viernes, 14 de mayo de 2010

Cuando el narco reinaba en México o la nostalgia de las buenas maneras

En la fractura del cártel del Cartel del Golfo con Los Zetas, su entonces brazo armado, se encuentra la semilla de la transformación del narcotráfico: podríamos sustentar que el llamado “narcoterrorismo” es susceptible de ser reclasificado como terrorismo híbrido, sostiene el articulista invitado Salvador Mejía.


Por Salvador Mejía

EjeCentral.com.mx

El autor es abogado por la UNAM, especialista en temas de Prevención de Lavado de Dinero y Financiamiento al Terrorismo así como en Política 2.0. Mantiene el blog titulado México Bajo Fuego. Su perfil completo se encuentra aquí

El fenómeno del narcotráfico en México surgió aproximadamente en 1940, por lo tanto al escribir estas líneas en 2010, y tomando en cuenta que las generaciones se contabilizan en ciclos de 25 años, podemos decir que tres generaciones de mexicanos pueden dar fe de la evolución del narcotráfico.

De hecho, si pudiésemos preguntar a los integrantes de cada una de estas generaciones cual es el primer recuerdo que tienen del narcotráfico seguramente podríamos segmentar las respuestas en tres grupos:

1. Los narcotraficantes eran personas escondidas en las Sierras de Guerrero y Sinaloa.

2. Los Cárteles de narcotraficantes eran conocidos e inclusive gozaban de cierto apoyo social.

3. La delincuencia organizada es una amenaza para la seguridad de México.

Estas respuestas de laboratorio me llevan a proponer que el narcotráfico en México sufrió una profunda transformación en los aproximadamente 70 años que lleva operando; simplemente la manera en la cual nos referimos a este nos dan un excelente indicativo: primero fue la era del “narco” (como organización claro está) el cual inclusive destinaba parte de sus ganancias o de su poder para apoyar a la población en sus zonas de influencia, incluso dentro de la memoria colectiva queda la declaración del narcotraficante Rafael Caro Quintero, quien desde la cárcel se ufanaba de pagar la deuda externa de México a cambio de que lo “dejaran trabajar”.

Después fue la de los “Cárteles” los cuales eran tolerados o conveniente ignorados por la sociedad urbana, ya que se limitaban de manera casi exclusiva al traslado de droga a los Estados Unidos y no afectaban a la población, inclusive las notas de mayor relevancia de esa época se limitaban a los asesinatos ocurridos entre las familias de sus dirigentes.

Por ultimo llegó la etapa de la “delincuencia organizada”, la cual no solo trastocó los principios de la vieja guardia, en lo particular el respeto a la población civil, sino que terminó por convertirse en un factor de desestabilización para el país, y es precisamente en este ciclo cuando surge nuevamente en México un fenómeno que no se repetía desde la época de la guerrilla (en las décadas de los 60’s y 70’s): el terrorismo.

De hecho, la denominación técnica a esta situación es la de “terrorismo híbrido” toda vez que se conjuntan actividades clasificadas como terroristas con el fondeo o apoyo directo del crimen organizado.

Para entender cómo fue que llegamos a este extremo no podemos perder de vista que el narcotráfico, como fenómeno social, se ha visto obligado a evolucionar conforme a la sociedad, y que el mundo no solo ha cambiado en los últimos 70 años, sino que el ritmo al cual lo ha hecho ha sido el más acelerado en la historia; por lo tanto es necesario revisar los aspectos básicos de este proceso de transformación:

El narcotráfico surge de manera “oficial” en México en la década de los 40 con el boom del cultivo de la planta de amapola, específicamente en la región de Badiguarato, Sinaloa; ¿la razón? la demanda de heroína requerida por el ejército norteamericano durante la segunda guerra mundial.

Una vez terminada la segunda guerra mundial el daño ya estaba hecho: como consecuencia a la crisis económica muchas personas optaron por trabajar para los narcotraficantes en la Sierra de Sinaloa o en la Sierra madre (el “cuadrilátero de oro”); a finales de los 70’s y debido a la popularidad del producto así como a las campañas gubernamentales para erradicar estos cultivos, los narcotraficantes se vieron obligados a extenderse hacia otras áreas llevando consigo un nuevo estilo de vida.

Fue aproximadamente en 1984 cuando el primer Cártel mexicano (el de Guadalajara) liderado por Miguel Félix Gallardo junto con sus principales socios Ernesto Fonseca y Rafael Caro Quintero, estableció contacto y acordó con el Cártel de Medellín crear una ruta de transporte de marihuana y cocaína a los EU; esto generó un innegable poderío a las cabezas del Cártel, el cual se prolongó por varias generaciones.

La interacción del narcotráfico con las cúpulas del poder político mexicano en aquellos años era un hecho real y concreto, inclusive la Drug Enforcement Administration (por sus siglas en inglés DEA) de los EU no solo señaló que en la campaña Presidencial de 1982 fluyeron libremente recursos del narcotráfico sino que apuntó directamente a diversos políticos por colaborar con el narcotráfico o beneficiarse de este.

Independientemente de estos señalamientos la relación entre el Gobierno mexicano (el cual mantenía en aquella época un férreo control del país) y los narcotraficantes era, en el menor de los casos, de entendimiento y en el mayor, de complicidad.

Hasta que en 1985 fueron torturados y asesinados en Guadalajara el agente encubierto de la DEA Enrique Camarena Salazar y su piloto Alfredo Zavala y posteriormente, en 1993, fue asesinado también en Guadalajara el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo atribuyéndosele su muerte al fuego cruzado entre Cárteles rivales.

A partir de estos hechos el Gobierno mexicano, en mi opinión, no tuvo mayor alternativa que perseguir, capturar e inclusive doblar las manos y aceptar extraditar a algunos de los capos a solicitud de los Estados Unidos, pero esto no implicó un rompimiento de facto con los Cárteles, más bien fueron acciones políticamente correctas o un proceso de manejo de daños pensando a futuro.

De hecho durante las diferentes administraciones federales se mantuvo una campaña para erradicar cultivos de amapola, decomisar cargamentos y aprender a algunas de las cabezas de los diversos Cárteles (quienes ya eran integrantes de la segunda generación) y los cuales ya habían iniciado abiertamente una campaña para comprar los servicios de policías y funcionarios de todos los niveles, pero por alguna razón se dejaron de lado cuestiones como el sellar la frontera para impedir el contrabando de armas o el detectar y asegurar los recursos financieros y materiales de los Cárteles.

Las consecuencias más visibles de esta nueva estrategia se materializaron en los arrestos de los capos Rafael Caro Quintero en 1985 y Joaquín Guzmán Loera en 1995 quién en 2001 escapó del Penal de Puente Grande.

Como señalé anteriormente, el narcotráfico, como fenómeno social, no solo no es ajeno a la transformación de la sociedad, sino que ha demostrado con hechos que posee una notable capacidad de adaptación al cambio, lo cual demostró el día que el mundo despertó y se dio cuenta de que nada sería diferente.

Tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, el Gobierno de los EU modificó radicalmente sus estrategias de seguridad nacional, esto afectó a México en tres aspectos:

1. EU no solo endureció sus Aduanas de ingreso con México, sino que desplegó un operativo nunca antes visto a lo largo de la frontera común.

2. Reactivo la “Clinton List” o la lista negra de la Office of Foreign Assets Control (por sus siglas en inglés OFAC) para las “Specially designated nationals & blocked persons”, creó otras listas negras relacionadas con terrorismo, narcotráfico y delincuencia organizada et. al. y promulgó leyes (en un inicio) con alcances extraterritoriales como la US Patriot Act; en la cuales ya eran señalados de manera directa los nombres de las personas físicas y morales de quienes se tenía evidencia firme de su participación en ilícitos e inclusive, por la mera sospecha de esto.

3. EU congeló el resto de la agenda bilateral con México para enfocarse en la llamada “War on terror” hasta que el 30 de junio del 2008 el Presidente George Bush tuvo que admitir su error y firmar en conjunto con el Gobierno de México la llamada “Iniciativa Mérida” (mal llamada también “Plan México”), el cual es un tratado internacional de seguridad para combatir el crimen organizado.

A manera de ejemplo podemos ver una ficha de la OFAC para una empresa mexicana supuestamente ligada al Cártel de Tijuana:

“ABAROA FOX MARINE (a.k.a. MATERIALES Y REFACCIONES ABAROA; a.k.a. TIENDA MARINA ABAROA), Abasolo S/N, Col. El Manglito, La Paz, Baja California Sur 23060, Mexico; Leona Vicario 1000 E/Alvaro Obregon, Benito Juarez, Cabo San Lucas, Baja California Sur 23469, Mexico; R.F.C. AADV55053OUQO (Mexico) [SDNTK]”

¿Cuál es el impacto que esta ficha o designación genera? Que al haber sido designada la empresa ABAROA FOX MARINE dentro de esta lista todos sus bienes (o activos) en los EU han sido congelados y cualquier persona física o moral que realice operaciones con dicha empresa puede correr la misma suerte, independientemente de cualquier proceso judicial que pudiera ser iniciado en EU.

Las consecuencias podrían ser igualmente aplicables a personas que hayan trabajado o trabajen para dicha empresa (obvio pueden olvidarse de entrar a EU). Como puede apreciarse, los datos contenidos en una ficha de la OFAC son tan precisos que incluyen información como el Registro Federal de Contribuyentes, y la cual fue en teoría fue comprada por el gobierno estadounidense a la empresa Choice Point como consecuencia del tristemente célebre robo de información del Instituto Federal Electoral; esto provocó que los activos de los Cárteles por primera vez se vieran en un serio riesgo operativo.

A esto, por supuesto, hay que agregar que si bien desde el 2001, y a raíz de la fuga de Joaquín Guzmán Loaera, el Gobierno Federal intensificó sus acciones en contra de los Cárteles. Fue en 2005 cuando el Presidente Felipe Calderón tomó la decisión de dar inicio a una operación a gran escala vs los Cárteles; esto implicó además de una confrontación física a gran escala, que el Gobierno de México tuvo que llevar a cabo una operación de limpieza en las instituciones policíacas y de procuración de justicia como nunca antes y se comenzaron a realizar operaciones de inteligencia financiera.

La suma de estos factores permitió la captura de numerosos dirigentes de Carteles, pero trajo una consecuencia lógica: una fragmentación de los Cárteles, siendo la de mayor impacto la del entonces brazo ejecutor del Cartel del Golfo: Los Zetas, y es precisamente aquí donde se localiza el “ground zero” de la transformación del narcotráfico en la delincuencia organizada y de la práctica del terrorismo híbrido en México.

Como mencioné en mi artículo “Para entender a los Zetas”, cuando fue detenido Osiel Cárdenas Guillen en 2003, los Zetas, al verse “huérfanos” decidieron hacer uso de su entrenamiento de guerra de guerrillas para sobrevivir, ya que en ese momento carecían de la infraestructura necesaria para poder operar como un Cártel, tácticas que tuvieron resultados que, me atrevo a decir, ni siquiera ellos pudieron pronosticar.

El problema de fondo es que los Zetas, insisto, hicieron lo que mejor sabían hacer: echaron mano de métodos de violencia extrema. En 2004 rompieron relaciones con los demás Cárteles para apropiarse de plazas y rutas de distribución. Fue tal su éxito que el entonces Titular de la Subprocuraduría Especializada en Delincuencia Organizada, José Luis Santiago Vasconcelos, se vio obligado a reconocerles su efectividad, tácticas y capacidad de movimiento y la OFAC por fin los rankeo como Cártel y los indexó en sus listas negras de conformidad con la Foreign Narcotics Kingpin Designation Act (Kingpin Act). Supongo que esto equivaldría a que una empresa aparezca en la lista de “Great place to work at”.

Esto provocó a su vez el despliegue del Ejército Mexicano y de la Policía Federal como parte del “Operativo Conjunto Michoacán” (diciembre de 2006) y del “Operativo Conjunto Chihuahua” (Marzo de 2008) para combatir a los Cárteles.

Como una consecuencia a todos estos factores, los Zetas optaron por expandir o diversificar sus operaciones y comenzaron a incursionar en delitos o actividades que afectan directamente a la sociedad mexicana. El secuestro, la extorsión, el robo, el despojo, la piratería, la venta de protección y la trata de personas entre otros, se convirtieron en actividades cotidianas para ellos, siendo copiados, inusitadamente, por el Cartel de la familia Michoacana el cual presumía de tener una sólida base social.

Independientemente del fuego cruzado en el cual se vio atrapada la población por la ofensiva de los Zetas, el 16 de Septiembre de 2008 el crimen organizado rompió de manera definitiva la regla no escrita de la vieja guardia: respetar a la población.

Tras el atentado con granadas en Morelia perpetrado por los Zetas todos entendimos que algo había pasado, que habíamos perdido esa inocencia o esa tranquilidad tan nuestra; el atentado no solo se limitó a las personas que fallecieron y resultaron heridas en el Zócalo de Morelia, la sociedad tuvo miedo de salir a la calle por primera vez en 70 años.

La escalada de violencia registrada durante este período mantuvo a diversas poblaciones en una suerte de estado de sitio, llegando esto a un extremo tal que el Gobierno de EU sugirió que México era un estado fallido, afectándose con ello el grado de inversión asignado por algunas calificadoras.

Fue tal la violencia ejercida por los Zetas que en marzo de 2010, y con motivo de la Iniciativa Mérida estos (junto con el Cartel del Golfo) merecieron un comunicado por parte del US Departmen of the Treasury en el cual les asignaban responsabilidad “for much of the current bloodshed in Mexico…”.

De hecho el 15 de febrero de 2010 la Comisión de Seguridad del Senado de la República informó que de diciembre de 2006 a diciembre de 2009, se han contabilizado aproximadamente 17,000 ejecuciones en México relacionadas con el crimen organizado, y el conteo no oficial llevado por el periódico El Universal para 2010 es de 3,233 (http://www.eluniversal.com.mx/coberturas/esp207.html), lo cual nos daría una cifra aproximada de 20,233 personas muertas en lo que va del sexenio.

De hecho recientemente estuve discutiendo con miembros del Institute of Terrorism Research and Response respecto de si era válido, o no, el considerar que en México existía un problema de terrorismo; mi posición era precisamente que el crimen organizado en México había cambiado sus estrategias de manera tan radical debido a los mismos factores que hemos venido aquí señalando, que era obligatorio discutir el tema del terrorismo como un problema real y concreto para México.

Me pareció un hecho notable que varios panelistas estaban convencidos de que terroristas islámicos, penetraron México desde 2005 y que al día de hoy existen “well known ties of varying degrees between Mexican narcotraffickers and radical Islamists. Those influences are coming, in part, from a little further south” y que tales influencias tienen su origen en Venezuela y Colombia.

Los panelistas señalaron que en Venezuela existe, como consecuencia de su estrecha relación con Irán, sospechas fundadas de que el presidente Hugo Chávez apoya a grupos terroristas con una política especial de inmigración para los Chiítas de Irán y Siria; de igual manera mencionaron que el año pasado las autoridades Colombianas descubrieron una operación de narcotráfico conducida por islamistas, y quienes compartían ingresos con el grupo de Hezbolá.

Señalé a los miembros del grupo que en México no hay tal cosa como una alianza entre los Cárteles y grupos terroristas islámicos; y para apuntalar mi idea acepté que por otro lado efectivamente se tenían reportes oficiales e investigaciones periodísticas respecto de la infiltración de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARCS) en Universidades, organizaciones sociales et. al. en México; así como sus alianzas con la delincuencia organizada.

No obstante mis argumentos, la idea de la infiltración de grupos terroristas seguía vigente en los panelistas, quienes se aferraban a información contenida en el periódico El Diario de El Paso, así como una supuesta declaración pública del ex Consejero de Seguridad Nacional de México y ex Embajador ante la ONU, Adolfo Aguilar Zinser, en la que supuestamente dijo que “Spanish and Islamic terrorist groups are using Mexico as a refuge".

Al buscar esa supuesta declaración en Internet lo que encontré fueron notas contenidas en sitios web de EU fechadas en 2008, 2009 y 2010, lo cual es bastante extraño porque el Licenciado Aguilar Zinser (quien fue nombrado en 2000 por el Presidente Vicente Fox para esta posición creada ex profeso para él, y nombrado posteriormente como Embajador de México ante la ONU hasta noviembre de 2003 cuando el Presidente Fox le pidió su renuncia debido a un controvertido discurso rendido ante estudiantes de la Ciudad de México), lamentablemente murió en un accidente automovilístico el 5 de junio 2005.

Realicé la misma operación para los supuestos reportes de inteligencia y periodísticos con el mismo resultado, obviamente para este momento no pude evitar darme cuenta que los periódicos y las páginas consultadas estaban localizadas en el sur de los EU.

El resultado de esta discusión fue sin duda que, independientemente de lo que en realidad esté ocurriendo en México, al exterior se tiene la percepción de que el terrorismo es un hecho real, y por más que quisiera negarlo, los hechos me permitirían en el mejor de los casos dimensionar el problema y aceptar que en México se está viviendo una era de terrorismo híbrido.

Si bien a la fecha la comunidad internacional ha sido incapaz de formular un acuerdo universal, jurídicamente vinculante para el delito de terrorismo, toda vez que el terrorismo se puede encontrar ligado a movimientos sociales, separatistas, independentistas, religiosos o meramente ideológicos, por lo que en consecuencia el mundo entero se tendría que poner de acuerdo para definir los conceptos de “bueno” y “malo”.

El concepto mismo del terrorismo es tan complejo y controversial que ha llegado a ser usado por autoridades y gobiernos para deslegitimizar a sus oponentes internos y externos.

Imaginemos este debate entre un norteamericano católico y un Saudita musulmán, en el cual este último defendería que el convertirse en un suicida sería un acto de fe que le sería recompensado en el paraíso mientras que el primero defendería a su vez su derecho a perseguirlo por ello y encerrarlo por años en un centro de detención al amparo de una Ley extraterritorial que le impediría al musulmán, defender su “inocencia” ante una Corte en EU ¿Quién estaría en lo correcto?, ¿qué evitaría que una legitima posición contraria a los intereses dominantes fuera considerada como terrorismo político, sub-terrorismo de Estado, terrorismo social revolucionario, terrorismo nacionalista-separatista, terrorismo extremista religioso, terrorismo religioso fundamentalista o extremista, terrorismo de derecha, terrorismo de izquierda, terrorismo ocasional, terrorismo de Estado, régimen terrorista, terrorismo criminal, terrorismo patológico o simplemente como eco-terrorismo (revisar al Frente de Liberación de la Tierra y El Frente de Liberación Animal)?

No obstante este problema, una de las definiciones más aceptadas para el terrorismo es el uso sistemático del terror como medio de coerción para obtener un triunfo ideológico y que son perpetrados despreciando la seguridad de la población civil (no combatientes), o inclusive señalando a estos como un blanco específico.

O si queremos ser institucionales, podemos quedarnos con la definición liberada en 2004 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU): “Terrorism (is) any act intended to cause death or serious bodily harm to civilians or non-combatants with the purpose of intimidating a population or compelling a government or an international organization to do or abstain from doing any act".

Ahora bien, Michael Jacobson y Matthew Levitt en su obra “Tracking Narco-Terrorist Networks: The Money Trail” señalan que el narcotráfico se está convirtiendo a pasos agigantados como el mayor método de financiamiento para el terrorismo, y que la DEA considera que (a la fecha) 19 de las 43 organizaciones terroristas designadas en las listas negras de los EU se encuentran definitivamente ligadas al tráfico internacional de drogas ilícitas, y que más del 60% de las organizaciones terroristas mantienen lazos con la industria; para ejemplificar esto ellos citan que en el caso del atentado de 2004 en Madrid donde murieron 1919 personas, la célula que lo ejecutó se financió parcialmente mediante la venta (local asumo) de hashish; ahora pensemos que más podría estar pasando considerando que las Naciones Unidas estima que al año el tráfico global de narcóticos genera una ganancia de aproximadamente $322 billones de Dólares.

Jacobson y Levitt indican que las organizaciones terroristas de corte religioso ya están transformando sus áreas de influencia en zonas de cultivo o producción de drogas, como es en el caso de Afganistán, y que inclusive la DEA ha efectuado numerosos arrestos efectuados por la DEA los han llevado a establecer que existen nexos de los llamados “kingpins” con miembros del Taliban y señalan los casos de Baz Mohammad quien en octubre de 2005 fue requerido por EU por ser un narco terrorista ligado al Taliban y quien supuestamente había introducido a EU y a otros países el equivalente en drogas de $25 millones de dólares y el caso de Haji Juma Ka Khan quien fue la primera persona en ser procesada por el 2006 Federal Narco-Terrorism statute, ya que se le acusó de traficar drogas con la intención de apoyar organizaciones terroristas.

Si revisamos todos los ejemplos aportados y analizados por Jacobson y Levitt para sustentar que la interacción o la fusión entre los narcotraficantes y las organizaciones terroristas han permitido que surjan “organizaciones híbridas”, las cuales son parte grupo terrorista, parte crimen organizado, para luego hacer una referencia cruzada contra las definiciones vigentes o aceptadas de terrorismo y las nuevas tácticas utilizadas por la delincuencia organizada en México, podríamos sustentar que el llamado “narcoterrorismo” es susceptible de ser reclasificado como terrorismo híbrido.

De hecho (y asumiendo que esto se requiera) podríamos citar algunos de los casos en los cuales se actualizaría el supuesto de terrorismo, por ejemplo la nota contenida en el periódico Reforma (suscripción necesaria) en la cual consta como fue que Cuernavaca se transformó en abril de 2010 en un pueblo fantasma por la amenaza difundida por medio de un correo anónimo en el cual se advertía de un posible enfrentamiento entre Cárteles.

O esta nota publicada en el periódico Excélsior en la cual se narra la amenaza que están viviendo las poblaciones fronterizas de México por parte de los Cárteles quienes ahora se dedican a despojar a la población de sus propiedades.

También el texto publicado en el periódico El Universal en la cual se plasma que las personas están abandonando sus viviendas en el norte del México por crisis e inseguridad.

Después de leer esto me resulta imposible no preguntarme lo que pensaría la vieja guardia de los narcotraficantes al presenciar este fenómeno.

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