lunes, 9 de abril de 2012

Anquilosada - Roberto Zamarripa


TOLVANERA,

Roberto Zamarripa


Ni unas quesadillas le caen bien a Josefina Vázquez Mota. Si habla, le gritan: si canta, le chiflan: si baila, se desmaya. Si va a Tres Marías, le salen los cuatro fantásticos. Por algo suspendieron su gira a Veracruz: si caminaba por la playa, seguro que se ahogaba.

Lo que trasmina la campaña panista es tensión e incertidumbre. Los jaloneos internos han estrujado a la candidata hasta hacerla parecer frágil, torpe, carente de ideas. Hay quien dice incluso que Josefina es víctima de un embrujo de su eterna enemiga Elba Esther Gordillo. La Maestra es ferviente convencida de los trabajos de magia negra. A saber si lo que empeña y encarga tiene algún efecto pero Roberto Madrazo, su archienemigo priista, cayó en desgracia y de los secretarios de Educación con los que ella ha tratado en el panismo gobernante, Alonso Lujambio súbitamente enfrentó un grave malestar de salud y Josefina nomás no se halla. Amigos de Elba, como Reyes Tamez, gozan y gozan. Quizás por eso nombraron a un médico en la SEP para combatir con ciencia la brujería.

Lo que sea, pero el hecho es que Josefina Vázquez Mota no levanta. En el fondo una disputa entre las dos corrientes principales del panismo actual que de manera soterrada han disputado el control del gobierno y el del partido. Por un lado el denominado Yunque, o lo que eso constituya, con la santísima Trinidad en su dirigencia: los gobernadores de Morelos, Marco Adame; de Jalisco, Emilio González: y de Guanajuato, Juan Manuel Oliva.

Del otro lado, el calderonismo, o lo que eso signifique, cuyo representante principal en el comité de campaña es el coordinador, Roberto Gil, y que en los reacomodos de posiciones luego de los traspiés de campaña ha integrado a varios estrechos colaboradores del presidente Felipe Calderón en el equipo de campaña. Es el caso del coahuilense Guillermo Anaya, el Primer Compadre de la Nación, o de Rafael Giménez, encuestador oficial de la Presidencia calderonista. También la participación directa de Juan Ignacio Zavala y Germán Martínez, ex presidente nacional del PAN. Junto con ellos, está la integración en el cuarto de guerra de Ernesto Cordero, el calderonista que contendió internamente contra Josefina. Hace una semana que el denominado "Cuarto de Guerra" de la campaña josefinista cambió de integrantes con una mayor presencia calderonista con los antes mencionados y la incorporación solitaria de Juan Manuel Oliva, quien renunciara a la gubernatura de Guanajuato para incorporarse a la coordinación electoral. A ello se añade Daniel Hernández, el asesor histórico de la candidata.

Cuando la visita de Benedicto XVI a Guanajuato, los líderes panistas encontraron una privilegiada ocasión para reunirse. El encuentro realizado en un hotel guanajuatense la noche del 24 de marzo congregó a los tres gobernadores yunquistas (Adame, Oliva y González) con Josefina y sus principales colaboradores. Ahí fue ampliamente discutida la debilidad de la dirigencia partidista, encabezada por Gustavo Madero. Sobre la mesa fue puesta la posibilidad de la destitución del chihuahuense, pero al final el acuerdo fue reforzar la dirigencia nacional con la incorporación de Oliva al primer círculo de la campaña sin quitar a Madero de la presidencia nacional.

Aunque para evitar un desequilibrio en el equipo de campaña vinieron otros nombramientos como el de Guillermo Anaya y los de Giménez y Cordero. Bajo esos dos fuegos, yunquistas y calderonistas, la candidata panista transitó la Semana Santa hasta la indigestión de las quesadillas en Tres Marías.

La candidata podrá cambiar de imagen y de acompañantes; de camión y de dieta; de gimnasio y de rutinas. Pero es evidente que su apuesta tendrá que ser francamente arriesgada y novedosa. Su indefinición tiene que ver no solo con el maquillaje sino fundamentalmente con el discurso y sus compromisos.

Mucho daño ha hecho al panismo el anquilosamiento en políticas públicas regresivas. En su equipo, por ejemplo, tiene demógrafos y científicos de primera línea que han defendido políticas de población que nada tienen que ver con los arrebatos medievales de los gobernadores panistas. Esa indefinición, esa eterna tensión entre las posibilidades liberales de un discurso y una política de gobierno, con las trancas decimonónicas, no permiten que se asome una candidata definida o como dice su slogan, diferente.

El priista Enrique Peña, sorpresivamente, es el candidato de la continuidad. Ha prometido seguir las políticas de seguridad y de corte social del gobierno calderonista. (Mantener al Ejército en las calles, prometió en Veracruz, y continuar con el Programa Oportunidades y otros subsidios a mujeres y ancianos, prometió en Jalisco y ayer en el DF). Colocada más a la derecha que el derechista Peña, la candidata panista simplemente será la comparsa esperada. Allá está instalada: entre los jaloneos internos y el discurso anquilosado.

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