jueves, 3 de febrero de 2011

La ciudad y su gobierno

Rafael Pérez Gay

En alguna página, Milan Kundera escribió que pasamos por el presente con una venda en los ojos, sólo cuando todo ha pasado podemos destaparnos los ojos para ver lo ocurrido.

Si pudiéramos atisbar debajo de la venda algunos perfiles, ciertas sombras de la ciudad de nuestros días, no daríamos crédito a lo que vemos. Espero que Marcelo Ebrard Casaubon tenga razón cuando afirma que el narcotráfico no ha fincado sus poderes oscuros en la capital: “La ciudad está en una situación muy distinta a la de otras partes del país por fortuna y eso lo vamos a mantener. No tenemos en la ciudad la violencia generalizada que está ocurriendo en otras partes. Nuestra meta es evitar que eso ocurra”. (EL UNIVERSAL, 29 de enero de 2011. Entrevista con Jorge Ramos).

Si lo que Ebrard ha querido decir es que aún no ruedan las cabezas en los centros comerciales, o que el narco aún no ha ordenado los bloqueos de Reforma o Insurgentes, o que no han asesinado a una familia inocente en un retén de Nonoalco, si Ebrard Casaubon quiso decir que la violencia no ha incendiado las calles de la capital, tiene razón. No hay que ser el procurador Miguel Ángel Mancera o el jefe de Seguridad Pública Manuel Mondragón para sostener que en efecto la violencia de nuestras calles no tiene la intensidad de la locura criminal de Ciudad Juárez, pero debajo de la venda he visto por primera vez a militares con armas largas a bordo de camiones del Ejército realizando cateos en la colonia Del Valle. Dice Ebrard Casaubon: “La información sobre esas casas la tiene el gobierno federal”. Pues convendría que la tuviera también el jefe de Gobierno. El Ejército patrulla Tepito.

Contra lo que afirma y cree el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, en algunas formas de la violencia en la capital es obvia la huella del crimen organizado. Los reclusorios del Distrito Federal son grandes escuelas del crimen en las cuales las autoridades son incapaces de requisar los celulares desde los cuales se extorsiona a diestra y siniestra. En un país más serio que éste, el jefe de Gobierno de la ciudad y sus jefes policiacos habrían tenido un problemón al enfrentarse a la noticia de que en las cárceles se corta, empaqueta y distribuye droga. Quizás el lugar más seguro para comprar e ingerir droga sea uno de nuestros penales. El robo de coches y los secuestros han aumentado en la ciudad.

Aún no estallan granadas en las calles, cierto, pero al municipio de Nezahualcóyotl se lo disputan La Familia y Los Zetas que intentan abrirse campo en la distribución. Ambos grupos criminales quieren apropiarse del Oriente del Valle de México (EL UNIVERSAL, 20 de enero de 2011). Iztapalapa, Valle de Chalco, Ixtapaluca son algunos de los municipios y delegaciones donde se concentra la lucha entre bandas rivales. Las ocho ejecuciones de la colonia la Esperanza fueron una consecuencia de esa guerra. La propia Secretaría de Seguridad Pública municipal reveló que en Neza hay 30 puntos grandes de venta de droga y opinó que es imperante que el Ejército refuerce la seguridad. Salvo que Marcelo Ebrard piense que este problema le toca al Estado de México, la idea de que el narco no ha llegado a la ciudad parece más bien un deseo con los ojos cerrados. No quisiera sobreactuar mis opiniones, pero están aquí.

Todo este asunto de la venda de Kundera viene a cuento porque cada vez tendremos menos un jefe de Gobierno de la ciudad y más un precandidato a la Presidencia. De eso se tratará para Marcelo Ebrard el año que tiene enfrente y así tendrá que enfrentar los tiempos políticos, no sé si debí escribir los lamentables tiempos políticos. Puesto así el escenario, debajo de la venda puede entreverse una ciudad colapsada por la obra pública que Ebrard utilizará como una carta fuerte rumbo a la candidatura; un laberinto urbano en el cual las marchas y las protestas serán intocables, nadie ordenará un garrotazo ni de casualidad, marchistas: ésta es la suya. Y al final, pero no al último, la amenaza narco que conviene desaparecer a los ojos de la opinión pública. La confianza en sí mismo es un atributo que puede llevar a un político a campo traviesa de sus ambiciones, pero al mismo tiempo suele poner trampas serias en el camino. Si esto pasa, el político se quita la venda y se da cuenta de que está ciego. No sé si sea el caso de Marcelo Ebrard.


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