Justo en las vísperas de la elección michoacana de este próximo domingo, los voceros oficiosos de Los Pinos informan que, como ha sucedido en comicios federales recientes, el Estado Vaticano también va a participar en la sucesión presidencial del 2012. Joseph Ratzinger, investido como Benedicto XVI, vendrá a México en la próxima primavera.
Muy a tiempo. Perfectamente calculado. Su presencia, sus discursos, la parafernalia en torno a la visita influirán –cual ha sucedido antes, reitero– en una buena porción del electorado mexicano.
El solo anuncio, por lo pronto, beneficia ya a la candidata panista al gobierno de Michoacán, cuya onerosa campaña política –sufragada con abundantes recursos de los contribuyentes de todo el país– está fundada en los “valores católicos”. Ahora mismo, en no pocos foros de las redes sociales se pide orar por el triunfo de Luisa María Calderón, hermana mayor del ocupante de Los Pinos.
Ante ello, no faltará quien diga que la visita es estrictamente pastoral. De acercamiento del líder moral con sus feligreses. Pero la verdad, resulta difícil disociar esa figura religiosa con la de jefe de un Estado –con intereses políticos y económicos consustanciales– que trata de imponer su visión del mundo a las naciones.
“Las relaciones jurídicas entre la iglesia y el Estado –ha escrito el sacerdote y ensayista Enrique Maza– ha sido el enfrentamiento de la iglesia universal con los estados nacionales, que fue tomando diversas formas, según los tiempos y las naciones. La concepción actual de autonomía e independencia de ambos -separación de la iglesia y el Estado- ha sido posible gracias al desarrollo de una visión moderna del Estado y de una nueva visión de la iglesia, que se ha comprendido a sí misma de otro modo sobre su función (…). Quedan ambigüedades por resolver entre ellas, la dualidad del papa como jefe de la iglesia y como jefe de Estado, por simbólico que sea su estado del Vaticano. Las relaciones que los estados establecen con el papa intencionalmente no son con el jefe del Estado, sino con el jefe de la iglesia. Pero es difícil concebir a una iglesia que establezca relaciones diplomáticas e intercambie embajadores. No es su papel…”.
Y no. El de agente político no es su papel, pero los últimos dos pontífices lo han interpretado a la perfección.
Ahora mismo, el ya desparecido Juan Pablo II es usado convenientemente. Sus reliquias viajan por todo el país. Frente a ellas se han retratado Calderón, miembros de su gabinete y gobernadores blanquiazules. El mensaje es claro para esa porción del electorado que profesa o, cuando menos, dice profesar la fe católica.
Item mas: sin que tampoco sea su papel, la Casa de Moneda –de un Estado laico cual supuestamente es el nuestro– ha emitido una medalla conmemorativa del anterior jefe de la Santa Sede que, a diferencia de las entregadas a los triunfadores de las recientes justas deportivas panamericanas, por lo menos no se destiñen.
La anunciada visita papal responde a la invitación que en el mismo Vaticano hiciera Calderón a Ratzinger hará cosa de un año. Sabe el michoacano que su causa electoral resultará gananciosa tras esa presencia de Benedicto XVI.
Aunque…
Habría que traer aquí la reciente experiencia española, nación donde el catolicismo es, como en nuestro caso, la religión que mayor número de profesantes dice tener. Aún sus mismos feligreses y aún sacerdotes del llamado bajo clero se mostraron reacios a la presencia ahí de Ratzinger, argumentando ene número de objeciones, entre la que destacaba el costo económico para las arcas públicas.
Impensable, todavía, que en México pudiese surgir una oposición articulada a la próxima visita de Ratzinger, habida cuenta que aún quienes formalmente no coinciden programáticamente con las políticas vaticanas difícilmente se enfrentarían a esa porción del electorado que soslaya lo político y ensalza lo espiritual del acontecimiento.
El Vaticano vota en México. Lo ha hecho desde 1979, cuando Juan Pablo II llegó por primera vez a nuestro país. Votó en las vísperas del 2000. Y claro, en el 2006.
Todo a partir de que, para legitimarse, Carlos Salinas reabrió la puerta que prudentemente habían cerrado a esta iglesia los liberales del siglo XIX…
Con la Iglesia, pues, hemos vuelto a topar.
Índice Flamígero: En la Conferencia del Episcopado Mexicano no daban crédito a la información. A ellos nadie les avisó. En Los Pinos les confirmaron que sí, que viene en la próxima primavera. Que luego les avisan las fechas.
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