miércoles, 30 de diciembre de 2009

Es un asunto de propósitos

Joel Hernández Santiago

December 30, 2009

A lo mejor al gobierno mexicano, a los partidos políticos, a los políticos de carne y hueso y a los ciudadanos mexicanos que viajamos en el metro más cachondo del planeta tierra y en el metrosexual de esta muy noble y leal ciudad de México, por estos días en que termina 2009 nos hace falta un buen ejercicio de reflexión para nuestros buenos propósitos para ese 2010 de todos tan temido y que ya asoma la nariz:

Por ejemplo, y por decir algo en estos días de murcielaguitos: Al gobierno mexicano podría proponerse y jurar y perjurar que será eso: gobierno. Y de ahí, gobierno para todos y de todos. Y de ahí que el punto central de acción Ejecutiva no se reduzca a perseguir malandrines, narcotraficantes y criminales rigurosamente organizados que, aunque es indispensable ponerlos en la silla de los acusados con inteligencia –tan malograda por estos días-, tampoco es lo único que hace a un buen gobierno y a un país.

Podría, proponerse –seguimos en los ‘por ejemplo’-, que ya deje de hacerle el trabajo sucio a los señores de los anillos, del norte y sí exigirles cumplimientos, tanto en lo que se refiere al famosísimo TLC, como en la reducción del altísimo consumo de polvos maloras que tiene a muchos de sus ciudadanos ‘volando… volando…’

Podría, el gobierno mexicano, por ejemplo, revisar sus políticas económicas y de desarrollo social y productivo, para orientar a esta nación hacia las tierras del todo cumplido para todos: casa, comida, sustento, salud, techo, educación, solaz, armonía y trabajo seguro, firme, duradero, bien pagado e interminable… y todo eso que estará en la carta a los Reyes Magos, aunque no estaría por demás que el gobierno cumpliera lo prometido.

Podría el gobierno hacerse a la idea de que el país no se mueve en base a campañas mediáticas para convencernos de que aquí todo está bien o va hacia el mundo de Oz. Que, por ejemplo, disfrazar cifras de desempleo, o modificarlas a modo, no es bueno, que ser un mentirosín hace que crezca la nariz y que salgan granos en la cara, como cuando dice que este diciembre bajó el desempleo ‘de forma considerable’, según INEGI, aunque se sabe que es el mes en el que hay más trabajos temporales o mucha gente se ocupa de sus propios micro-micro negocios y cuando la actividad económica se mueve por razones de espíritu navideño, aunque las deudas nos persigan el resto del año, a pagar con esos dos pesotes diarios que son el incremento al salario mínimo.

[Según cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) y del INEGI, la población desocupada en el país fue de un millón 922 mil 596 personas al cierre de 2008 –lo que para entonces ya eran 306 mil 515 más que en el mismo lapso de 2007- y que en el mismo periodo, para este 2009 que se nos va, es de 2 millones 464 mil personas. Naturalmente son cifras: frías cifras: indiferentes cifras…]

En los ‘casos de la vida real’ esto significa que muchos “¡mexicanos y mexicanas!” no tienen para comida-salud-educación y ni para el pasaje para llevar a su familia a la Alameda; que mucha gente vive con el ¡Jesús! en la boca; que se truena los dedos y rechina los dientes cada vez que tiene que pedir prestado y que se tiene que ocultarse bajo la cama cuando le vienen a cobrar. Es esa gente a la que el presente se les terminó y cuyo futuro es incierto, inseguro, impredecible y con mucha comezón.

Pero dice la campaña del gobierno mexicano que ‘ya vamos saliendo de la crisis’, o lo que es lo mismo, la influenza AHL-NL –dixit, Elba Esther Gordillo-, ya está pasando, aunque la calentura, el dolor de cabeza y la temblorina todavía la tenemos porque las aspirinas que nos han recetado no han dado resultados.

Otro propósito: se nos podría explicar, por ejemplo cómo es que en los años recientes el campo mexicano –y sus campesinos – y la industria mexicana –y sus obreros – están en la ruinas. ¿Cómo es posible que nuestra economía nacional dependa básicamente de los ingresos petroleros y las divisas de mexicanos que tuvieron que huir de sus tierras para trabajar tierras que no son las suyas? ¿Cómo es posible que nuestros productos de exportación no se hayan diversificado hacia mercados aun más extendidos en lo horizontal, como ya ha hecho Brasil, India, China…? ¿Es que de veras hay una política económica en este país? ¿Es que de veras podemos ser un país competitivo? ¿Es que seguiremos esperando la inversión extranjera en áreas en las que se podría desarrollar lo mexicano?

Hoy somos el patito feo de América Latina pues nuestra Secretaría de Relaciones Exteriores vive en sí, pero no para el país y sus intereses en el exterior. Brasil nos comió el mandado –y qué bien por Brasil y por el señor Lula–, mientras que nosotros no terminamos por integrarnos a América del Norte… En fin: esos podrían ser algunos, mínimos, propósitos del señor Felipe Calderón y de su gente.

Los partidos políticos podrían proponerse dejar de ser un lastre. PRI, PAN, PRD y los micropartidos podrían proponerse ser eso, también: partidos políticos; cuya finalidad es la de poner a disposición de los mexicanos compromisos de gobierno novedosos y benéficos; y ser interlocutor entre ciudadanos y gobierno. El costo económico de estos partidos no corresponde con sus resultados y mucho menos con su aportación a la democracia mexicana aun en cierne. Ahí, en los partidos políticos sigue predominando el interés de sus líderes, la lucha por el poder personal, el odio entre colegas y la falta de ideología.

Podrían proponerse esos partidos políticos que se adueñaron de la política nacional, dejar de ser ‘arena, box y lucha’ en donde ‘Zongo le dio a Borondongo; Borondongo le dio a Bernabé; Bernabé le pegó a Muchilanga…” en un espectáculo ‘verdaderamente bochornoso’, dirían las primeras damas de Salvatierra.

Y nosotros. Todos nosotros. Podríamos hacernos el propósito de ser más rigurosos. De ser menos haraganes en lo que se refiere a participación política. Deberíamos ser más severos en la exigencia de cumplimiento de promesas de campaña y en la construcción de un país socialmente más activo en democracia. Dejar hacer y dejar pasar es nuestra culpa. El silencio y la maldición soterrada son nuestra fea costumbre. Que sea nuestro propósito ser ciudadanos en democracia y sujetos de democracia, para no estarnos quejando luego de que nos hacen como a muñequitos de plastilina de diferentes colores. En fin. Son propósitos. Qué más da. jhsantiago@prodigy.net.mx

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