sábado, 10 de abril de 2010

Registrar nuestros celulares: ¡jajajajajaja!


Desfiladero

Jaime Avilés

La Jornada
Apartir de mañana, incluso a la mejor desde esta medianoche, alrededor de 30 millones de mexicanos seremos víctimas directas de un acto de represión política y económica sin precedente. Por no confiar en Felipe Calderón, y negarnos a registrar nuestros teléfonos celulares ante su gobierno, dejaremos de contar con ese medio de comunicación, suspenderán nuestra línea y nos robarán el dinero que hayamos invertido en la compra de tiempo-aire para utilizarla.

Gracias a los senadores del PAN y del PRD (Gustavo Madero, Carlos Navarrete, Santiago Creel y Pablo Gómez, entre otros), cuyas bancadas rechazaron que el absurdo castigo se pospusiera un año, la medida afectará, además, a quienes sí registraron su aparato pero de todos modos no podrán hablarnos. Y dañará a los magnates de la telefonía móvil, quienes, de acuerdo con Carlos Fernández-Vega (México SA de ayer viernes), sufrirán una pérdida anualizada cercana a 60 mil millones de pesos... de los que unos 42 mil millones dejarían de ingresar a la chequera... de Carlos Slim.

Quienes no registraron su teléfono celular, en franca desobediencia civil, tienen sobradas razones para justificarse. Si Ernesto Zedillo puso al frente del Registro Nacional de Vehículos (Renave) al torturador argentino Ricardo Miguel Cavallo, hoy preso por incontables crímenes; si Luis Carlos Ugalde vendió los datos de 70 millones de votantes a empresas extranjeras, todo México da por hecho que los empleados de Calderón subastarán el padrón del Registro Nacional de Usuarios de Teléfonos (Renaut) entre los bancos que andan a la caza de deudores fugitivos, los call-centers que ofrecen cualquier clase de bisutería y las bandas que se dedican al secuestro y el narcotráfico.

Millones de mexicanos que se vieron obligados a dejar de cubrir el saldo y los intereses (y los intereses sobre los intereses) de sus tarjetas de crédito, y que no pueden permitirse el lujo de ser localizados en sus teléfonos fijos por los acreedores, no van a inscribirse en el Renaut para que éste los entregue a los bancos y les arruine, aún más, la vida. De igual modo, tampoco lo harán quienes desde la salida del sol (incluso los domingos) hasta que brillan las estrellas reciben continuas llamadas de tiendas departamentales o aseguradoras que, mediante tortura sicológica, intentan doblegarlos para que adquieran algún servicio.

Y ni qué decir de quienes, con toda sensatez, no descartan que el gobierno filtre sus datos más íntimos al crimen organizado. ¿Qué pasará hoy? ¿Se formarán multitudinarias colas a las puertas de las oficinas registradoras? ¿La telecracia montará un espectáculo para sacar de sus moradas a los indecisos y animarlos a obedecer al cuarto para las 12? ¿Las autoridades se mostrarán con-mo-vi-das por la respuesta popular y, mañana, pospondrán la caída de la guillotina hasta que el último solicitante haya sido anotado en el censo?

Veremos... Por lo pronto, quienes de ninguna manera piensan doblegarse preparan medidas alternativas para evitar la incomunicación. En efecto, los teléfonos celulares pueden ser sustituidos, a partir de mañana o desde hoy mismo, por Internet. (Ojo: Desfiladero sabe que muchos de sus lectores y lectoras militan en las filas de la tercera edad y desconfían de Internet. Si a usted, señor, o a usted, señora, le pasa esto, pídale asesoría a sus nietos o a sus vecinos más jóvenes, y verá qué fácil es utilizar las herramientas que en seguida se mencionarán.)

Las opciones más accesibles son cuatro: correo electrónico, Skype, Facebook y Twitter. Si usted se comunica 20 o 30 veces al día con alguien, a través de mensajitos de celular, abra una cuenta de correo electrónico y póngase de acuerdo con esa persona para compartir la llave de entrada al buzón (password) y mandarse, entre sí, cartas de esa cuenta a esa cuenta (servidores tipo Hotmail son los más útiles en este caso). El mismo procedimiento puede emplearse entre varias personas (por ejemplo, una familiar, siempre y cuando el Ejército no la acribille en Tamaulipas).

El servicio de Skype permite hablar, de computadora a computadora, mediante un juego de audífonos con micrófono, y nos deja ver a nuestro interlocutor, y mostrarle nuestra cara, si los aparatos que ambos utilizan disponen de cámaras de video. (Estas instrucciones harán bostezar a quienes manejan estos sistemas habitualmente; van dirigidas, sobre todo, a quienes aún viven fuera de Internet, para que descubran de qué recursos pueden valerse ante la emergencia que se avecina.) Otra ventaja de Skype es que sirve para hablar horas y horas a cualquier lugar del mundo con alguien que también lo tenga, y prácticamente no cuesta.

La tercera alternativa es Facebook. Usted, señor, usted, señora, puede inscribirse gratis en www.facebook.com, llenando un cuestionario muy sencillo, para contar con una página propia y de inmediato invitar a todas sus amistades a compartirla, bien para comunicarse con una de ellas en forma íntima, o con el grupo en su conjunto de manera abierta. El autor de esta columna y otras personas que ya veían venir este nuevo golpe autoritario crearon una página en Facebook a nombre de Lisbeth Salander Wallander, con una idea bien clara: que sirva como punto de encuentro entre quienes pretendan desarrollar al máximo sus posibilidades de comunicación sin teléfonos celulares.

También está a la mano, desde luego, el sistema Twitter, pero si usted quiere mayor información al respecto, hágase amiga, amigo, de Lisbeth Salander Wallander, y allí conocerá a especialistas voluntarios que le ayudarán a resolver sus dudas. Desde mañana, o quizá a partir de esta medianoche, decenas de millones de celulares se convertirán en simples agendas telefónicas, cámaras fotográficas y de video, archivos de imágenes, canciones y palabras, cajitas de juegos electrónicos y relojes despertadores, pero ya no nos permitirán hablar con nadie, ni intercambiar mensajitos aderezados, casi siempre, con la onomatopeya ¡jajajajajaja! ¿Nos reiremos tanto en la vida real como en nuestras conversaciones de texto? Quién sabe, pero nos vamos a reír mucho más cuando panistas, yunquistas y perredistas comprendan la verdadera dimensión del error que cometieron. ¡No nos van a callar!

Estudiantes contra la guerra

La muerte de dos estudiantes de posgrado el 20 de marzo en Monterrey, y de dos niños de cinco y nueve años el 4 de abril en Nuevo Laredo, asesinados en ambos casos por elementos del Ejército, así como las frecuentes denuncias de irrupciones de soldados en domicilios particulares (como ocurrió el domingo pasado en Valladolid, Yucatán), y la participación de militares en secuestros con fines de extorsión en Ciudad Juárez, han tocado en lo más hondo a la comunidad universitaria del norte del país.

Estudiantes del ITESM, la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Universidad de Monterrey, la Universidad Regiomontana, la Escuela de Graduados en Administración y Políticas Públicas, así como de la UAM, el ITAM y la Universidad del Valle de México, preparan una movilización el próximo 23 de abril, que se llevará a cabo en diversas ciudades de la República para exigir que se acabe la guerra de Calderón y las tropas regresen a sus cuarteles.

Entre tanto, el rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Manuel Pérez Rocha, demandará ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal que el gobierno capitalino entregue a esa casa de estudios el presupuesto completo que se comprometió a darle. Marcelo Ebrard, dicen los que saben, lo concederá si, y sólo si, María Esther Orozco queda al frente de la institución, pese a que la comunidad académica y escolar se inclina por Hugo Aboites.

Y mientras los levantacejas siguen fúricos por la entrevista del fundador de Proceso al número dos del cártel de Sinaloa, nadie repara en que la portada de esa revista es al mismo tiempo un calendario, en el que aparecen el Mayo y don Julio...

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