Serpientes y Escaleras |
Salvador García Soto El Universal Martes 30 de junio de 2009 |
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América Latina y el mundo se sorprendieron el fin de semana con un golpe de Estado militar que fue como un regreso al pasado; una advertencia de lo cíclico de la historia y de cómo las tentaciones autoritarias nunca se van del todo, por mucho que avance la democracia. La condena regional y mundial también dejó clarísimo el rechazo y aislamiento a este tipo de salidas a los conflictos políticos. Como tantas veces se vio en este continente, los militares, convertidos en actor político, se involucraron en un conflicto ideológico y de proyectos entre dos grandes bloques: el chavismo bolivariano de Zelaya y su propuesta reeleccionista, y la derecha hondureña aliada con los grandes empresarios opuestos a la reforma constitucional. Al tomar partida las fuerzas castrenses, la balanza se cargó y sobrevino el golpe. El protagonismo político de las fuerzas armadas se asoma crudamente en la asonada de Honduras y es toda una lección para otros países latinoamericanos. En México, la consolidada institucionalidad de las fuerzas castrenses no ha sido puesta en duda desde la época posrevolucionaria. Pero hay elementos que atender del caso hondureño que pueden servirnos de alerta. La polarización entre dos proyectos opuestos, que se reivindican cada uno como “los buenos”, “los decentes” —el PAN— o como los “legítimos” y “honestos antimafias” —AMLO dixit— es parecida a la que chocó tras la asonada hondureña. Allá la relación entre poder civil y militar se volvió parte fundamental de la viabilidad del gobierno, al grado de que el golpe castrense se desata tras el rompimiento entre el presidente Zelaya y su jefe del Estado Mayor. ¿Alguien duda que en México la principal estrategia de gobierno de Felipe Calderón se sustenta en el Ejército? El protagonismo que el Presidente dio a las Fuerzas Armadas desde el arranque de su mandato ha hecho que Calderón gobierne prácticamente al lado de los militares y que éstos avancen en puestos civiles —como los de la seguridad en todos los niveles— o que incluso ya postulen candidatos a diputados de sus filas. Hoy en México el Ejército es cada vez más un actor político de primera línea. Y los conflictos sociales y políticos han ido dividiendo cada vez más a la sociedad. Ayer el propio Presidente habló en Managua de recuperar la constitucionalidad y el estado de derecho. ¿Por qué no comenzar por dar sustento legal a la actuación del Ejército mexicano en el combate a la inseguridad? Como decía ayer un diario en su editorial: si no se quiere a los militares involucrados en los conflictos políticos e ideológicos, “el Ejército, calladito y encerrado en sus cuarteles”. |
Testimoniar el día a día en todos los ámbitos de la vida nacional de México y el mundo ...
martes, 30 de junio de 2009
Lecciones desde Honduras
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