sábado, 27 de febrero de 2010

Crimen organizado creció gracias a élites mexicanas

En entrevista con EL UNIVERSAL, el consultor de las Naciones Unidas, Edgardo Buscaglia, declara que el gobierno federal necesita instrumentar mecanismos de limpieza política para acabar con las redes de protección a la delincuencia “... Y estamos lejos todavía de eso”

EJorge Torres
El Universal
Sábado 27 de febrero de 2010
politica@elunviersal.com.mx

l Estado no negocia” con el crimen organizado, dice contundente Edgardo Buscaglia, académico de la Universidad de Columbia y del ITAM, y afirma que por el contrario, es el que “impone las reglas del juego, consensuadas a través de las élites empresariales y políticas”.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el consultor de las Naciones Unidas, declara que el gobierno federal necesita instrumentar mecanismos de limpieza política para acabar con las redes de protección a la delincuencia “... Y estamos lejos todavía de eso”.

“El monstruo de la delincuencia organizada que ha generado enormes flujos de recursos financieros, patrimoniales hacia sectores legales de la economía en Rusia, en Colombia en el pasado, hoy en México, es el producto, el hijo de la élite empresarial y política mexicana”, dice.

Agrega que hasta que ese grupo se percate de que el monstruo se lo está comiendo, es que reaccionará demandando un nuevo régimen, pero “la élite empresarial y política mexicana está tanteando todavía cómo puede salir negociando”.

¿Hay una relación directa entre la fragmentación política y la operación del crimen organizado?

Hay dos países que yo siempre traigo como ejemplos para explicar la existencia de una pirámide política de comando y control como lo era el partido hegemónico mexicano y el sistema soviético. Cómo eso de alguna manera impactaba en la asignación de plazas, en la asignación de mercados ilícitos más allá de las drogas a los diferentes grupos criminales de estos respectivos países. La delincuencia organizada georgiana, por ejemplo, entre los años cincuenta y los ochenta, era pujante, como la sinaloense. Era manejada de la misma forma como los órganos de inteligencia, con línea política, manejaban a los grupos mexicanos en asignación de territorios o mercados.

Es un mecanismo bastante ordenado, quizás poco deseable desde un punto de vista del estado de derecho, con alta gobernabilidad, que no hacía mucho ruido, que no generaba violencia, que no generaba disputas entre los grupos y obviamente no generaban ningún tipo de intento de parte de los grupos criminales de capturar al Estado. Entonces, tanto el Estado ruso como el Estado mexicano, a través de estas transiciones que fueron experimentado en los últimos tiempos, pasaron de ser una pirámide de comando y control político, administrativo y patrimonial, que son tres dimensiones de control de los sectores políticos, a ser lo que son ahora. En México, átomos políticos sin ningún tipo de comando, de control patrimonial, administrativo, ni político adecuado. Tanto es así que ni siquiera los gobernadores le responden al presidente Felipe Calderón; hay un problema de coordinación y de comando, ese es el ambiente, el caldo de cultivo ideal donde la delincuencia florece en cualquier país del mundo.

¿Qué pasó en Rusia, cómo neutralizó Putin al crimen organizado?

En el caso de Rusia el presidente Putin, fuera del estado de derecho, llega a sangre y fuego al poder después de la hecatombe de la administración Yeltsin. Primero expulsa a los gobernadores ya capturados por los grupos criminales y los expulsa a sangre y fuego. Manda fuerzas especiales y al que no lo destierra lo suicida, lo encarcela o lo compra, o sea que hay un proceso de depuración de los actores políticos, lejos de ser un pacto político de gobernabilidad, pero lo logra. Coloca a su gente, genera una red nacional que reconstituye el Estado alrededor del poder central, y a partir de ahí, cuando ya fortalece el Estado, va y sienta a los personeros de cada grupo criminal principal y les comunica las nuevas reglas del juego desde una posición de fortaleza del Estado, les impone nuevas reglas del juego, haciéndoles ver que ya el Estado tiene la capacidad de imponer esas reglas, por ejemplo, establecer áreas del sector económico legal donde se van a canalizar los capitales criminales con réditos, con retornos esperados adecuados regulados por el Estado, puede ser el sector turismo, el de juegos, eso es una salida, una puerta abierta, eso es imponerles las reglas del juego, no negociar qué le toca a quién.

¿Y en Colombia…?

El presidente Uribe ha dado amnistías parciales a ciertos grupos, beneficios a ciertos grupos, abierto la puerta a ciertos grupos que quieran entrar a los sectores formales, con relativo éxito, y a quienes quieran seguir en el proceso antiguo, el Estado les muestra su capacidad de actuación. Se ha depurado 32% de los legisladores colombianos, esa es una limpieza política seria.

¿Existe alguna diferencia con la operación limpieza colombiana y la que se anunció en México?

Yo les digo a los mexicanos: cuando comience la operación limpieza les aviso, todavía no comienza, eso requiere un pacto, un acuerdo político. Pero, cuándo se dará, esa es un poco la pregunta que hay que hacer.

¿Cuál es el origen del problema, la debilidad de las fuerzas políticas?

El monstruo de la delincuencia organizada que ha generado enormes flujos de recursos financieros, patrimoniales hacia sectores legales de la economía en Rusia, en Colombia en el pasado, hoy en México, es el producto, el hijo de la élite empresarial y política mexicana. Cuando ese monstruo que ellos han creado se los comienza a comer a ellos como sucedió en Colombia, en Rusia, en Jordania, esa élite va llegando a un punto de hartazgo, porque ese monstruo les está secuestrando y violando a sus hijas, a sus señoras, les están despreciando su patrimonio. Llega un punto colectivo de hartazgo y la élite comienza a reaccionar y esa élite demanda el efecto Putin o el efecto Uribe. Uribe y Putin son una consecuencia de una élite empresarial y política que generó un monstruo, disfrutó la fiesta, hasta que la fiesta comenzó a comérselos a ellos. Fue entonces que demandaron un nuevo régimen para poder ponerle límite.

¿Aquí la violencia se salió de control, por qué no actúan las élites?

México está lejos de llegar a ese punto. La élite empresarial y política está tanteando todavía cómo puede salir negociando, ver si se puede negociar. Pasó en Colombia y pasó en Rusia.

Hay quien propone que el Estado debe negociar con los traficantes para bajar los niveles de violencia...

Cuando uno intenta negociar con estos grupos pensando que con el consolidado vas a poder llegar a razones, desde un Estado débil, lo que sucede, en todos estos casos, es que el Estado termina más débil y más capturado que antes. El Estado no negocia, es una contradicción que negocie, pues cede sus funciones y atribuciones básicas.

¿Ve usted al Estado poniendo reglas del juego al crimen en corto plazo?

El primer paso es generar acciones de limpieza, de gobernabilidad política a corto plazo, y estamos lejos todavía de una élite política y empresarial mexicana que esté dispuesta a tomar el toro por los cuernos. Para eso se requiere ese nivel de hartazgo que yo mencionaba antes, que por ahora no está, hasta en tanto se produzca eso, vamos a seguir en esta orgía de violencia y de corrupción que viene sufriendo este país, no hay otra salida, más sangre, más violencia y más corrupción por delante, hasta que esa élite empresarial que se ha beneficiado del sistema se dé cuenta que ese monstruo que crearon se los va a devorar, es entonces cuando van a formar parte de la solución.

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