Los intentos para lograr la conformación de una agenda constructiva con EU con frecuencia no han tenido éxito al ser planteados sólo en términos del beneficio esperado para México. El éxito de la negociación y aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte dependió de que se pudieran argumentar sus beneficios –en términos de competitividad y bienestar– para toda la región y no sólo para una de las partes. El TLCAN ya ha resultado en una notable convergencia en materia de comercio e inversión (obviamente no en niveles de ingreso), pero también en materia de intereses aunque esto no sea patente ni para analistas y tomadores de decisión, ni mucho menos para los medios de comunicación.
Los acontecimientos económicos de los dos últimos años permiten volver a construir una argumentación sobre los beneficios de una mayor y mejor integración económica. Le toca a México elaborar la línea argumental, convencerse de ella y convencer a estadounidenses y canadienses que la verán con un fundado escepticismo inicial.
Quizá es un tanto prematuro, pero todavía no se entienden las profundas consecuencias de la crisis económico-financiera de 2008-09 y del inicio de la jubilación de los babyboomers en EU y Canadá.
Uno de los efectos de la crisis está relacionado con el relativo encogimiento del sector financiero en EU. El proceso de desapalancamiento y las pérdidas infligidas en el resto de la economía resultarán, si no de manera inmediata, sí en el mediano plazo, en un sector financiero más pequeño, con menos piramidación, menor bursatilización, más conservador y con menor capacidad de intermediación financiera. Con el tiempo, la participación del sector en la generación de valor agregado en la economía disminuirá, mientras que el producido por sectores reales (manufactura, agroindustria y otros) crecerá. Así, una de las consecuencias inesperadas de la crisis será detener o revertir parcialmente la desindustrialización de América del Norte. Un renovado énfasis en la industria no puede darse ni entenderse sin la participación activa de México y sus trabajadores.
Una segunda consecuencia de la crisis es la reducción del enorme déficit de cuenta corriente de EU ya sea a través de mayores exportaciones (lo que más conviene a México) o menores importaciones. No es casualidad que el presidente Barack Obama haya lanzado a principios de año su National Export Initiative con el objetivo de duplicar las exportaciones en cinco años. La clave es cómo insertar a México en este proceso de transformación de la visión de EU que quiere transitar de ser el importador de primera y última instancia al primer exportador del mundo.
Para lograr mayores exportaciones, EU debe considerar la gama de productos y los mercados en que podría colocarlos. En los últimos años su economía se ha especializado en la exportación de materias primas y de productos de alta tecnología y ha perdido capacidad de manufactura de bienes finales. El éxito exportador de EU dependerá en mucho de las exportaciones indirectas que logre inducir: debe especializarse en la provisión de ingeniería, alta tecnología, marcas, piezas de alto valor agregado, sistemas de distribución y no buscar dedicarse a los procesos de manufactura y líneas de ensamble.
Para esto, la mejor alternativa es descansar en México. Si en los últimos años muchas de las empresas manufactureras privilegiaron a China para el establecimiento de líneas de producción, ahora la necesidad de convertir a América del Norte en exportador neto implica volver a privilegiar a su país vecino como plataforma de producción y exportación, aunque esta vez no sólo para el mercado regional sino el mundial.
En términos de mercados, la capacidad de absorción de exportaciones de América del Norte está concentrada en cuatro: China, Europa, Japón y Brasil. México tiene ya acceso asegurado a dos de ellos, potencialmente a Brasil y pudiera colaborar con Canadá y EU en construir una agenda común para obtener un acceso más eficaz a China. Una oportunidad irrepetible para hacerlo se da en 2011 cuando el presidente Obama sea anfitrión de la reunión de APEC. El ideal sería trabajar desde ahora para poner en esa mesa de negociación el cumplimiento con los objetivos de libre comercio de Bogor para todas las economías miembro en 2015. La principal oposición vendrá quizá de China, pero ésa es justamente la razón para proponerlo. Un primer paso sería que México y Canadá participen en el Trans-Pacific Strategic Economic Partnership Agreement y propongan el adelanto de los objetivos de Bogor.
En tercer lugar, la crisis ha modificado de manera radical la percepción sobre el riesgo chino y la necesidad de las empresas multinacionales y de EU de diversificarlo. Si en las últimas semanas la cobertura sobre los problemas del narcotráfico en México ha sido intensa, lo es mucho más con relación a los desafíos que implica China: la reducción de su superávit comercial, la subvaluación artificial del yuan, la acumulación de reservas, las diferencias geopolíticas, la posición sobre cambio climático, la salida de Google y otras.
Los inversionistas que deseen diversificar el riesgo chino pueden hacer una lista mental de los mejores países para hacerlo: Corea no es un buen lugar, ya que su prioridad también es diversificar el riesgo chino y por eso negoció un TLC con EU y quiere uno con México; Taiwán es riesgo chino; Tailandia se ha vuelto arriesgado; Malasia, Vietnam e Indonesia pueden contribuir a diversificarlo pero con ciertos límites; India tiene sus propias fuentes de riesgo; en Europa Central no hay trabajadores; Sudáfrica es una opción pero alejada geográficamente y no exenta de incertidumbre. En América Latina, Brasil es el único país con envergadura, pero sin una orientación exportadora y todavía con dudas sobre su propia apertura. Todo esto deja a México como el mejor lugar para diversificar el riesgo si se logra entender, e invertir para conseguirlo, que la certeza jurídica, la seguridad y la estabilidad macroeconómica y política pueden hacer del perfil de riesgo la principal ventaja comparativa.
La próxima reunión con el presidente Obama en mayo es quizá la última ventana para convencerlo de los beneficios de la integración estratégica para con México.
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