El fin del sexenio
El susurro sube de intensidad en la residencia oficial: Felipe Calderón no confía ni siquiera en su propia sombra. Bajo esta circunstancia, fuentes radicadas en Los Pinos sostienen que el Presidente de la República se ha encerrado, literalmente, entre cuatro paredes, no ve ni escucha a sus colaboradores más íntimos y está obsesionado con no permitir que el dinosaurio resurja de sus cenizas. Sin embargo, en el pecado lleva la penitencia.
De acuerdo con las señales que provienen de los alrededores de la casona presidencial, la reciente tragicomedia política protagonizada por los partidos que buscan preservar o ampliar sus cotos de poder en 2010, también implica al titular del Poder Ejecutivo, quien tendrá que pagar un costo muy alto por este episodio que se traducirá en la definitiva parálisis de su agenda.
El calderonismo dispone de todas las condiciones para, metafóricamente, cerrar la cortina, y caminar el resto de sus días en campo minado ante la cantada guerra de altos vuelos que ya mantiene con el PRI por la lluvia de alianzas que ha tejido con los partidos que hasta hace poco tiempo eran declarados como saboteadores del gobierno actual.
Bajo este panorama, funcionarios y analistas advierten que el Presidente de la República está viviendo el peor momento de su gestión y, al margen de su frenética estrategia para enfrentarse al crimen organizado y domar la coyuntura económica, ha decidido librar una costosa batalla contra el PRI. El pronóstico, sin embargo, no resulta favorable para su causa.
Así las cosas, empleados del gobierno que piden no ser identificados y politólogos refieren que en la furia desatada por los acuerdos tras bambalinas entre diversos actores para aniquilar la fuerza del PRI, se asoma la mano del Presidente, quien ya se decidió por asumir el papel de activista electoral.
Los estudiosos lo dicen con sus propias palabras:
“En el terreno de los signos, efectivamente, el Presidente ha hecho uno de sus objetivos acabar con el PRI y está dispuesto a autorizar, promover o propiciar una cercanía del PAN con el PRD con tal de ver al PRI derrotado. Es muy malo que esto suceda, es muy malo que esto lo vea el PRI y es aún peor que esto corresponda a la realidad porque, en lugar de cuidar la última mitad de su gobierno, está dedicado a impedir que el PRI gane en 2012”, destaca Federico Berrueto, director de Gabinete de Comunicación Estratégica.
“La estrategia de crear alianzas con el PRD para debilitar al Goliat legislativo es una muestra del casi terror que tiene el Ejecutivo de entregar la Presidencia al PRI”, añade José Antonio Crespo, catedrático del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
“Es ridículo pensar que, producto de la meta única y exclusiva del Presidente de ganar el proceso electoral de este año para reposicionarse, a mitad del sexenio se estén viendo este tipo de temas electorales pues se basan en la Teoría de las Acciones Razonables, que concibe a la política como un campo de batalla donde se busca la victoria a cualquier costo y se lleva al país hacia el abismo”, complementa José Fernández Santillán, del ITESM.
En ese sentido, y luego del reciente escándalo que puso al descubierto la componenda entre el PAN y un círculo del PRI para preservar la hegemonía de Enrique Peña Nieto en el Estado de México, el priísmo que presume haber estado al margen de esta historia rica en traiciones se declara listo para arremangarse la camisa, ponerse los guantes y subirse a la arena para descomponer cualquier viso de acuerdo.
“Con esta acción, el Presidente se acerca a su suicidio político, ya que apostar su gobierno para anular las posibilidades de que el PRI gane la Presidencia, además de ser una inversión muy costosa, el resultado es incierto y poco probable”, comenta Federico Berrueto.
Esta lectura, en la casona presidencial, no pasa desapercibida, pero los funcionarios que están al pendiente de los movimientos de su jefe no alcanzan a entender por qué Felipe Calderón sigue trepado en la fiebre preelectoral. Incluso, empleados del lugar acusan que entre los mismos asesores del mandatario hay desazón por las decisiones tomadas. “Es increíble lo que está pasando, porque el Presidente no quiere escuchar a nadie”.
Bajo este panorama, el calderonismo se ha metido en una ratonera, lo que significa que las negociaciones en pro de las reformas estructurales no se detendrán de tajo, pero seguirán capturadas por la conveniencia política que, en estos momentos, sólo está inspirada en la confrontación estéril.
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