lunes, 29 de marzo de 2010

El tejado de vidrio de la superpotencia

Manuel E. Yepe (especial para ARGENPRESS.info)

Cuando la cancillería estadounidense hizo públicos el once de marzo sus “Informes acerca de la práctica de los derechos humanos por países en 2009” (Country Reports on Human Rights Practices for 2009), atribuyéndose el papel de juez mundial en la materia, su contenido provocó, como ya se ha hecho habitual, una mezcla de indignación, rechazo y burlas en todo el planeta.

El gobierno chino, haciendo gala de la paciencia y la sabiduría que son características de los pueblos asiáticos, se limitó en esta ocasión a responder al agravio con la presentación de un documento que llamó “Registro de los derechos humanos en los Estados Unidos en 2009” (The Human Rights Record of the United States in 2009).

El informe elaborado por Washington contra todo el mundo contenía acusaciones por supuestas violaciones de los derechos humanos en todas partes. La gravedad de las imputaciones variaba arbitrariamente según el estado de las relaciones oficiales de Estados Unidos con cada una de las naciones justipreciadas y, en casi todos los casos, trascendía la intención de ejercer una presión coyuntural, formular una amenaza o premiar, mediante alguna justificación, un servicio prestado o una conducta agradecida por la superpotencia.

Se omitían, por supuesto, las transgresiones y los abusos en territorio propio, así como los excesos practicados contra naciones extranjeras o los patrocinados por Estados Unidos en otros países.

El Registro, según sus ejecutores chinos, tiene el propósito de facilitar a las personas de todo el mundo el conocimiento de la situación real de los derechos humanos en los Estados Unidos.

Se nutre de datos oficiales del gobierno o que han aparecido, convenientemente dispersos, en la prensa de los Estados Unidos, así como en los medios públicos de muchos otros países.

Con ejemplos concretos, el documento presentado por China relata las constantes violaciones de los derechos civiles y políticos a que están expuestos, o que sufren, los ciudadanos de Estados Unidos a causa de cotidianas agresiones contra sus vidas, sus propiedades y su seguridad personal.

Reseña, con abundantes datos y evidencias, la manera en que le son negados a los estadounidenses un buen número de derechos económicos, sociales y culturales universalmente reconocidos.

Muestra la intensidad con que actúan la discriminación racial y la que se ejerce contra los grupos minoritarios, así como la violencia que se ejerce contra los inmigrantes indocumentados. Demuestra con ejemplos cómo son violados los derechos de la mujer y el niño que la comunidad internacional ha promulgado en las Naciones Unidas y que Estados Unidos prácticamente ignora.

El Registro demuestra la manera reiterada y sostenida con que Washington viola los derechos humanos de otros pueblos al imponer su hegemonía y dominación mediante su enorme poderío militar.

En el documento se aprecia cómo Norteamérica, que tiene el mayor gasto militar y el más rápido incremento de su presupuesto bélico, alimenta la inestabilidad global por su condición de máximo promotor de guerras y primer vendedor de armas del planeta.

El Registro muestra que Estados Unidos hace caso omiso de los convenios internacionales sobre derechos humanos y otros afines, como el Pacto Internacional de derechos económicos, sociales y culturales y la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que no ha ratificado aún tras 32 y 29 años de haberlos suscrito, respectivamente.

En el documento se resalta que Estados Unidos, que aboga por la "libertad de expresión", la "libertad de la prensa" y la "libertad de Internet", restringe la libertad de sus ciudadanos para acceder y distribuir información e instala equipos de intervención de líneas telefónicas por doquier, así como utiliza la seguridad de Internet como excusa para supervisar e interferir en los sistemas personales.

El Registro demuestra cómo Washington manipula el tema de los derechos humanos como instrumento político contra los países pobres aplicando un doble rasero en función de sus propios intereses estratégicos, interfiriendo en los asuntos internos de otras naciones.

En las líneas finales del texto del Registro, el gobierno chino invita al gobierno de Estados Unidos a sacar las lecciones de la historia, a esforzarse por mejorar las condiciones para el ejercicio de los derechos humanos de sus ciudadanos y rectificar su reprochable actuación en este campo en todo el mundo.

Con la denuncia contenida en este documento, el gobierno chino presta un servicio de gran valor a los pueblos y gobiernos del tercer mundo que disponen ahora de un arma defensiva contra la ofensiva de recolonización de Estados Unidos, basada en su dictadura mediática global y su diplomacia de chantajes y amenazas.

En lengua inglesa, el documento chino tiene algo más de 8 mil palabras y recoge una asombrosa cantidad de datos y precisiones que dan una medida -que trasciende lo cuantitativo- de que Estados Unidos es la nación menos indicada del planeta para evaluar el grado de respeto de los derechos humanos. La sola constatación de la realidad que se refleja en el Registro deja ver que el desarrollo del capitalismo ha reducido a Norteamérica a la condición de centro de donde emanan las más crueles violaciones de los derechos humanos y expresión de los peores primitivos instintos egoístas que el capitalismo exacerba en la naturaleza humana.

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