Hace 37 días –el 13 de septiembre pasado–, el Presidente de la Mesa Directiva del Senado, Carlos Navarrete, anunció: El impuesto del 2% para la pobreza está “muerto y enterrado” y tiene tres cruces: una amarilla, del PRD; una azul, del PAN; y una tricolor, del PRI.
Gritos y sombrerazos por la declaración del perredista.
Ayer, luego de una reunión de la bancada panista con el Presidente Felipe Calderón en Los ¨Pinos, el Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Francisco Ramírez Acuña, reconoció finalmente: “El impuesto a la pobreza está muerto, yo creo que no va a transitar.”
Caras largas entre los integrantes de la bancada blanquiazul a pesar de los ánimos que había intentado imbuirles Calderón en ese encuentro a puertas cerradas para que pudieran “transitar en los últimos acuerdos” que se tomarían horas después en la Comisión de Hacienda.
Pero por más que evadían y hasta había quienes aseguraban que aún no se había dicho la última palabra sobre el tema –como el diputado Rogelio Cuadra–, lo cierto es que los panistas salían de la residencia oficial con la certeza de que ya habían perdido la batalla.
Según les dijo el Presidente, la negociación de Hacienda con los priistas se estaba dando “en términos aceptables” pero no les especificó cuáles eran dichos términos ni abundó en los detalles. Sólo les pidió que siguieran luchando por lograr lo más posible de su propuesta.
Pero los términos de dicha negociación ya los tenía claros la “burbuja” panista: IVA de 16 por ciento en el país y del 11 por ciento en la frontera. Aumentar el déficit a 0.6 por ciento, fijar el barril de petróleo en 59 dólares, disminuir el impuesto a la cerveza en 1.5 por ciento y bajar a 3 por ciento el impuesto a telecomunicaciones.
Sin embargo, para la tropa panista los mensajes de Calderón les resultaban contradictorios. Por un lado –nos comentaría uno de los diputados presentes–, les informaba que la negociación de Hacienda iba bien con los priistas y que aceptaran los términos que se plantearían. Y por otro, les pedía pelear hasta el último momento.
-¡Nomás hacemos el ridículo!-, soltó otro de sus compañeros.
Entre tanto, Ramírez Acuña reconocía abiertamente con los periodistas hacia dónde se dirigía ahora la “negociación”: El 16% al IVA –respondía a pregunta expresa— “viene teniendo mayor fortaleza momento a momento… Ante la sepultura del 2% , es probable que pueda pasar.”
Josefina Vázquez Mota se escabulló y no dijo ni pío. César Nava otro tanto.
Para entonces en la Cámara de Diputados los priistas debatían el aumento del IVA del 15 al 16 por ciento. Una parte de ellos no lo aceptaba. Francisco Rojas, su coordinador, les arguía que era mejor que se aumentaran los impuestos mientras el PAN estaba en el gobierno y no a ellos (a los propios priistas). Nada parecía convencerlos.
Mario Di Constanzo, secretario de la Comisión de Hacienda, simplemente no daba crédito a lo que ocurría con los priistas. Calificaba su discusión de “aberrante” –pues ya el SAT había demostrado que son las grandes empresas las que a través del régimen de consolidación fiscal las que más han dañado las finanzas públicas, y a esas no las tocaban “ni con el pétalo de una rosa”–.
Y su posición en torno al aumento al ISR como “sucia y cobarde” pues fingían estar protegiendo el poder adquisitivo, cuando no habían dicho nada del incremento de las tasas marginales que van a afectar a los que menos tienen.
Del lado de los perredistas –cuyo papel en esta historia parece la del chinito, nomás milando–, Alejandro Encinas consideraba “regresivo” el aumento de un punto porcentual al IVA y sostenía que no apoyarían tal medida.
En fin, reuniones, llamadas, consultas, discusiones y declaraciones a lo largo de todo el día.
Sería cerca de las siete de la noche que los priistas –luego de seis horas de debate y de escuchar a no menos de veinte oradores– finalmente llegaron a un acuerdo. Aceptaron el aumento de un punto porcentual al IVA –: pasaría de 15 al 16 por ciento–, en una votación de 124 a favor y 41 en contra.
Lo demás giraría en ver cómo echarle la bolita del aumento al IVA al gobierno, a Hacienda, a quien fuera, y no ser ellos –los priistas—quienes cargaran con “el impuesto disfrazado”.
En ese tenor, el 2% para la pobreza –final y oficialmente–, había estirado la patita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario