Federico Arreola
31 de Diciembre, 2009Me han preguntado, sobre todo en tuiter, qué hacía yo hace 10 años, el último día de 1999, antes de que empezara el nuevo milenio. Preparaba el primer número de un periódico que por decisión mía empezaría a circular el primer día del año 2000: Milenio Diario.
Durante meses habíamos trabajado duro para hacer posible ese producto periodístico. El proyecto editorial lo encabezaba Raymundo Riva Palacio y el administrativo Enriqueta Medina. Yo era el funcionario principal de la empresa que con recursos de Francisco A. González se había formado para lanzar el que pensábamos iba a ser toda su vida un rotativo independiente y crítico.
Ya existía Milenio Semanal, una revista que funcionaba muy bien coordinada por Ciro Gómez Leyva, y antes de lanzarnos a la aventura del periódico tuvimos la suerte de adquirir un muy buen periódico de Guadalajara, hoy en desgracia, Público, cuya estructura resultó fundamental en el desarrollo de Milenio Diario.
Tuvimos mucha suerte al comprar Público, no solo por el precio y por la calidad de este periódico, sino por haber tenido el acierto de rectificar a tiempo. Nuestra idea inicial era adquirir Siglo XXI, el diario tapatío en el que habían trabajado todos los que hacían Público. Un buen análisis de Enriqueta Medina nos llevó a olvidarnos de Siglo XXI, que estaba en decadencia y además era muy caro, para negociar la compra del recién nacido y exitoso desde su primer día de vida, Publico.
Una crisis Proceso, que puso a Carlos Marín fuera de ese semanario, obligó a Raymundo Riva Palacio, por solidaridad con su amigo desempleado, a convencerme de que contratáramos a Marín. “Necesito ayda”, fue el argumento de Riva Palacio.
En el aspecto industrial tomamos una mala decisión al adquirir una máquina vieja que no fue capaz de imprimir el diario. En la última semana de 1999, el ingeniero que nos ayudaba, Luis Burgueño, me dijo que no había ninguna posibilidad de que el periódico se produjera en nuestro taller. Todas las imprentas que visitamos se negaron a realizar el trabajo de maquila que solicitábamos. Las que se comprometían a trabajar para nosotros por ningún motivo iban a trabajar la noche del 31 de diciembre. Es decir, no íbamos a debutar el primero de enero, como era mi capricho.
Por fortuna, tomé la decisión de pedirle el favor a Guillermo Chao, quien trabajaba en los periódicos de Mario Vázquez Raña (El Sol de México, Esto, La Prensa). Chao lo consultó con Vázquez Raña, y este aceptó sin condiciones editoriales de ningún tipo y a un precio realmente aceptable para nosotros. Guillermo Chao me dijo: “No trabajamos el 31 de diciembre. Vamos a abrir el taller de la prensa solo para darles servicio a ustedes. Ahí tenemos capacidad para imprimir Milenio todo el tiempo que sea necesario. Don Mario les desea suerte y dice que el convenio no se va a romper aunque ustedes lo critiquen”. Varias veces, en las páginas de Milenio Diario que se imprimieron en los talleres de Mario Vázquez Raña, criticamos muy fuertemente a don Mario, sobre todo por su posición en el Comité Olímpico Mexicano. Nunca supe si eso fue un abuso de nuestra parte o bien una prueba de que Milenio iba a ser invariablemente un diario independiente y crítico. En cualquier caso, se trata de algo que honró a Mario Vázquez Raña.
El 31 de diciembre de 1999 Patricio y Hernández enviaron sus cartones para ser publicados al día siguiente, otros redactamos columnas para publicarlas en el nuevo diario y, finalmente, llegó el único material especial que íbamos a ofrecer ese día: una crónica del año nuevo desde París realizada por Román Revueltas, que no era periodista pero estaba ahí por amistad conmigo (que no era periodista lo prueba el hecho de que Román pasó la noche vieja perdido en el metro de París y no en los Campos Elíseos; de cualquier modo, su texto fue muy bueno).
A partir de entonces, con muchas dificultades y siempre enfrentados al poder, realizamos entre muchos un diario independiente y crítico que, si tomaba partido, lo hacía por la oposición y no por el gobierno.
Ahora Milenio es otro. Ya no cuenta con la colaboración de la gente de talento incapaz de entregarse al gobierno, como Patricio y Hernández y aun el propio Riva Palacio. Los que se quedaron perdieron la independencia, como Ciro y Marín. Sigue habiendo gente buena en Milenio, pero no en las posiciones relevantes. Yo salí de ahí como una consecuencia del fraude electoral que llevó al poder a Felipe Calderón y que culminó en 2006, pero que empezó desde antes, desde los tiempos de los video escándalos y el desafuero de AMLO.
Muchos de los que eran mis amigos ya no lo son. Mencioné que Revueltas estaba en Milenio no por periodista, sino por su amistad conmigo. Fue de los primeros en darme la espalda cuando Milenio Diario decidió despedirme para quedar bien con Calderón. Lo entiendo, el hambre es dura.
El hecho es que hace 10 años, el 31 de diciembre de 1999, yo trabajaba bastante para hacer posible el nacimiento de un diario, que hicimos entre muchos. Como suele ocurrir en los países autoritarios, tuvo por desgracia muy corta vida, al menos como periódico independiente y crítico.
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