martes, 16 de marzo de 2010

Cuando una nota vale la vida



Alejandro Saldívar

MÉXICO, D.F., 15 de marzo.- “Si no quieren un desmadre, no publiquen la nota”, fue la advertencia que recibió Juan Cuevas, director del periódico regional El Debate de los Calentanos. Era un recado del crimen organizado. El también editor, reportero y fotógrafo resume la situación: “Para publicar hay que valorar si quieres seguir vivo”.

En una reunión que convocó a 80 periodistas, a puerta cerrada, se criticaron algunos de los clichés mediáticos como “encobijado”, “levantón”, “levantado”, “ejecutado”, “entambado”, “descabezado”. Un nuevo glosario que, dijeron, no hace sino trivializar los hechos y minimizar las consecuencias de una “guerra” respaldada desde el Ejecutivo.

En 2006 México se convirtió en el segundo país más peligroso para ejercer el periodismo, sólo después de Irak, según Reporteros sin fronteras. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) achaca la violencia contra los periodistas al crimen organizado.

El 8 de marzo el periodista Alfredo Corchado reveló en el Dallas Morning News que los cárteles tenían una campaña de intimidación contra los reporteros que cubren las ejecuciones en la región fronteriza.

“En los últimos 14 días, por lo menos han secuestrado a ocho periodistas en el área de Reynosa. Uno murió golpeado severamente. Dos fueron liberados. El resto no aparece.”, se leía en la columna.

En ese contexto los medios locales silenciaron los hechos. Balbina Flores, relatora de Reporteros sin frontera, dice que los periodistas han pasado de la autocensura al silencio absoluto. Incluso conoce casos donde “reporteros” infiltrados entregan a sus compañeros a grupos delincuenciales.

Según el Mapa de riesgos para periodistas publicado por la SIP, prácticamente en todos los estados hay periodistas amenazados por el crimen organizado. Sobre todo en la frontera norte y en los estados de Michoacán, Guerrero y Oaxaca.

Policías involucrados en amenazas o asesinatos de periodistas, presiones de los gobiernos y censura obligada ante el crimen organizado, son algunos de los principales tópicos que afectan las labores informativas en México.

Jorge Luis Sierra, editor del Mc Allen Times, dice que las agresiones a periodistas son resultado de las viejas herramientas de la guerra sucia en el país entremezclados con la violencia del narcotráfico.

Muchos coinciden en que “las empresas no se hacen responsables de sus reporteros”. Y atizan: “Los dueños de los medios se deben involucrar”. Se preguntan: “¿Qué hacer cuando los narcos marcan la línea editorial?”.

Algunos editores de diarios locales han decidido tomar medidas especiales. No hacer coberturas relacionadas con el narcotráfico individualmente. No adjetivar la violencia. Cuidar el vocabulario y las referencias a los grupos armados. No llamarlos sicarios, sujetos u organizaciones. “No queremos héroes, queremos publicar”, concluyen.

Algunos editores dicen que “la delincuencia organizada controla las redacciones, funge como director editorial”. Otros tantos coinciden en que no firmar la información de poco sirve, pues según ellos “la delincuencia organizada conoce quienes son los corresponsales”. Por ejemplo, en la frontera, “los boleadores de zapatos trabajan para el narco, son ‘halcones’”. “En los espectaculares de la carretera ribereña, en Tamaulipas, el cártel del Golfo tiene cámaras instaladas”, dicen.

Sin embargo, hay voces como las del periodista Marco Lara que reconocen la responsabilidad de ética pública por parte de los medios.

“El hecho de que los medios noticiosos se hayan embarcado en el discurso “guerra” ya es en sí mismo un síntoma; nos embarcamos en el discurso guerrerista de Calderón a sabiendas de que era un discurso diseñado para nosotros.”, critica.

En ese contexto, los medios de comunicación se vuelven “maquinas legitimadoras de la impunidad”. Y gran parte de los problemas estructurales que experimentan los medios en México es que, según Lara, “las empresas han basado su rentabilidad en las formas más nocivas del periodismo estadunidense: el infoentretenimiento y el sensacionalismo”.

“Vale más un periodista vivo que uno muerto”

En 2009 asesinaron a 13 comunicadores, según el Centro de Periodismo y Ética Pública. El 12 de marzo mataron a Evaristo Pacheco Solís, reportero del semanario Visión informativa. Es el quinto periodista asesinado en 2010.

Según Marco Lara, la vulnerabilidad periodística deviene de un problema estructural que no se arregla con protocolos de seguridad. “La construcción de legitimidad social es la única vía para proteger a los periodistas”, plantea.

Entre las propuestas del encuentro Ni un periodista menos organizado por la Red Periodistas de a Pie, Artículo XIX, la CDHDF, el CEPET, Reporteros sin fronteras y CENCOS se encuentran:

Crear un colegio de periodistas.

Formar una red de reacción inmediata.

Definir protocolos de seguridad existentes, divulgarlos en todos los medios posibles.

Tener cuidado en el manejo del lenguaje.

Que los dueños de los medios se responsabilicen de sus reporteros y corresponsales.

Denunciar las agresiones de periodistas.

Solicitar a la fiscalía de la PGR, la CNDH y a la Cámara de Diputados que rindan un informe sobre los casos tratados.

Que desde la ciudad de México se haga visible la problemática de los estados.

Trabajar la información en equipo con otros medios.

Tener un registro de las agresiones y revisar patrones.

Crear un comité de protección a periodistas.

Reportear con base en un protocolo de seguridad.

Certificar las fuentes.

Evitar que los editores permanezcan en los escritorios.

El gran desafío es que los periodistas entiendan el papel que juegan en la cadena de producción de noticias. “Es una tragedia donde los periodistas están sucumbiendo”, dicen. “Vale más un periodista vivo que uno muerto”, puntualiza Luis Alberto Medina.

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