viernes, 19 de febrero de 2010

Presentacion del libro: Cuéntame lo que me pasa, Agustín del Moral



El libro de Agustín del Moral "Cuéntame lo que me pasó" se presenta en el festival de Minería este viernes 19 de febrero a las 5 de la tarde.



Agustín del Moral, querido camarada de la generación fundadora del PRT donde ha hecho importante contribuciones en una comprometida militancia, sobre todo en la prensa partidaria, en la comisiòn internacional y en la elaboración y traducción de importantes textos para la Cuarta Internacional (entre otros tradujo Marx Intempestivo de Daniel Bensaid, recientemente fallecido) ha publicado un nuevo libro el año pasado. Tres relatos en una sola obra que contiene nuevamente evocaciones autobiográficas, bajo el título de Cuéntame lo que me pasa. El libro es una coedición de Ficticia Editorial y la Universidad Veracruzana (donde Agustín trabaja desde hace años). Proximamente, en la Feria de Minería, en la Ciudad de México, tendremos la oportunidad de ver y escuchar a Agustín, pues ahí será presentado su libro.

Mientras tanto, en La Jornada Semanal han publicado un comentario al libro de Agustín que reproducimos a continuación (ESR).


LA EXALTACIÓN DE LAS PASIONES

CELIA ÁLVAREZ


Cuéntame lo que me pasa,
Agustín del Moral Tejeda,
Universidad Veracruzana/ Ficticia,
México, 2009.

Cualquiera que ella sea, cualquiera que sea su raíz e intensidad, lo cierto es que a todos nos anima, impulsa, alimenta y devora la pasión. Pero, ¿de qué está hecha, qué la nutre, la sostiene? La pasión ha sido una constante en la vida de Agustín del Moral Tejeda: el periodismo, los ideales revolu cionarios, el futbol, la música, la lectura, la escri tura, el quehacer editorial, todo lo ha vivido apasionadamente. Así lo evidencia en su libro Cuéntame lo que me pasa, desde cuyas páginas comparte sus pasiones a través de tres relatos, creados sobre puntos de partida parcialmente autobiográficos, que constituyen un impresionante ejercicio de la memoria y refuerzan la noción de que el pasado está en todas partes.

Publicado por la Universidad Veracruzana en coedición con Ficticia, el volumen concita un encuentro con ese destino imprevisible, capri cho so e inapelable que termina por alcanzarnos inexorablemente, solapado por el contraste de luces y sombras que va modelando nuestra exis tencia, no sin antes librar el feroz duelo de poderes que enfrenta al azar, que todo lo tuerce, con la voluntad que nos obliga a mantenernos en pie, ya sea con resignación o impotencia, sin concederle ni un ápice de terreno a la bestia balbuceante de la desilusión. “Dicen que el asesino siempre vuel ve al lugar del crimen. ¿Será por eso que el asesino siempre vuelve a su pasado?” He aquí la frase inicial de “Vamos a ver, hombre, cuéntame lo que me pasa”, que el autor dedica al futbolista Alber to Onofre y a la memoria de Manuel Huidobro Márquez. Este primer relato hace patente que confrontar el pasado está lejos de resultar una empresa fácil, y a la vez propone la aceptación de la propia vida, con sus errores y desastres, como la única vía posible para reconciliarse con esos fantasmas particulares que de otro modo nos confinarían al reducto de la frustración.

Un hombre cuya única pasión fue el futbol, hasta el punto de elegirlo como destino, evoca sus inicios deportivos a la par de su formación como periodista, el oficio familiar, y reconoce que su vehemente deseo de abarcar cada área del campo de juego, en lugar de ejercer una función específica, y la impaciencia por conseguir una oportunidad como jugador profesional, dieron al traste con sus más caras ambiciones. Se alejó de las canchas y decidió trabajar en el periódico de su abuelo, pero una vez que consideró digno su desempeño volvió a apasionarse por el futbol, a ser feliz jugándolo a su modo en un equipo amateur, y regresó a los estadios resignado a ser un simple espectador. Pero el azar lo conduciría a confrontar de manera directa y brutal su pasado, su presente, su vida toda.

El segundo relato, “Que yo, aunque grite”, dedi cado a Vicente Leñero, habla de otra pasión: la música. Mientras narra su viaje de ida y vuelta al origen, bordeando indecisamente el abismo de las pulsiones, el protagonista ofrece un repaso de la historia del son jarocho, desde la década de los años treinta a los sesenta del siglo pasado. Se trata de un recorrido preciso, partiendo del momento en que los soneros cambian la Cuenca del Papaloapan por la gran urbe azteca, para difundir su tradición en el país y el mundo impulsados por el gobierno federal, hasta la época en que el son y el fandango son denigrados a simple “espectácu lo”.

En esta narración, el hijo de un músico natural –que “heredó el apellido, la sangre, el talento y el empeño de una familia con una historia larga y rica en el campo de la música popular veracruzana”– enfrenta el dilema de adoptar una corriente ajena, el rock and roll, o continuar la tradición de su estirpe. Como es lógico, sus gustos musicales chocan con las expectativas del padre, quien sin comprender del todo su actitud accede, sin embar go, a comprarle un disco y darle su venia cuando decide cambiar la jarana por una guitarra eléctri ca, unirse a un grupo juvenil, componer letras y canciones en inglés, presentarse en conciertos y hasta grabar discos. Pero el destino, como es lo habitual, tiene sus propios planes.

Cierra esta trilogía narrativa “Estoy siempre a tus órdenes”, con dedicatoria para Rosario Ibarra y donde el autor insiste: “Nada me identifica tanto con la gente como el ejercicio de una pasión. Nada disfruto tanto como una comida o un café en el que esa pasión toma la forma de una idea, una iniciativa, un proyecto, una forma de vida. Nada me estimula tanto como la vista de un ser humano hablando de su pasión, describiendo las formas concretas que la misma asume, contagiando de ella, de su experiencia, de sus lecciones.” En este relato, Del Moral Tejeda comparte algunas de sus vivencias, intercaladas con oportunas dosis de ficción, como militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores, donde a lo largo de casi tres lustros atendió tareas organizativas y cubrió labores periodísticas, cumpliendo los designios de su espíritu idealista que en aquel momento le exigía un compromiso absoluto con la lucha social.

El personaje central narra su relación de pareja con una mujer que comparte sus gustos y aspiraciones, hasta que en algún momento los caminos se bifurcan y cada uno elige su propia manera de colaborar con la causa. Este último relato es, de los tres que integran el libro, el que contiene mayores componentes autobiográficos y permite vislum brar las razones por las que Agustín del Moral deci dió abandonar la profesionalización partidaria (que no la militancia política) y atender intereses personales durante mucho tiempo relegados por ese motivo; el primero de ellos, la escritura, en consonancia con la máxima de Marcel Proust en El tiempo recobrado: “La verdadera vida, la vida al fin descubierta y dilucidada, la única vida, por lo tanto, realmente vivida es la literatura.” Sin proponérselo, el autor lanza una premonición inquietante sobre el rumbo que podrían tomar los acontecimientos en nuestro país en un plazo muy cercano.


Publicado en La Jornada Semanal el 14 de febrero de 2010.

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