De acuerdo con cifras de la Secretaría de Hacienda, en los últimos meses se han registrado niveles históricos de recaudación fiscal: estamos pagando más impuestos que nunca. En primera instancia, esto es una buena noticia pues, para lograr salir de donde estamos, es necesario, entre otras cosas, que contribuyamos más al fisco. Sin embargo, si tomamos en cuenta los siguientes tres factores, se trata de una mala nueva: 1) somos los mismos de siempre los que hemos hecho posible los ya mencionados niveles de recaudación, es decir, sí pagamos más que nunca, pero, no todos los mexicanos –eso sigue igual que siempre– sino nada más los que ya estamos en manos de Hacienda; 2) a pesar de la elevada recaudación, nuestro sistema fiscal sigue dependiendo abrumadoramente del petróleo: México no recauda ni la mitad del total de lo que ingresa a las arcas públicas vía ingresos tributarios, y 3) nuestros impuestos no se gastan de manera adecuada, lo cual, en combinación con lo ya indicado, torna todo el andamiaje fiscal en injusto, improductivo y hasta abusivo.
Es injusto porque no se vale que, en un país donde trabajan casi 50 millones de personas, alrededor de 16 millones lo hagan sin siquiera estar inscritos en el padrón de Hacienda, es decir, en la economía informal. Por supuesto, una gran mayoría de los informales ganan muy poco, por lo que, incluso si estuvieran en dicho padrón, no pagarían ISR e, inclusive, a muchos de ellos habría que darles un crédito fiscal. Sin embargo, no todos están en esa situación: alrededor de 20% de todos los informales sí generan ingresos más que suficientes para contribuir al fisco. Y eso no es todo: la formalización de quienes laboran en la informalidad podría resultar en que impuestos indirectos, como el IVA, rindan más pues, al estar todo trabajador dentro de la ley, las posibles vías de “escape” a la hora de tener que cubrir los impuestos indirectos se minimizan: urge abatir la informalidad.
Es improductivo porque lo que recauda el gobierno, mucho o poco, tiene que ser utilizado sabiamente: es dinero “sagrado” pues es resultado del trabajo de quienes lo hemos pagado. De esta manera, su uso tiene que hacerse con mucho cuidado y siempre maximizando rendimientos. Por ejemplo, es indispensable que, en vez de gastar en patéticos anuncios en los que se nos dice que “eres las mañanitas,” se le dediquen más recursos a la educación y, evidentemente, que estos sean mejor administrados y fiscalizados. De igual manera, es inaceptable que, como se acaba de dar a conocer, el Senado de la República se gaste 5 millones de pesos en “mejorar su imagen:” ¿hasta cuándo entenderán nuestros políticos que la única manera de mejorar su imagen es poniéndose a trabajar de verdad y no gastándose nuestro dinero en cosas inútiles e irrelevantes?
Es abusivo porque Hacienda exprime más y más a los de siempre, no hace más y mejores cosas con los recursos extra y sigue sin molestar a quienes nunca han pagado impuestos. Eso sí, mientras tanto, los diputados se compran (a nombre de la Cámara; no piense Usted mal) camionetas de 800,000 pesos, se “ahorran” viajes de avión y luego se llevan con ellos el efectivo “ahorrado,” secretarias y asesores que laboran en la Asamblea del Distrito Federal cobran más que el mismo Jefe de Gobierno y a muchos maestros de primaria se les reembolsan diversos impuestos. Paralelamente, en el IMSS siempre faltan médicos, enfermeras y medicinas, cosa que también ocurre en el ISSSTE, nuestros policías y soldados ganan muy poco (pero muchos de ellos arriesgan la vida un día sí y el otro también) y nuestra infraestructura, en todos los sentidos, deja mucho que desear. El sistema fiscal es, pues, injusto, improductivo y abusivo. Eso sí: ¡a celebrar se ha dicho: esto es el bicentenario!
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