Ricardo Monreal Ávila
El próximo año la estrategia del gobierno debe ir a las urnas. Será un referendo para decidir si continuamos con esta guerra o emprendemos una cruzada por el empleo, la seguridad social y la paz
La palabra “guerra” está proscrita del discurso oficial para referirse a la campaña del gobierno contra el crimen organizado (sobre todo por el protocolo en materia de derecho constitucional e internacional que el término implica), pero nunca ha estado desterrada del ánimo, de la actitud y de la visión con que se ha asumido una decisión que ha marcado a la actual administración federal y al país todo desde diciembre de 2006.
La más reciente expresión la ofreció Felipe Calderón al comparar las presiones que actualmente recibe su estrategia de combate al crimen con la situación de presión e incertidumbre que en su momento vivió Winston Churchill, cuando Inglaterra entró a la Segunda Guerra Mundial para enfrentar al gobierno genocida nazi.
El pasado viernes, Calderón retomó textualmente la argumentación de Churchill para explicar cuál era la estrategia y los objetivos de aquella decisión histórica: “Ustedes preguntan cuál es nuestra política y nuestra estrategia. Y yo diré: Es combatir por mar, tierra y aire, con toda nuestra fuerza y con toda la fortaleza que Dios pueda darnos. Luchar contra una tiranía monstruosa, nunca rebasada en el catálogo lamentable de los crímenes de la humanidad. Esa es nuestra política y esa es nuestra estrategia. Y ustedes preguntan: Y cuál es el objetivo, qué buscas. Puedo contestar con una sola palabra —decía Churchill—: la victoria. La victoria sin menoscabo del terror, la victoria cuán largo y duro pueda ser el camino para alcanzarla, la victoria, porque sin victoria no hay futuro para Inglaterra”.
Con esta cita de Churchill, Calderón reitera que no modificará la estrategia, que no cambiará de rumbo y que lo único que puede ofrecer a los mexicanos es “sangre, sudor y lágrimas”, como lo verbalizó el primer ministro inglés en aquel famoso primer discurso en su calidad de jefe de gobierno en 1940, y que se convirtió en la frase más popular y más representativa de un hombre, de un gobierno y de una decisión histórica durante seis años.
Galardonado con el premio Nobel de Literatura por sus Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial, Churchill acuñó otras expresiones sobre la guerra y la política —y sobre los políticos que deciden emprender guerras— que es necesario retomar. Aquí algunas de ellas:
• La guerra es una invención de la mente humana; y la mente humana también puede inventar la paz.
• Una guerra nunca resuelve problema alguno. No hace sino plantear otros nuevos
• La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez
• Un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones
• Sería una gran reforma en la política el que se pudiera extender la cordura con tanta facilidad y tanta rapidez como la locura
• Un político debe ser capaz de predecir lo que pasara mañana, y la semana, el mes y el año próximos. Y también debe ser capaz de explicar por qué no acertó
• Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisciente. En verdad, se ha dicho que es la peor forma de gobierno, excepto todas las demás formas que han sido probadas en su oportunidad
• Una buena conversación debe agotar el tema, no a sus interlocutores
• Personalmente siempre estoy dispuesto a aprender, aunque no siempre me gusta que me den lecciones
• Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema
• Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar
• A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada
• Las mejores guerras se ganan sin tiros. Cuando los disparas, más vale que sean cortos y breves
Churchill ganó la guerra en tres años. Prolongarla de manera indefinida le habría costado la economía de Inglaterra y su caída. A pesar de ello, en 1946, el laborista Clement Attlee propuso a los ingleses cambiar la sangre por la salud, el sudor por el trabajo digno y las lágrimas por la felicidad; es decir, transitar de la inseguridad de la guerra a la seguridad de la paz. Attlee no le disputó un solo mérito al héroe de la guerra, sólo la capacidad de reconstruir social y económicamente a la Inglaterra de la posguerra, y ganó.
El próximo año, la estrategia de sangre, sudor y lágrimas del actual gobierno deberá enfrentar las urnas. La elección presidencial será un referendo para decidir si continuamos con otros seis años de esta guerra (siete, advirtió el titular de la SSP) o mejor emprendemos una cruzada por el empleo seguro, la seguridad social y la seguridad de la paz. Nadie cuestionará el mérito de haber emprendido una guerra moralmente necesaria, sino la capacidad para gobernarla y llevarla a puerto seguro. No pasará mucho tiempo para saber el resultado.
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