Acentos
Epigmenio Carlos Ibarra
2009-10-23•Acentos
Finalmente el cogobierno PRI-PAN logró aglutinar, en su contra, al más amplio frente opositor. De poco ha valido en este caso la enorme maquinaria de propaganda oficial. Se metieron el gobierno y la aplanadora legislativa con lo que más le duele a la gente y han de pagar, espero y más allá de unos cuantos votos perdidos, las consecuencias.
Contra el paquete fiscal, ese engendro del que tanto y tan patéticamente se queja César Nava tratando ahora, claro, de endosarle la responsabilidad a sus compinches del PRI, se alzan airadas las voces más diversas.
Empresarios, dirigentes sociales y sindicales, militantes de la izquierda electoral usualmente colocados en posiciones antagónicas irreconciliables se suman en la misma demanda: “No más impuestos”.
Sólo una combinación letal de ceguera y soberbia, con la dosis de estupidez propia de quien sólo sabe mirarse en el espejo, podían hacer creer a panistas y priistas coludidos, en este como en tantos otros asuntos, que iban a poder echar a andar así nomás el mentado paquete. Se equivocaron.
Les fallaron, en el apoyo que pensaban seguro e incondicional, sus aliados y señores los empresarios a quienes tanto han servido. A la izquierda, que tenían dividida, estigmatizada y postrada, estas medidas tan impopulares como irracionales, le han devuelto el aliento vital.
Como nunca tienen hoy los dirigentes de la izquierda, si actúan con inteligencia, creatividad, integridad e imaginación la oportunidad y la responsabilidad de volver a jugar un papel protagónico en la conducción de los destinos del país.
A quién se le ocurre, en un país en el que se han perdido, en poco menos de un año, más de un millón de empleos, donde millones de personas han pasado a engrosar las estadísticas de la pobreza alimentaria y donde muchos millones más luchan para sobrevivir apenas un poco más arriba de la línea de la miseria, aferrarse de nuevo a los cánones —que no principios— de la política económica que ha llevado el país a la debacle.
Golpean, simultáneamente, con el paquete fiscal, PRI y PAN a patrones y trabajadores, a capitalistas y luchadores sociales. Desalientan la inversión y el empleo. Graban el ingreso y el consumo. Disparan a tontas y a locas en direcciones opuestas. Se atreven a empujar al país un paso más en dirección al abismo. Juegan con fuego.
Indigna profundamente escuchar a diputados priistas darnos, con tanta displicencia y seguridad, lecciones de economía. Ofende escucharlos hablar de los impuestos como si no hubieran sido ellos quienes se dedicaron a enriquecerse por décadas con lo recaudado y a inventar todo tipo de trampas para, colocados en la posición de contribuyentes, porque son duchos en eso de ser políticos-empresarios, evadir las obligaciones fiscales.
Cómo se atreven esos mismos que en la Secretaría de Hacienda del régimen autoritario fraguaron esta debacle a hablar de que no quedaba otro remedio, de que es esta la mejor solución. Son ellos y los panistas, ésos que los sacaron de Los Pinos y los mantuvieron a cargo de la hacienda pública, quienes hundieron este país.
Mentira que la crisis nos haya llegado de fuera; de lejos y de muy adentro venía.
Si tanto dinero necesita el gobierno no tenían los legisladores más que hurgar en la cuenta pública del gobierno de Vicente Fox y aclarar qué fue de los excedentes petroleros y qué de los fideicomisos.
Si dinero querían para tapar el boquete que su propia ineficiencia produjo, por qué no cortar de tajo y de inmediato el flujo de recursos públicos que se malgasta en la propaganda del Estado, por qué no disminuir privilegios y prebendas a los funcionarios.
Anuncios de medidas fiscales y alzas en los impuestos como las que se han aprobado en México, en cualquier otro país hubieran ya provocado o bien paros empresariales si nos atenemos a aquello que afecta al capital o violencia en las calles si hablamos de las medidas que atentan contra la economía familiar.
Aquí el PRI y el PAN no han querido escatimar posibilidades de conflicto. En el colmo de la falta de sensibilidad social, de la más elemental racionalidad política, en la carencia total, incluso, de la más mínima noción de defensa propia, se han atrevido, de un solo plumazo, a convocar lo que puede volverse una tormenta perfecta.
Confían, claro, en que la gente adormecida por la propaganda, esperanzada con el mundial de futbol, hipnotizada por la pantalla, dejará pasar este nuevo agravio. Creen que su capacidad de inclinar la testa ante el sector empresarial y ofrecerle —gracias a que han elevado la corrupción a la categoría del arte— nuevas oportunidades de negocio habrá de amainar el temporal que también ahí se gesta.
Ojalá esta vez se equivoquen. Si de alguna manera la gente soporta de nuevo el golpe sin reaccionar. Si la inacción del capital les garantiza inmunidad sólo se habrá potenciado aún más todavía el estallido social o la falla sistémica en el modelo de control que algún día, si seguimos en esta ruta de colisión, habrán de producirse.
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