Todo por el todo
Hace más de 400 años, Hamlet buscaba vengarse de su madre y su tío por confabular el asesinato de su padre, el rey de Dinamarca, pero ante tal empresa el príncipe se enfrentó a un gran cuestionamiento: ser o no ser, vivir o morir, seguir o detenerse y dejar que todo continuara sin su intervención. Pues bien, ahora, Felipe Calderón se topa frente a un cuestionamiento similar que radica en dejar el activismo electoral y portar el traje de Jefe de Estado o involucrarse en la batalla política y paralizar la marcha de la nación.
En estos momentos, el análisis político se inclina hacia un escenario que daría cuenta de que el Presidente de la República, a la mitad de su gobierno, se estaría jugando el todo por el todo para imponer su proyecto político, lo que se traduciría en la apertura de frentes de batalla contra sus opositores y en hacer a un lado el buen curso de las negociaciones para las reformas estructurales.
Bajo esta hipótesis, en la vida política mexicana, el viejo adagio shakesperiano se manifestaría a través de dos probables escenarios: el protagonismo del mandatario en plena fiebre electoral –con miras a las 15 elecciones estatales que tendrán lugar este año– y, en consecuencia, la parálisis que se registraría durante lo que resta del presente sexenio.
Actualmente, y luego del reciente capítulo que protagonizara Fernando Gómez Mont, titular de la Secretaría de Gobernación –quien perdió representatividad política ante sus interlocutores por la alianza que el PAN tejió con el PRD para ir juntos a la contienda electoral en Oaxaca–, el círculo rojo presume que Felipe Calderón está tomando decisiones bajo el simple cálculo político, sin calibrar en su justa dimensión el horizonte que se aproxima y que pudiera colocarlo como un Presidente atado a la coyuntura.
Federico Berrueto, politólogo, considera que en cualquier momento se conocerá la madera de la que está hecho el Presidente y ello se sabrá cuando se definan las candidaturas que próximamente se darán a conocer en algunos estados clave. En ese sentido, sugiere mantener los ojos bien abiertos para saber si los candidatos que llevan la bendición de Los Pinos amarran el ticket para pelear por las gubernaturas de Tamaulipas, Hidalgo y Veracruz.
Y Berrueto no se anda por las ramas: “La posibilidad de que el Presidente se esté partidizando es sumamente grave. Si así fuera, estaríamos frente a una situación muy delicada, ya que abandonaría su posición de Jefe de Estado y haría de la Presidencia una ventanilla al servicio del partido gobernante”.
Incluso, algunos estudiosos de los sucesos políticos van más allá y sostienen que en 2010 podría recapitularse, en cierta medida, el negro capítulo que tuvo lugar durante el pasado sexenio, cuando Vicente Fox se trepó a la batalla política rumbo a la sucesión presidencial de 2006 e hizo todo lo que tuvo a su alcance para frenar al candidato con mayor proyección: AMLO. Hoy, sin embargo, los analistas no observan a un personaje bien definido, pero sí señalan que el mandatario empieza a manifestar una cierta aversión hacia el PRI y sus cuadros más prominentes.
En contraste, José Antonio Crespo, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), no comparte esta postura crítica y expone que, lejos de fungir como un activista electoral, Felipe Calderón está ejerciendo su influencia como figura gobernante, algo que pudiera redituarle buenos dividendos, pero que no se le puede condenar porque finalmente es algo que también predican los gobernadores del PRI, PAN y PRD. “Él hace lo que todo mundo hace: influir sobre quienes pueden ser candidatos a un cargo de elección popular. Punto”.
De lo que nadie duda es de que el riesgo y el costo político son muy grandes para la causa presidencial, sobre todo porque el PAN no cuenta con las mejores perspectivas para salir airoso, inicialmente, en las elecciones estatales de este año y, entonces, el Presidente podría estar jugando con fuego pues no tendría garantizado el triunfo en las plazas en juego y sí tendría que negociar con un partido –en este caso el PRI– agraviado y tentado por la revancha.
Dicho esto, la parafernalia político-electoral que se vive en estos días alimenta la percepción de que pudieran estrecharse los márgenes de operación de Felipe Calderón debido a que un eventual descalabro panista en las batallas electorales de 2010 generaría un efecto búmeran que aterrizaría en la residencia oficial de Los Pinos, situación que dejaría a su inquilino en una pésima postura de negociación ante el Congreso –controlado por el PRI–, pero también con una vulnerable posición en las filas del PAN, donde habría militantes que manifestarían su molestia ante la injerencia presidencial.
En síntesis, Felipe Calderón está frente a un dilema: operar como Jefe de Estado o como jerarca de partido. Él tiene la palabra.
LA POSTURA PANISTA
La crítica es mordaz: el manejo electoral que se predica en Los Pinos estaría ubicando al CEN del PAN, tripulado por César Nava, como un dummie (muñeco utilizado por los ventrílocuos). Ante eso, Rubén Camarillo, senador del PAN, exhibe su escepticismo hacia esta lectura y manifiesta que esta historia es sólo una telenovela mediática que, por tanto, no merece atención. Así, asegura que las distintas ocupaciones del presidente Calderón le impiden emplearse en los asuntos del partido, por lo que son la dirigencia y su consejo ejecutivo los que están tomando las decisiones.
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