Por: AliceOJ
La celebración del “Día de la Mujer” se ha convertido en una tradición. Nació exactamente hace un siglo, durante un Congreso Internacional de Mujeres Socialistas en 1910, en el cual Clara Zetkin propuso que se estableciera el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, para conmemorar las movilizaciones realizadas por las trabajadoras de la Industria Textil en Nueva York, quienes en el año 1908 exigieron un aumento de salario y mejores condiciones laborales. En marzo del año siguiente, 140 mujeres jóvenes murieron calcinadas en la fábrica textil donde trabajaban encerradas en condiciones inhumanas (http://bit.ly/9eLuPc).
La voz colectiva de estas mujeres no sólo fue escuchada, sino que tuvo un efecto multiplicador en las acciones feministas de los años siguientes, que incidieron indiscutiblemente en la situación de las mujeres en su conjunto. Aunque todavía existe una velada discriminación laboral -por ejemplo en la paridad de los salarios de hombres y mujeres, también en la discriminación de las madres trabajadoras- sus luchas desde entonces han sido un legado para las mujeres de hoy, como el derecho al sufragio femenino, la búsqueda de igualdad de oportunidades para ejercer cargos políticos, la consecución de condiciones de trabajo más justas y la presencia activa en actividades que trascienden el ámbito doméstico.
Victoria Camps decía que éste es “el siglo de las mujeres” y puede ser cierto, pero las mujeres de hoy tenemos una deuda diacrónica con nuestras antecesoras. No sólo les debemos gratitud por los logros que ahora disfrutamos, su conciencia de género nos interpela para cuestionarnos sobre nuestros compromisos actuales a favor de las mujeres. Las mexicanas contemporáneas somos más conscientes de nuestros derechos, ademas muchas han demostrado una gran responsabilidad, cuando se trata de trabajar con excelencia por nuestro país en diferentes trincheras. También es cierto que muchas mujeres contemporáneas viven en la disyuntiva entre el trabajo doméstico y el extradoméstico, en busca de un equilibrio que algunos y algunas consideran imposible.
Las condiciones de las mujeres mexicanas mejorarán no sólo por los avances legislativos que puedan conseguirse. También es necesario un cambio cultural, cuya base debe ser un feminismo incluyente que promueva la construcción de nuevas condiciones en las relaciones intra e intergenéricas del siglo XXI. Dos tareas que considero pendientes en la actualidad son, por una parte, la creación de condiciones para que exista una verdadera corresponsabilidad entre los trabajos estereotipados como masculinos y femeninos, con la finalidad de erradicar la mutua exclusión entre los roles de género, incluyendo el replanteamiento del estatus que tienen el trabajo remunerado y el doméstico, que se encuentra sumamente devaluado.
La segunda tarea pendiente en México es la erradicación de la violencia intrafamiliar. De acuerdo con datos del INEGI, en el año 2005 se registraron 2,159 fallecimientos de mujeres por violencia intrafamiliar, cifra que superó a la de fallecimientos por el crimen organizado, que fue de 1,776 (http://bit.ly/cBCv6M). Gandhi decía a los varones de su época que: “si la violencia es la ley de nuestro ser, el futuro será de las mujeres”. Sin embargo, esta situación ha sido “normalizada” socialmente por parte de ambos géneros y hoy exige tanto el análisis como la acción autocrítica por parte de las mismas mujeres, porque muchas de ellas aún siguen siendo cómplices en las dinámicas intersubjetivas que generan la violencia.
Es fundamental que la sociedad mexicana trabaje conjuntamente para consolidar relaciones pacíficas en las prácticas cotidianas, si realmente queremos promover una cultura de la paz en su conjunto. Este objetivo sólo será una realidad cuando consolidemos redes solidarias que fortalezcan la sinergia y solidaridad entre las mismas mujeres. También es fundamental que las feministas desarrollemos nuestra capacidad de incluir a los varones en la lucha, para construir una sociedad en la que las relaciones intra e intergenéricas se encuentren libres del afán de dominación.
Los grandes logros de las mujeres que se movilizaron a principios del siglo XX se debieron en gran medida a su capacidad de acción por una causa común. Su voz colectiva tuvo tal resonancia que venció la invisibilidad que padecían las trabajadoras de la industria textil. El eco de sus voces de entonces ha sido tan sonoro, que nos ha permitido celebrar el Día de la Mujer este 8 de marzo del 2010. Ojalá que su ejemplo nos anime a seguir emprendiendo acciones individuales y colectivas para la promoción de la equidad de género en el presente, con un sentido de proyección solidaria con las futuras generaciones.
La celebración del “Día de la Mujer” se ha convertido en una tradición. Nació exactamente hace un siglo, durante un Congreso Internacional de Mujeres Socialistas en 1910, en el cual Clara Zetkin propuso que se estableciera el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, para conmemorar las movilizaciones realizadas por las trabajadoras de la Industria Textil en Nueva York, quienes en el año 1908 exigieron un aumento de salario y mejores condiciones laborales. En marzo del año siguiente, 140 mujeres jóvenes murieron calcinadas en la fábrica textil donde trabajaban encerradas en condiciones inhumanas (http://bit.ly/9eLuPc).
La voz colectiva de estas mujeres no sólo fue escuchada, sino que tuvo un efecto multiplicador en las acciones feministas de los años siguientes, que incidieron indiscutiblemente en la situación de las mujeres en su conjunto. Aunque todavía existe una velada discriminación laboral -por ejemplo en la paridad de los salarios de hombres y mujeres, también en la discriminación de las madres trabajadoras- sus luchas desde entonces han sido un legado para las mujeres de hoy, como el derecho al sufragio femenino, la búsqueda de igualdad de oportunidades para ejercer cargos políticos, la consecución de condiciones de trabajo más justas y la presencia activa en actividades que trascienden el ámbito doméstico.
Victoria Camps decía que éste es “el siglo de las mujeres” y puede ser cierto, pero las mujeres de hoy tenemos una deuda diacrónica con nuestras antecesoras. No sólo les debemos gratitud por los logros que ahora disfrutamos, su conciencia de género nos interpela para cuestionarnos sobre nuestros compromisos actuales a favor de las mujeres. Las mexicanas contemporáneas somos más conscientes de nuestros derechos, ademas muchas han demostrado una gran responsabilidad, cuando se trata de trabajar con excelencia por nuestro país en diferentes trincheras. También es cierto que muchas mujeres contemporáneas viven en la disyuntiva entre el trabajo doméstico y el extradoméstico, en busca de un equilibrio que algunos y algunas consideran imposible.
Las condiciones de las mujeres mexicanas mejorarán no sólo por los avances legislativos que puedan conseguirse. También es necesario un cambio cultural, cuya base debe ser un feminismo incluyente que promueva la construcción de nuevas condiciones en las relaciones intra e intergenéricas del siglo XXI. Dos tareas que considero pendientes en la actualidad son, por una parte, la creación de condiciones para que exista una verdadera corresponsabilidad entre los trabajos estereotipados como masculinos y femeninos, con la finalidad de erradicar la mutua exclusión entre los roles de género, incluyendo el replanteamiento del estatus que tienen el trabajo remunerado y el doméstico, que se encuentra sumamente devaluado.
La segunda tarea pendiente en México es la erradicación de la violencia intrafamiliar. De acuerdo con datos del INEGI, en el año 2005 se registraron 2,159 fallecimientos de mujeres por violencia intrafamiliar, cifra que superó a la de fallecimientos por el crimen organizado, que fue de 1,776 (http://bit.ly/cBCv6M). Gandhi decía a los varones de su época que: “si la violencia es la ley de nuestro ser, el futuro será de las mujeres”. Sin embargo, esta situación ha sido “normalizada” socialmente por parte de ambos géneros y hoy exige tanto el análisis como la acción autocrítica por parte de las mismas mujeres, porque muchas de ellas aún siguen siendo cómplices en las dinámicas intersubjetivas que generan la violencia.
Es fundamental que la sociedad mexicana trabaje conjuntamente para consolidar relaciones pacíficas en las prácticas cotidianas, si realmente queremos promover una cultura de la paz en su conjunto. Este objetivo sólo será una realidad cuando consolidemos redes solidarias que fortalezcan la sinergia y solidaridad entre las mismas mujeres. También es fundamental que las feministas desarrollemos nuestra capacidad de incluir a los varones en la lucha, para construir una sociedad en la que las relaciones intra e intergenéricas se encuentren libres del afán de dominación.
Los grandes logros de las mujeres que se movilizaron a principios del siglo XX se debieron en gran medida a su capacidad de acción por una causa común. Su voz colectiva tuvo tal resonancia que venció la invisibilidad que padecían las trabajadoras de la industria textil. El eco de sus voces de entonces ha sido tan sonoro, que nos ha permitido celebrar el Día de la Mujer este 8 de marzo del 2010. Ojalá que su ejemplo nos anime a seguir emprendiendo acciones individuales y colectivas para la promoción de la equidad de género en el presente, con un sentido de proyección solidaria con las futuras generaciones.
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