viernes, 20 de mayo de 2011

Poderes y ciudadanos

Carmen Aristegui Flores

Se gesta en el mundo, y con cierta velocidad, lo que algunos quieren ver ya como un nuevo tipo de poder ciudadano. Germina hoy en plazas, calles y manifestaciones que aparecen en cualquier parte del planeta. A diferencia de muchos movimientos, revueltas y revoluciones que se han dado en la historia de la humanidad, lo que hoy sucede se diferencia, de varias maneras, de otras transgresiones culturales, sociales y políticas como las vividas en 1968 o el fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín. Internet y redes sociales por sí mismos son actores de gran relevancia. Con ideas básicas se logra congregar a millones que comparten este impulso vital para transformar el actual estado de cosas. Miles de jóvenes, y ahora también de mayores, se congregan en las calles de Grecia, Inglaterra, España o Portugal, en Europa; en Medio Oriente, en el norte de África y, a su manera, en México. Se protesta por el desempleo, la violencia, la impunidad, el bipartidismo, el sometimiento o los regímenes autoritarios. Los españoles, en estos momentos, por ejemplo, lanzan frases que cuestionan a su sistema a días de unas elecciones: "Le llaman democracia y no lo es", gritan a voz en cuello. Razones hay, y sobradas, para manifestarse en cualquier sitio. Los miles o millones en las calles, sus ejes de comportamiento y la fuerza de sus expresiones dan pauta a suponer que estamos ante el asomo de algún tipo de transformación que marcará los ejes civilizatorios. O no, porque nadie sabe, a ciencia cierta, el desenlace. Lo cierto es que los poderes hoy están confrontados seriamente. Los ciudadanos están enojados. Hasta la madre, diría el poeta Sicilia.

Las protestas se amplían en varias regiones del mundo y el fenómeno contestatario recarga en internet amplios afanes de contagio. Motivos para manifestarse sobran. Los miles que en estos momentos abarrotan la Puerta del Sol, en Madrid y otras ciudades de España, desafían con su presencia la prohibición ridícula ya de la Junta Electoral municipal, que exige que se retiren para no entorpecer las elecciones del domingo. Protestan, como otros, por un modelo que excluye, que concentra y que reduce las oportunidades. En la de España -como en las revueltas del mundo árabe y las otras europeas- protestan por el desempleo, los recortes sociales, contra los bancos y, en especial, contra políticos y clase gobernante en general. Este domingo 22 se espera, por ejemplo, un revés de antología para el PSOE, aunque en la plaza principal nadie festina al Partido Popular. En estas plazas, como en las árabes, están también ahí los jóvenes educados, comunicados y desempleados. La revuelta de "los licenciados", le llamaban los tunecinos. Cuestionan al sistema. Muestran las fórmulas de representación de la sociedad sumidas en una franca crisis. Critican los mecanismos de acceso y del uso del poder, los modelos económicos; la disfuncionalidad institucional. Quieren que se les escuche.

Lo de México tiene resortes similares pero palpita de otra manera. La marcha que encabezó Javier Sicilia el pasado 8 de mayo convocó a padres, madres y hermanos dolientes de la violencia nacional. Lo que camina ya como un movimiento arrastra los agravios y dolores que se han producido en esta espiral de violencia. Integrantes del Movimiento por la Paz y la Justicia han informado que a la caravana que tiene como destino Ciudad Juárez se le han sumado otras organizaciones sociales en México y también de Estados Unidos. Los convocantes han dado pasos para trascender las fronteras y eso es algo que no todos esperaban ver. A la movilización se le ha dotado de contenido, con los seis puntos redactados para impulsar un pacto nacional. Se ha dicho que "los de Juárez" no quisieron que allá fueran los representantes de los poderes -destinatarios y responsables de lo que se exige pueda ser realizado en los seis puntos-, por lo tanto, el 10 de junio, lo que se espera es una ampliación de la expresión ciudadana para elevar la exigencia a los poderes establecidos pero no el pacto con los poderes. Sin la exigencia de la renuncia de García Luna como condicionante para un diálogo con el Ejecutivo y la postergación de la exigencia a los poderes para comprometerse en tareas específicas, verificables y auditadas socialmente, el vigoroso movimiento desatado por el caso Sicilia entra, sin duda, en una recta de desafíos y definiciones.

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