lunes, 29 de junio de 2009

Mi voto por el PRD



Mi voto por el PRD
Ricardo Raphael
El Universal


Lunes 29 de junio de 2009



El próximo domingo voy a acudir a las urnas. El enfado que traigo con la política de mi país no me lleva tan lejos como para dudarlo. Tengo asumido que, a diferencia de otros tiempos, hoy mi voluntad influye en la conformación de los poderes públicos.

No peco, sin embargo, de ingenuidad. Sé que mi voto no obrará en dirección precisa de mis preferencias, ni dará por resultado una configuración tan plural y democrática como quisieran mis convicciones. Con todo, iré a sufragar.

Una vez tomada esa decisión, se abre frente a mí la abismal pregunta. Como ocurre con la gran mayoría de los mexicanos, no me satisface ninguna de las opciones. De ahí que por un momento me haya dejado atraer por la propuesta de anular mi voto.

Estoy convencido de que es un acto tan democrático como elegir entre partidos. No obstante, recientemente han germinado en mí cuatro argumentos que me alejaron del círculo anulista:

1. Es una sobresimplificación afirmar que todos los partidos en México son iguales. Basta un poco de rigor analítico para concluir que, durante la legislatura que está a punto de terminar, las fuerzas representadas en la Cámara Baja se comportaron de manera desigual.

De los procesos de negociación para la reforma electoral, la fiscal o la energética surge la evidencia para valorar que las posiciones de salida y las preocupaciones de cada partido no fueron nunca las mismas. Llegaron a conclusiones comunes, pero tal cosa sucedió después de haber atravesado controversias que por momentos parecieron insalvables.

2. Advierten los anulistas que todos los partidos están sometidos a las mismas fuerzas impuestas al Estado mexicano por los poderes fácticos. Si bien es cierto que nuestros representantes populares son fácilmente manipulables por actores vinculados, por ejemplo, a la industria de las telecomunicaciones, a los grandes agentes corporativos y sindicales y, en general, a las energías oligopólicas y concentradoras de nuestra economía, también lo es que tales intereses no se expresan de manera idéntica dentro de las varias fuerzas políticas.

La gran mayoría de los poderes fácticos se encuentran vinculados con el Partido Acción Nacional y con el Partido Revolucionario Institucional. El Partido de la Revolución Democrática tiene otros defectos y vicios pero no juegan en él ni los intereses de las televisoras, ni los relacionados con Carlos Slim, ni los de Elba Esther Gordillo, o los del sindicato de Pemex.

Puede decirse, en contraste, que el PRD está capturado por tribus detestables y autoritarias, por Bejarano y su parentela, por clientelas urbanas viles y corruptas. No obstante, la razón y la inteligencia merecen comparaciones sensatas. La distancia entre las huestes que alimentan al PRD y los poderes reales que nutren a los otros dos partidos se parece a la existente entre nuestro planeta y los aros de Saturno. Las primeras son eso, tribus. Los segundos son verdaderos imperios.

3. Quienes encabezan la propuesta del voto nulo tienen en mejor estima a la clase política mexicana que yo. Están convencidos de que un margen alto de anulistas (10%) llevará a que los representantes populares tomen finalmente conciencia de su descrédito y se decidan, después de los comicios, a reformar el sistema de representación. Desde mi punto de vista, ni 10%, 20% o 30% de los votos nulos lograrían mover a nuestros políticos del Olimpo donde ellos mismos se han colocado.

4. El último y más definitivo de los argumentos para no anular mi voto me lo ofreció esta semana el senador Manlio Fabio Beltrones en un artículo suyo publicado por el periódico Reforma. Ahí propuso este líder senatorial una iniciativa para disminuir en 100 escaños la representación proporcional de la Cámara de Diputados.

Se trata de una propuesta que ya antes hubiera defendido el PAN. Ambos partidos se han dado cita para cerrar la representación política en el país con el objeto de edificar, fatalmente, un sistema bipartidista. Sin representación proporcional, tanto PRD como el resto de los partidos menores desaparecerían vertiginosamente.

Son muchas las razones por las que el PRD no se merecería recibir mi voto en estos comicios: el desaseo institucional interno, la deslealtad democrática de AMLO, la pésima estrategia de campaña, la corrupción y el clientelismo, la falta de transparencia y la opacidad.

Sin embargo, no estoy dispuesto a contribuir con mi sufragio a una mayor concentración del poder alrededor de dos grandes coaliciones conservadoras, y sus muy cuestionables aliados. Prefiero ver a la izquierda electoral haciendo contrapeso, que participar en su desaparición anulando mi sufragio. Por esta razón, el próximo 5 de julio emitiré mi voto para diputados federales a favor del PRD.

Analista político

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Votar o no votar
Laura Elena Herrejón
El Universal

Lunes 29 de junio de 2009



Hoy día, la mayoría de los mexicanos experimentamos un hartazgo de lo que son los partidos políticos. Cada vez que se lleva a cabo un proceso electoral, los ciudadanos nos vemos verdaderamente “bombardeados” con atractivas promesas de campaña. Sin embargo, tenemos la triste y reiterada experiencia de que al momento de impulsar leyes o tomar decisiones vitales para el país, los políticos anteponen sus intereses personales o de partido al de los mexicanos.

Así, por varias semanas (demasiadas creo yo) nuestras calles y colonias se ven invadidas por posters, mantas y todo tipo de propaganda electoral de personas desconocidas, o lo que es peor aún, personas que sí conocemos y que nos consta que nunca han hecho nada por mejorar nuestro entorno y nuestra calidad de vida y sin embargo se presentan con una gran sonrisa asegurando que son vecinos enterados de nuestros problemas y que ellos tienen la solución de los mismos.

Por todo lo anterior, a unos días de las elecciones, muchos ciudadanos se debaten entre votar o no votar, frente a una oferta de candidatos insatisfactoria. Hay quienes han manifestado que cumplirán con su deber de votar, pero anularán la boleta para dejar claro el malestar que tienen contra los partidos políticos. Sin embargo, por alta que sea la votación “en blanco”, ésta no cambiará el resultado de las elecciones y sí puede dar pie a que algunos de esos votos sean utilizados indebidamente.

En lo personal me parece que este camino no nos lleva a ningún lado, sin embargo creo es momento de involucrarnos como ciudadanos más en los temas que afectan al país (política) y no dejar nuestra participación democrática sólo en acudir a las urnas. Es momento de que exijamos a legisladores y gobernantes rendición de cuentas y cumplimiento de promesas, llegando incluso a pedir su renuncia por incompetentes (para esto habrá que cambiar las leyes)

Por eso yo sí acudiré a votar el próximo 5 de julio y lo haré por 5 razones:

1. Para no retroceder en nuestro camino hacia una democracia plena.

2. Para no fortalecer a los mismos partidos de siempre, los cuales saldrían ganando al contar con su voto duro.

3. Para castigar a los funcionarios o legisladores que no me hayan convencido con su trabajo.

4. Para premiar, y con esto motivar a los que sí trabajaron bien.

5. Para que otros no decidan por mi

herrejon2006@hotmail.com

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