Diputada afgana sin escaño. Ha sufrido cinco intentos de asesinato por exponer públicamente los crímenes de poderosos señores de la guerra
Malalai Joya, invitada a Madrid por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado. REYES SEDANO
No sé cuántos días me quedan de vida", dice con un hilo de voz Malalai Joya, "pero hasta que me maten denunciaré a quienes gobiernen Afganistán con las manos manchadas de sangre". Admirada por unos, odiada por otros, esta valiente defensora de los derechos humanos se convirtió, con 31 años, en la persona más joven del Parlamento afgano. Pero, desoyendo la voluntad popular, la Asamblea la expulsó dos años después por acusar a algunos de sus miembros de narcotraficantes, corruptos y misóginos. Hoy recibe en Madrid el Premio Juan María Bandrés a la Defensa del Derecho de Asilo y la Solidaridad con los Refugiados.
¿Será posible evitar los errores de la primera vuelta en la segunda? ¿Tendrá legitimidad Karzai si gana?
No. Estas elecciones no serán consideradas legítimas por la mayoría de afganos ni con una ronda electoral, ni con dos, ni siquiera con diez, porque se están celebrando bajo la vigilancia de las armas, el imperio de las drogas, la corrupción y el crimen. Ya antes de las elecciones teníamos claro que el resultado de las elecciones no iba a cambiar nada. Como decimos en Afganistán, salga quien salga será el mismo burro con una nueva silla, porque lo que importa no es quién vota, sino quién elige, es decir la Casa Blanca.
¿No hay diferencias entre Karzai y Abdullah?
Casi ninguna. Los dos representan lo mismo. Millones de afganos no fueron a votar porque estaban decepcionados, no sólo porque tuviesen miedo de las amenazas de los talibanes. Muchos otros, además, no se plantean votar cuando no tienen comida que llevarse a la boca, cuando están dispuestos a entregar a sus hijos por diez dólares porque no pueden alimentarles. Karzai no ha hecho nada por ellos. La comunidad internacional está perdiendo dinero y derramando su sangre en Afganistán respaldando a un Gobierno de criminales corruptos y misóginos, y siguiendo los intereses de Estados Unidos.
¿Qué intereses tiene EEUU?
Intereses económicos y estratégicos relacionados con los recursos naturales y el reparto de las zonas de influencia con China y Rusia. La opinión pública española tiene que oponerse a que su dinero vaya a financiar una ocupación militar interesada, que además mantiene a criminales y narcotraficantes en el poder en Kabul. La mayoría de los afganos queremos paz y democracia, pero no es posible imponerla a punta de pistola.
¿Qué medidas impulsarían la democracia afgana?
En primer lugar, que las tropas de la OTAN saliesen de Afganistán, porque ahora estamos atrapados entre dos enemigos: las fuerzas de ocupación extranjeras y un Gobierno ilegítimo. Para nosotros, luchar contra un enemigo es más fácil que contra dos. Después, se debería destinar dinero a la educación, a la sanidad, al sistema judicial, a generar puestos de trabajo...
Si se van las tropas extranjeras, ¿no volverá a estallar una guerra civil?
El dinero y las armas extranjeras están yendo a parar a los señores de la guerra, haciéndolos más poderosos. Cada bombardeo aéreo que mata a civiles está beneficiando a los talibanes. Por eso, cuanto más tiempo dure la ocupación, peor será la guerra civil posterior. Los señores de la guerra que se han unido a Karzai y Abdullah fueron responsables de la anterior guerra civil afgana. Si se les apoya a ellos, en vez de apoyar a las verdaderas fuerzas democráticas, que ahora se ven forzadas a vivir en la clandestinidad por las amenazas de muerte que reciben, por supuesto que habrá otra guerra civil.
Según la Constitución afgana, es ilegal que los señores de la guerra se presenten a los comicios, pero no se han recurrido sus candidaturas ante la Justicia. ¿Por qué?
Porque están en el poder, hacen leyes a su medida que les dan impunidad. Karzai ha traicionado el voto de la población afgana.
¿Ha vendido a las mujeres?
Por supuesto. Cada vez hay más violencia contra las mujeres y ahora, además, es legal. Mira la ley familiar chií, que permite a un marido matar de hambre a su mujer si no quiere tener relaciones sexuales con él o prohíbe que puedan salir de casa sin su permiso. Esta ley no está tan lejos de las que impusieron los talibanes. Legaliza la absoluta falta de libertad de las afganas, que su vida valga menos que la de un pájaro.
¿Ha sentido personalmente ese aumento de la opresión contra las mujeres?
Lo he sentido mucho. Cuando, durante la época de los talibanes, era profesora en escuelas encubiertas, era peligroso salir a la calle si no ibas cubierta de arriba abajo con un burka, pero ahora incluso con burka no es seguro. Y no es cierto que desde la llegada de las tropas extranjeras las mujeres se hayan quitado el burka. Seguimos llevándolo, incluso en las ciudades, por seguridad. La violencia es tan grave que cada vez hay más mujeres que se inmolan porque no pueden aguantarlo.
¿No se ha planteado abandonar Afganistán?
Pasé mi infancia y mi adolescencia en campos de refugiados en Irán y Pakistán, pero volví porque quería ayudar a construir un Afganistán en paz, unirme a los miles de afganos que ya estaban allí, arriesgando sus vidas a diario por la paz. Es a ellos a quienes deberían dar el Nobel, no al presidente Obama.
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