- 26-Abril-2010
CIUDAD JUÁREZ, CHIHUAHUA.- La violencia que vive Ciudad Juárez está marcando a los niños desde temprana edad. Un kínder de la zona poniente, donde la maestra Fátima Anaya da clases, lo comprueba.
-¿Qué quieres ser de grande Jesús? le pregunta la maestra a su alumno de sólo 4 años de edad.
-Narco, responde.
-¿Narco? ¿Por qué quieres ser narco? le pregunta Fátima.
-Para matar.
-¿Por qué quieres matar?
-Para ser rico.
Las manos de Jesús están terminando de armar un cuerno de chivo con lego. Al momento que Fátima le dio al grupo para armar torres y castillos con piezas de plástico, Jesús transformó el salón de clases en una zona de guerra donde él tenía el calibre más alto: una AK-467 verde con doble cargador.
“Pero a los narcos los atrapan o los agarra la policía” le dice uno de sus compañeritos en defensa. Jesús lo ignora. Su sonrisa cuando “dispara” con el lego hace pensar que uno de sus superpoderes es ser inmune a las balas de la ley.
A decir por su sudadera de Scobby Doo, a Jesús le gustan las caricaturas, pero de un tiempo para acá, dice su maestra, los niños se han olvidado de Cartoon Network, Disney, Marvel y cualquier historieta.
“Ya no es ‘quiero ser Spiderman’. Ya están tomando sus ídolos de la realidad cotidiana de Juárez; ya ser narco ni siquiera tiene un código de maldad, ya es un oficio más dentro de toda la gama de oficios que puede representar ser adulto”, explica la maestra Fátima.
La cotidianidad de Jesús es que vive en un cerro de la zona poniente de la ciudad, donde pocos pueden aspirar más allá de la secundaria. De acuerdo con Ricardo Tovar, director de Trabajo Social de la Policía Municipal de Ciudad Juárez, para los adolescentes que viven pasando las vías del ferrocarril sólo hay una preparatoria.
Si alguien quiere cruzar al oriente para estudiar, tiene que pagar 19 pesos de ruteras (transporte urbano). “¿Cómo? si en esa zona las familias sobreviven con 550 pesos a la semana que les pagan en la maquila”, reprocha.
De acuerdo con sus estadísticas son 15 mil los jóvenes que no brincan a la preparatoria, y por su edad pocas maquiladoras les dan trabajo. “Es el perfecto ‘caldo de cultivo’ para que pueda crecer la delincuencia”, advierte.
‘Carne de cañón’
Su análisis no es exagerado. El teniente Pinedo, director del Operativo Antipandillas de Ciudad Juárez, explica a VANGUARDIA que las pandillas de adolescentes se dejan seducir cada vez más por las ofertas del narcotráfico, que los busca como sicarios o distribuidores.
“Están agarrando puro menor. Como saben que el proceso ahí no es tan largo (cinco años de prisión), los agarran
chavalitos y como ellos quieren andar con lujos, pues se van para allá de volada”, expresó.
Prueba de ello es que están decomisando alrededor de 15 armas hechizas por mes.
Es decir, mientras Jesús en su kínder hace un cuerno de chivo con legos, en la calle los adolescentes con 30 pesos en la bolsa están fabricando “escupebalas” con trozos de tubería soldados en forma de “T”, a los que les adaptan un clavo como mecanismo de detonación para que la bala salga disparada. ¿El alcance? 50 metros, de acuerdo con Pinedo.
“Es igual que un arma verdadera, a veces usan hasta tubos más gruesos como escopeta, que aguantan un calibre más alto”. El teniente explica que portar un “escupebalas” no está tipificado como delito en México, por lo que se ha vuelto una práctica común entre los jóvenes de las pandillas, ya que la penalidad apenas alcanzan una falta administrativa.
“Son jóvenes de 14 años que ya están en el mundo de los sicarios, arrancándole la vida a otro ser humano cuando ni siquiera saben qué van a hacer con la propia. Ven ese mundo como única opción para tener un futuro”, concluye Ricardo Tovar, jefe de Trabajo Social.
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