Por Jorge Carlos Frías Gutiérrez
El Real Palacio, el Palacio de los Virreyes o el actual Palacio Nacional encierra una gran historia, como la de un cuento de hadas. Habitado por los nobles que durante tres siglos gobernaron la Nueva España y visitado por los personajes más destacados de su respectiva época como Sor Juana Inés de la Cruz, Simon Bolívar, Alejandro de Humboldt, la Reina Isabel de Inglaterra y el Rey Juan Carlos de España, entre otros.
Nuestro cuento se remonta al siglo XVI, cuando este solar fue "Casa de Cortés" y sus primeros arquitectos fueron Rodrigo de Pontocillos y Juan Rodríguez. Su frente no llegaba hasta la esquina de la calle de la Moneda, como en la actualidad; tenía dos portadas renacentistas construidas en 1564 y tres patios; la habitación de los virreyes era el ala izquierda y el cronista Sariñana lo describe así:
"Todas las piezas, camarines y retretes que pide la suntuosidad de un palacio: junto a la escalera tiene tres salas grandes principales, de estrada, con balcones a la Plaza Mayor y entre ellos, uno de doce varas de largo y casi dos de vuelo, ensamblado y dorado, con su zaquizamí y plomada... "
El balcón que con tanta sorpresa describe el cronista fue conocido como el "Balcón de la Virreina", mandado construir en 1640 por el virrey duque de Escalona, a la manera andaluza, con amplia repisa, apoyada en el muro por niños atlantes, con celosías de madera y su "zaquizamí" o techo inclinado como alero, con delgadas tejas de plomo. Un espacio muy importante que no podía faltar en los suntuosos palacios europeos y novohispanos fue la capilla, situada al fondo del patio principal; construida con bóvedas de piedra, el retablo se proyectó en estilo clásico del orden corintio, deteniendo "dos muchachos de medio relieve, honestamente desnudos". Describe y explica Francisco de la Maza: "Es decir, completamente desnudos, pero oculto el sexo con una oportuna cinta que no se sabia de dónde venia", y al centro del retablo una pintura de gran formato con Santa Margarita, pintada por el español Alonso Vázquez.
Y como casi todos los palacios, el nuestro, el que acabo de narrar, sí, el del siglo XVI, sufrió un ataque; esto fue en el siglo XVII cuando el virrey conde de Gálvez fue acusado por el pueblo hambriento y en 1692 es incendiado por la muchedumbre. El arquitecto Felipe de Roa y Fray Diego Valverde fueron los encargados del nuevo proyecto, pudiéndolo habitar por primera vez en 1697, el virrey conde de Moctezuma.
Atardecer en el Palacio Nacional, Anthony Carey Stannus, (Óleo a la aguada y acuarela sabre papel, 61 x 96 em). Pintura y Vida Cotidiana en México 1650-1950, p. 156, Fomento Cultural BANAMEX, CONACULTA, 1996.
La fachada que se proyectó es la actual, corrida hasta la calle de la Moneda y sin la puerta de ese lado, (abierta posteriormente por el presidente Mariano Arista, de ahí su nombre "Puerta Mariana"). Con ritmo y armonía fue resuelta tanto la fachada como su planta arquitectónica; dispuesta en torno a un enorme patio principal y otros secundarios.
Sin muchos cambios transcurre el siglo XVIII y,al comienzo del XIX, la Plaza Mayor cambia su fisonomía con la colocación de la estatua de Carlos IV de Manuel Tolsá en 1808. Para el 22 de mayo de 1813, en plena efervescencia del movimiento por la Independencia, el virrey Félix María Calleja del Rey (1753-1828) nombra a la Plaza Mayor de México, Plaza de la Constitución. En 1821 el Palacio es habitado por el último virrey, Juan O´Donojú, firmándose el 28 de septiembre del mismo año el acta de Independencia del Imperio Mexicano y es hasta el 21 de Julio de 1822 cuando llega otro morador; el Emperador Agustín de Iturbide. Pasaron también por la historia de este Palacio los imperios de Antonio López de Santa Anna y el de Maximiliano de Habsburgo. También, vivió en él el primer presidente de México; Guadalupe Victoria y todos los que le siguieron, Benito Juárez y Porfirio Díaz entre otros, siendo el último morador Manuel González, presidente en el período de 1880-1884.
Los cambios del siglo XX y el crecimiento de la ciudad demandaron ampliar el Palacio y en 1929 se le añade un tercer piso y se le coloca un nuevo tratamiento a su fachada; el rojo tezontle y la blanca cantera de Chiluca; la propuesta y la obra fue dirigida por los arquitectos AlbertoJ. Pani y Augusto Petriccioli. Sobre el balcón principal y presidencial, el de en medio, fue colocada en un nicho de forma absidal la campana que el 16 de septiembre de 1810 tocara el cura Miguel Hidalgo y Costilla en el pueblo de Dolores, para iniciar la lucha por la independencia de México.
Un gran remate o copete a la manera barroca corona la campana y al centro, en un óvalo, nuestro escudo nacional: un águila de perfil, parada en un nopal devorando una serpiente, flanqueada por un guerrero mexica y un soldado español y por encima el asta que ondea la bandera nacional. Su interior guarda tesoros y espacios incalculables por su belleza y su valor histórico, tales como: El Recinto Parlamentario, el salón de la tesorería con su puerta de Hierro, la escalera de la Emperatriz, el recinto Benito Juárez, el Salón de los Embajadores y por supuesto los importantes murales de Diego Rivera en sus corredores.
La última intervención fue la nueva instalación del alumbrado de su fachada, realizado con tecnología francesa igual a la del Palacio de Versalles y al museo del Louvre en París.
Y ahora, ya sin virreyes ni emperadores, este gran palacio sigue siendo protagonista de historias y cuentos hermosos, y colorín colorado...
*Revista Ritos y Retos del Centro Histórico, nueva época, núm. 8
Fuente: boletín finsemaneando
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