lunes, 28 de diciembre de 2009

Las tres torres

Fausto Pretelín

December 28, 2009

La que termina fue una década marcada por tres torres. Dos de ellas fueron destruidas y en la tercera convergen los hábitos de la nueva demografía del siglo XXI. Es Nueva York y la mercadotecnia de Steve Jobs llamada iPhone.

El 11 de septiembre no requiere de mayores detalles. Fue en la mañana de 2001. Estados Unidos fue bombardeado de la manera en que solamente Hollywood se lo hubiera imaginado. La ficción, conducida por un odio cultural demencial, convirtió a un conjunto de aviones en los primeros misiles de impacto global. La paradoja se asomó a través del cine, una de las aportaciones culturales de Estados Unidos, más importantes a lo largo del siglo pasado.

Cultura y política internacional son dos vectores que se encontraron en las Torres Gemelas de la capital del etnocentrismo mundial, Nueva York. Los thinktank conservadores utilizaron el mensaje de la destrucción de las Torres Gemelas para articular una estrategia de odio encabezada por George W. Bush. En su primera fase el mundo la apoyó. En la segunda, la ONU salió destruida. Odio al cuadrado jamás tendrá un final feliz. Irak fue el pretexto y Sadam su imaginación. Nueve años después Afganistán es un polvorín cuya democracia es tan inexistente como los McDonald´s en el centro del mismísimo Kabul.

La salida de Bush de la presidencia estadounidense no garantiza el punto de inflexión de las estrategias neocon. El ascenso de Obama trajo consigo un cúmulo de expectativas globales nunca antes visto. Al finalizar el 2009 Obama se ha percatado que sus principales enemigas son ellas, las expectativas. Su salida inteligente será la ruptura con la visión unilateral de los Estados Unidos. Si la Unión Europea, China, India, Brasil y México lograran articular una estrategia red en conjunto con Estados Unidos, entonces la nueva década tendrá los elementos políticos suficientes para impedir el naufrago global. La economía ha demostrado que presenta todas las características de la red. El mejor ejemplo global es la crisis económica de Estados Unidos; regionalmente, no olvidemos el efecto tequila producido en México.

La tercera torre es el diminuto iPhone. La traducción tecnológica no es diminuta, se convirtió en una torre observable por el mundo entero. El iPhone es la metáfora de un mundo infantilizado y comunicable. La era del acceso, magistralmente descrita por Rifkin, le ha aportado a la demografía-red mayores comodidades y un enorme toque de diversión. La ludopatía se convierte en la droga blanda en nuestro siglo. El blue moon al que aspira todo terrícola.

Con el iPhone la publicidad se tiene que reinventar porque los sueños se convirtieron en realidades. Las películas de Bond parecen guiones escritos por Chespirito. Tan absurdos al confrontarlos con la realidad del iPhone. Comunicar, jugar y escuchar música. Esencias torales para comprender los nuevos hábitos de nuestro siglo XXI.

La religión es el componente cultural poco asimilable a las nuevas tendencias globales. En ella se esconden los nacionalismos y a través de ella se manifestarán los conflictos de la segunda década del siglo XXI. Miremos lo que ocurrirá en Francia con el experimento cultural del presidente Sarkozy. ¿Qué significa ser francés? El resultado de ese experimento populista servirá para detectar las acciones transculturales.

Las tres torres definieron a la primera década del siglo XXI. Dos de ellas demandaron acciones políticas globales. La tercera se convirtió en un juguete. La nueva droga blanda.

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