| El agua del molino Raúl Carrancá y Rivas Los universitarios y las elecciones Organización Editorial Mexicana 24 de mayo de 2012 |
El descontento ha llegado a las llamadas redes sociales, donde venturosamente no hay manipulación sino espontaneidad. Y es que en el presente proceso electoral se está repitiendo la cantinela de siempre, de hace años y más años que rebasan la edad de miles de participantes que dicen: "ya basta de tanta apariencia, de tanto teatro". Es que en los días que han corrido de campaña política se percibe un claro montaje, un escenario preconcebido. Es una película que se repite, que se vuelve a ver entre las brumas del tiempo. No importa si quince mil, o menos, o más, llenan el Zócalo. Sean los que sean, es un síntoma. No importa si jóvenes estudiantes mexicanos de cuarenta universidades de Nueva York protestan igualmente. Podrían ser tres, dos, uno. La conciencia no es numérica. Y tampoco importa, o importa muy poco, si Peña Nieto, blanco preferido de las protestas, dice que respeta los cuestionamientos de sus adversarios políticos. No se trata de respeto sino de hacerse cargo del fondo de las protestas, del rechazo que no es sólo en contra de un candidato sino de un sistema, de un modelo, de un estilo de hacer política y de ser político. Por otra parte las universidades de estos comienzos del siglo XXI, en especial las de Iberoamérica, las de nuestro continente de habla española y portuguesa, no son cajas cerradas de resonancia social. El campus se extiende al cuerpo entero de la sociedad, lo mismo que la rigurosa labor de investigación y enseñanza. Claro que hay un riesgo, el de que la torre de marfil se convierta en torre de Babel llena de confusión y caos. Pero es el precio que hay o habría que pagar por la revolución pacífica, de inteligencia y no de armas.
En suma, yo estoy convencido de que las protestas de los estudiantes, de los universitarios, son una clara señal de alarma, faltando poco más de un mes para el primero de julio. Lo que pasa en el espacio electoral ni convence ni satisface. Los spots, el anterior debate, las giras de los candidatos presidenciales, son tan pálidas y poco soleadas como un triste atardecer de invierno. ¿Seremos los jóvenes de cualquier edad el motor del cambio verdadero? La juventud, de cuerpo o de espíritu, pero fundamentalmente de espíritu, implica un grado de crítica donde sólo cabe el pensamiento renovador y progresista. El miedo al cambio es de viejos de cuerpo o de espíritu.
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