150 mil según el periódico La Jornada, 300 mil a decir de los organizadores y, según las últimas apreciaciones, podemos hablar de 500 mil manifestantes convocados por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), para derogar el decreto de extinción de la empresa Luz y Fuerza del Centro, la salida de las tropas que la ocupan y la defensa de la autonomía sindical. Lo cierto es que los diversos contingentes –electricistas, maestros, minero-metalúrgicos, estudiantes, telefonistas, empleados universitarios, bomberos, campesinos, amas de casa, intelectuales y pueblo en general-, entraron a la magna plaza del zócalo de la Ciudad de México durante un espacio de casi cuatro horas, en medio de combativas consignas en contra del gobierno espurio de Felipe Calderón y del clamor por un Paro o Huelga Nacional. El mismo ambiente prevalecía, aunque con menor presencia, en otras once ciudades del país.
Para quien esto escribe, orgulloso miembro del SME, no fue tan sorprendente dicha respuesta. A pesar de las calumnias del gobierno y de la ominosa campaña de medios (que más precisamente podríamos calificar de guerra), en contra de nuestro gremio -al que se acusa de “privilegiado” y causante del supuesto estado de quiebra de la empresa-, el ambiente parecía impregnado de una profunda desconfianza en contra de esos mensajes. Diversidad de pequeños indicios así lo auguraban. Dos días antes de la movilización, haciendo brigadas informativas en los vagones del subterráneo, encontramos a un estudiante del Politécnico que repartía un volante hecho, reproducido y repartido por él mismo. El mismo día de la marcha, después de salir de un concurrido mitin en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México presidido por nuestro Secretario General, Martín Esparza, estando sentado en la mesa de un humilde comedor público, escuché a la cocinera despedirse de un estudiante diciéndole “¡Adiós joven Guillermo, nos vemos en la marcha!”.
Amplios sectores de la sociedad, incluso la conservadora clase media, perciben la declaración de guerra del gobierno en contra del SME, como una ofensiva destinada a destruir al sindicalismo democrático y al contrato colectivo más acabado; avanzar en la privatización del sector eléctrico y de las telecomunicaciones; enviar el mensaje de que la ultraderecha en el poder continuará con su paquete de incrementos fiscales, “para salir de la crisis”; continuar con la contrarreforma laboral y la privatización del sector petrolero. Por estas razones, y la histórica tradición de 95 años de lucha y democracia del SME, se pudo construir una inusitada convergencia de amplios sectores políticos y sociales en torno de esta lucha. El Partido de la Revolución Democrática (PRD), con todas sus tendencias, el Movimiento en Defensa de la Economía Popular de Andrés Manuel López Obrador, la izquierda socialista en todas sus múltiples variantes, la Unión Nacional de Trabajadores, el Sindicato Minero, el sector campesino del Partido Revolucionario Institucional, campesinos independientes y estudiantes marcharon por primera vez bajo una misma bandera.
Muy significativa fue la presencia del movimiento obradorista, quizá la segunda fuerza convocante, tanto por su número como por el tipo de alianza que estableció con el SME. En primer lugar brindó un apoyo total e incondicional a la lucha electricista. Prueba de ello, y para evitar toda invectiva por parte de medios y gobierno, López Obrador marcho como simple ciudadano y no estuvo físicamente presente en el templete. Dicha actitud seguramente pondrá de cabeza a muchos sectarios que lo ubicaban completamente ajeno, incluso opuesto, a toda lucha clasista. Allá ellos.
Durante el mitin el dirigente del SME, Martín Esparza, propuso a los presentes aceptar el establecimiento de una mesa de negociación, propuesta de último minuto, con el gobierno federal y a través de la mediación del gobierno capitalino (del PRD y principal cliente de Luz y Fuerza). Bajo la condición de exigir la derogación del decreto presidencial, la salida de la tropa de las instalaciones y el respeto a la organización sindical y el contrato colectivo de trabajo. También propuso continuar las movilizaciones y conformar un gran frente unitario denominado Frente por los Derechos de Trabajadores y la Contratación Colectivo.
Aún con la contundencia y el poder de clase expresados en esta movilización, es difícil esperar que el gobierno doble las manos bajo el primer embate. Son demasiado importantes los intereses que están en juego. Será necesario consolidar el proceso unitario y radicalizar el plan de lucha. En este sentido la propuesta de realizar un Paro Nacional, es la mejor pieza de artillería con la que puede contar el movimiento.
La lucha del SME se ha convertido en poderoso catalizador del enorme descontento social existente y, en caso de triunfar, en motor de la recomposición del movimiento obrero mexicano. Esperemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario