domingo, 28 de febrero de 2010

REFORMAS FANTASIOSAS A UN ESTADO FANTASIOSO. ANÁLISIS A FONDO.

POR FRANCISCO GÓMEZ MAZA

El Estado es una invención de quienes lo tienen todo, y no carecen de nada, para continuar engordando sus caudales.

Algunos políticos – y yo creo que la inmensa mayoría – de la inexistente “clase política”, comenzando por el presidente Felipe Calderón, porfían en reformar algunos aspectos del fantasioso “Estado mexicano”, una entidad que, por fantasiosa, sólo existe en la mente de pen

sadores positivistas, políticos de la derecha y la seudo izquierda, y del inexistente centro democrático, y los empleados (que se autodenominan gobernantes, legisladores, magistrados, jueces) de los ciudadanos que pagamos los impuestos que nos imponen nuestros empleados – los que se hacen pasar como el motor y encarnación de ese Estado inexistente, para manipular conciencias y sojuzgar a los expropiados por ellos mismos -, que se presentan como autoridades para las que sólo sus chicharrones truenan, como se dice el lenguaje coloquial mexicano.

Los ciudadanos “eligen” a sus empleados; por cierto, consuetudinariamente en urnas ya embarazadas de antemano – presidente de la república, senadores, diputados, gobernadores, congresos estatales, presidentes municipales etc – y estos se apropian de ideas manipuladoras, controladoras, expropiadoras, como “Estado”, o “Soberanía”, o “Derecho”, o “Instituciones”, y se constituyen en la personificación de esas falsas entidades, que sirven sólo para privilegiar los intereses de los empleados, pero que consuetudinariamente se utilizan en contra de los ciudadanos y beneficiar a los poderosos.

El Estado, como entidad inexistente integrada por una sociedad de electores de sus empleados o, perversamente, por una sociedad de gobernantes y gobernados y, más, dia-bólicamente, por una sociedad de súbditos y amos, ha sido concebido para privilegiar a los poderosos, a los que deberían de actuar como empleados de quienes los eligieron, a los que se apropian la personalidad de gobernantes, y a sus aliados, los grandes empresarios, los detentadores de los grandes medios de producción, mediante la expropiación, por la imposición del pago de impuestos y derechos, la gran mayoría de ellos, por su propia naturaleza, expropiadores, expoliadores, depauperadores.

Un ejemplo de ello es la tan manida recuperación económica, tan celebrada por los sedicentes “gobernantes” y sus escribanos, que puede ser recuperación económica exclusivamente para los grandes empresarios, para las arcas del Banco de México (que ya frisan en los cien mil millones de dólares en sus reservas internacionales), pero que no sólo no es recuperación, sino depauperación de los individuos que conforman otra entidad ilusionista llamada sociedad, pueblo, masa, que no colectividad, ni menos com – unidad.

Este asunto del Esta

do es copiado del modelo romano y del eclesiástico. En la iglesia católica romana, la de la “Santa Roma, torreón de mi esperanza”, como reza el himno del Vaticano, para no hablar de otras seudo religiones como el judaísmo, el jainismo, el islamismo, el budismo entre otras, la estructura está integrada por pastores – el Papa, los obispos, los sacerdotes – que “pastorean” a una borregada, o por lo menos esto creen ellos. Se constituyen en la voz pura de la divinidad, en los censores de los juicios y conducta de los borregos, les prometen el cielo si cumplen con los mandatos, si se “portan bien” en esta vida temporal, o el infierno, si se “portan mal”. Un mero cambalache, pues. Y a estos les prohíben todo. No respetan su libertad y además, cual corporación mercantil y trasnacional, manufacturan artículos que le dan nombres sacralizados, como dios, santos, bendiciones, indulgencias y una gran cantidad de baratijas que comercializan entre la borregada.

Exactamente así es el Estado, una invención de quienes lo tienen todo y no carecen de nada, para continuar engordando sus caudales mediante la expropiación de quienes apenas tienen para medio vivir. Y ya reformaron los mecanismos expropiatorios, como el sistema fiscal, el del pago ad ovum de impuestos y derechos, incrementando la brecha entre el inexistente Estado – los que se dicen gobernantes por Derecho positivo o divino – y los ciudadanos individuales o que se agremian en comunidades, ya sea de negocios, o de trabajo, o de actividades de beneficencia, o de concienciación política, cívica o social. Los gobernantes venden también las mismas baratijas que las seudo religiones – escuelas privadas, hospitales lujuriosos, carreteras seudo seguras concesionadas, construcciones salomónicas, obras públicas suntuarias, entre otras barbaridades – y ya no digamos la expropiación que ejercen del erario para sus francachelas, para sus viajes turísticos disfrazados de viajes de trabajo, para sus grandes concentraciones de masas, para engordar sus cuentas bancarias, de nuevo, entre otros.

El Estado, pues, es un pretexto para mantener el estado de cosas desigual e injusto en una sociedad en la que unos cuantos engordan con lo que no pueden comer las mayorías. Les conté ya en este espacio que en Estados Unidos de Norteamérica, en un momento de su historia, hubo 30 millones de obesos y 30 millones de indigentes, lo que quiere decir que los 30 millones de gordos comían lo que habrían tenido que alimentar a los 30 millones de indigentes. Una sociedad de ganadores y perdedores: los gobernantes (empleados nada más de lo que ellos llaman despectivamente gobernados), aliados de un reducido grupo de ciudadanos potentados que se ceban con lo que les tendría que tocar a los que sólo sobreviven con lo estricto, o de plano mueren de hambre porque ya no hay desperdicios de comida en los contenedores de basura.

En estas condiciones; en el contexto de un Estado mito. A quién le importan las reformas estructurales, la económica, la política, la electoral etc. Sólo a los gobernantes y políticos, a los grandes potentados, porque las tales reformas van a servir únicamente para continuar la expropiación de los ciudadanos que conforman lo que ellos llaman “sociedad”, “masas”, “Pueblo”, que sólo tienen como propiedad propia su fuerza de trabajo. Así, por la misma razón que Nietzsche, Lao Tzé, Mahavira y Gautama Buda negaron a Dios porque vieron que con Dios el hombre es sólo un títere, así se impone negar esa idea que nuestros empleados quieren imponer de “El Estado”, de “El Estado de Derecho”, de “La Soberanía Nacional”, de “Las Instituciones”, porque con éstas el hombre de la calle sólo es un títere.

*Francisco Gómez Maza ha sido reportero del Excélsior, que dejó junto a Julio Scherer para fundar el Semanario Proceso. También ha colaborado en el Financiero, El Universal, entre otros. Originalmente el título de su columna, Análisis a Fondo se convirtió en una meticulosa esculcada a la realidad, que es compartida con quien tenga interés en conocerla, pensarla y participar en este debate.

No hay comentarios: