martes, 22 de mayo de 2012

Bolitas de nieve, en Cadereyta


Publimetro

POSTAL: NARCONAZI
POSTAL: NARCONAZI
Foto: Cortesía



A las zozobras de Cadereyta hay que agregar la ya olvidada desaparición forzada de 38 petroleros en 2007. Petroleros entre los que había líderes sindicales y trabajadores especializados de los que, a la fecha, no se sabe cuál fue su destino


En Cadereyta es habitual que haya amaneceres tan desmesurados como los que se ven en un campo petrolero de Irak. Los ríos adquieren un color verde kriptonita, estallan mil esquirlas de aires fétidos y el humo de la refinería de Pemex niebla la luz solar recién salida. Son mañanas en las que, en comparación con Cadereyta, la provincia iraquí de Kirkuk sería un monasterio zen de las afueras de San Francisco, California.

Pero ninguno de los amaneceres industriales de Cadereyta que bien se conocen en Monterrey, podrá compararse con el del domingo en que 49 torsos humanos fueron arrojados al alba en un paraje carretero.

La masacre de los torsos parecía pertenecer a otra especie biológica aterrizada en Cadereyta. Pero no. Se trata de la modernidad del narco mexicano en la que nada es más anacrónico que matar a alguien con un simple tiro en la frente.

Tengo familia y amigos en Cadereyta. Gente que nació, ha crecido y quiere “pasar a mejor vida” aquí, pero que cada vez están más extraviados en su propio terruño.

Por lo que platican, parece que viven los días con normalidad, aunque se sienten como si estuvieran viajando en barco por el triángulo de las Bermudas, como ardillas en un parque lleno de águilas, como Eminem en Garibaldi, como conejillos en la jaula de un laboratorio farmacéutico, como un candidato presidencial entre estudiantes de la Carlos Septién o de la Ibero, como el Cid Campeador en un episodio de Los Simpson, como reporteros en Veracruz durante el Gobierno de Javier Duarte.

Lo que sucede aquí es difícil de nombrar. No se puede entender esta delirante “modernidad” del narco, sin tener en cuenta que, detrás de lo que sucede, hay negocios millonarios más allá de la droga e incontenibles ambiciones políticas.

Nos hacemos tontos si le echamos la culpa de todo al “sicario” en turno, esta vez, pertinentemente apodado El Loco.

Exotizar la realidad no ayuda en nada, aunque bien sabemos que un corresponsal extranjero podría venir a Cadereyta y escribir una crónica donde narre su ida a la peluquería local, sin que esto parezca del todo estúpido.

El estigma de ciertas ciudades y pueblos del norte de México es tan generoso con el periodismo ramplón, que cortarse la barba de candado se vuelve algo intrépido. (Y hasta te pueden dar un premio por ello.

O quizá después des conferencias en universidades sobre “autoprotección” u otro de esos temas raros que producen las guerras entre oportunistas de tiempo completo. En un caso de suerte extrema, es posible que hasta escribas un libro de “vivencias” que servirá como eficaz narcótico literario y como pase VIP para entrar a divertidos spring breaks conocidos como encuentros de escritores).

Mientras todo eso ocurra, Cadereyta y muchos otros lugares del noreste mexicano padecerán la modernidad del narco.

No sabemos cómo nombrar lo que sucede en esta región del país, donde la evasión mental de la realidad crece, donde un eufemismo ayuda a no perder la cordura.

Conozco a un grupo de niños de entre ocho y 10 años que, por adiestramiento de sus papás, tienen prohibido mencionar palabras como narcos, Zetas, soldados... En lugar de cada una de estas palabras tan presentes en Monterrey, deben decir “bolitas de nieve”.

Sí, niños que, como medida de supervivencia cotidiana, crecen relacionando una bolita de nieve con el convoy armado que ven en las calles, con los disparos que suenan por sus escuelas o con el incendio del Casino Royale que ven por la televisión.

Uno de esos niños me dijo que fueron bolitas de nieve las que sembraron el terror en Cadereyta un domingo al amanecer.

LA NARCOMÁQUINA

Se llama el número de la revista de la Universidad de Nueva York, donde se analiza la violencia actual en México.

Se puede consultar íntegra en línea: http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/e-misferica-82.

NECROPOLÍTICA

Achille Mbembe explica en su libro Necropolítica que a la par de los Ejércitos tradicionales han surgido máquinas de guerra. “Máquinas de guerra que se conforman por segmentos de hombres armados que se dividen o se suman entre ellos, dependiendo de la tareas por realizarse y las circunstancias.

“Organizaciones polimorfas y difusas, las máquinas de guerra se caracterizan por su capacidad de metamorfosis. Su relación con el espacio es móvil. A veces, gozan de vínculos complejos con estructuras del Estado (desde la autonomía hasta la incorporación)”.

Los restos de las 49 personas que fueron dejados a la orilla de la carretera de Cadereyta habían sido desenterrados de una fosa clandestina ubicada entre Los Herrera y China, Nuevo León, y luego fueron trasladados a Cadereyta en un camión de materiales.

Sin embargo, el motor no visible de estas máquinas de guerra se encuentra oculto en una estructura necropolítica que cruza de forma transversal diferentes niveles de Gobierno, desde el punto más alto en la escala del poder, hasta las zonas más bajas.

POSTAL: NARCONAZI

A la foto de este vehículo con suásticas nazis circulando por las calles de Culiacán, habría que agregar el sonido que salía del estéreo aquella tarde no muy lejana en que fue tomada la foto: algún narcocorrido del llamado movimiento alterado.

Nunca he escuchado el término narconazi, pero parece sacado de alguna de las investigaciones de la profesora Rossana Reguillo, quien coordinó un extraordinario dossier para la revista Hemisférica de la Universidad de Nueva York (NYU).

“El trabajo de la violencia vinculado a la máquina narco, se asemeja al descrito por Levi en la Alemania Nazi en dos dimensiones, cuya profundidad (y perversidad) resultan difíciles de abordar y se distingue o diferencia en una cuestión que resulta crucial para calibrar el poder de la máquina narco”, explica en su ensayo la antropóloga Reguillo, quien podrá entender mejor que muchos esta postal sinaloense.

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