a encontrar causas políticas o del crimen organizado en la subrayada “desaparición” —no atentado, no plagio— de Fernández de Cevallos.

Quizá en ello se pueda encontrar el mensaje de que el gobierno piensa que el problema se radica en el ámbito personal del queretano. Pero también es posible que la postura oficial deje traslucir la agria relación entre Diego y el principal huésped de Los Pinos. Una historia que ya casi acumula 20 años; que incluye desde amagos de golpes hasta acusaciones de corrupción y tráfico de influencias esgrimidas por los Calderón contra quien fuera el aspirante presidencial panista en 1994.

El amor-odio entre el Presidente y Fernández de Cevallos encierra una paradoja en el breve lapso de una década: se asegura que durante una reunión privada en 1996, Diego puso en duda la hombría de Carlos Castillo Peraza, quien estaba en proceso de ceder el liderazgo del PAN nacional en manos de su pupilo político, Felipe Calderón. Este último, furioso, habría desafiado a Diego a liarse a puñetazos. En 2006, el propio Calderón le solicitaría ayuda para cabildear en su favor ante el tribunal federal electoral, tras las tormentosas votaciones presidenciales de ese año.

La imagen de Fernández de Cevallos como abogado agudo y polemista feroz cobró fama a partir de que en 1988 operó un “pacto de legitimidad” entre Acción Nacional y Salinas de Gortari, y fue el promotor de reformas que llevaron al PRI a convertirse, en los hechos, en un partido de derechas. No en balde en el despacho del panista figura una carta del ex delegado apostólico Jerónimo Prigione en la que agradece su papel en la reforma constitucional para dotar a la Iglesia de mayores derechos políticos.

A Diego se le atribuye haber negociado derrotas electorales priístas desde finales de los 80 y principios del arranque de los 90, en estados como Baja California, Sinaloa, San Luis Potosí, Chihuahua o Guanajuato. Pero en esta última entidad el a la sazón candidato panista a gobernador, Vicente Fox, lo tachó de “traidor” por acordar con el salinismo el arribo de un interinato en beneficio de Carlos Medina Plascencia.

Más tarde vendrían los escándalos por el engendro político que supone el que Diego aproveche su poder político para litigar en beneficio de intereses privados, muchas veces en perjuicio del Estado. En esos lodos se ha embarrado para defender a Gerardo de Prevoisin, a los Ramos Millán, a la empresa Jugos del Valle, o coludirse con Carlos Ahumada y —otra vez— con Salinas de Gortari para torpedear a Andrés Manuel López Obrador.

Hace algunas semanas, durante una comida en un lujoso restaurante al poniente del Distrito Federal, Fernández de Cevallos concertaba un negocio auxiliado por el ex senador panista Fauzi Hamdan. Sus interlocutores a la mesa estallaron en risas ante una anécdota que Diego cerró con una frase reiterada:

—Los pinches mexicanos siempre se pasan de listos…

Algo de lo mucho implícito en esa sentencia lo alcanzó a la medianoche del viernes. Ya se verá con qué consecuencias.

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