La visita de Hillary Clinton a Felipe Calderón Hinojosa y Patricia Espinosa no fue de cortesía. Su diálogo con el presidente de México y su contraparte en la Cancillería, está inscrito en la estrategia global de la seguridad nacional de Estados Unidos, pero fundamentalmente en el área económica.
Lo que se le vio y escuchó a la secretaria de Estado fue ambivalente, por descortés y tajante. Advirtió sobre los costos, e hizo hincapié en que no había alternativa para preservar la seguridad de los estadounidenses; anunció la entrega de 500 millones de dólares -que regresarán a esa nación por la compra de equipo para combatir al narco-, y elogió la labor del presidente de México en la lucha contra la delincuencia organizada.
Nunca aclaró que los costos, los altos costos los pone la sociedad mexicana: casi 40 mil cadáveres, inseguridad jurídica, Estado de Derecho quebrantado, instituciones rebasadas, economía en problemas, viudas, huérfanos, pero sobre todo la pérdida de la confianza en el gobierno y en el Estado. Ellos, los estadounidenses, únicamente ponen el dinero, que frente a los problemas que habrán de resolverse en este país como consecuencia de la guerra, carece de valor.
Lo que está a la vista ya fue aireado. Pero subyace una razón importante para la visita relámpago de Hillary Clinton a México, que ocurre sólo a unos días de que el Congreso estadounidense se mal comportara con el presidente de China, Hu Jintao, a quien le exigió prácticas comerciales más justas. Los demás reclamos no importan, puesto que lo que mueve el corazón de los políticos de Estados Unidos, lo que determina su razón de ser, es la economía.
El 22 de enero último, El País publicó un texto de Soledad Gallego-Díaz, donde se destaca la única, la verdadera razón de la visita de la Clinton. En él leemos: “La creciente presencia de China en América Latina es objeto de una vigilancia permanente por parte de Estados Unidos, que no quiere ver disminuida su <
Arturo Valenzuela, siempre según Soledad Gallego-Díaz, no cree que la presencia económica de China en el área sea una amenaza, pues “América Latina en su conjunto solo representa por ahora el cinco por ciento del comercio total de China, mientras que la relación comercial de Estados Unidos en esa misma área ronda el 40 por ciento”.
He aquí el verdadero motivo de preocupación de Estados Unidos, porque por más caída que esté nuestra industria petrolera, algo significa en la economía mundial. Por ello, el texto de El País advierte: “La zona donde se pueden producir mayores roces es, según la mayoría de los especialistas, en la relacionada con las reservas de petróleo. China supone más del 40% del crecimiento de la demanda mundial de energía, y busca en América Latina no solo soja o cobre sino también acuerdos que le garanticen el suministro de petróleo, o inversiones que le faciliten el acceso a reservas actuales o potenciales. EE UU, que ha frustrado ya alguna maniobra de Pekín para controlar alguna empresa norteamericana del sector, mira atentamente sus progresos, sobre todo en Brasil o en Argentina”.
Claro que los cárteles mexicanos son amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, como sostiene el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, pero lo que verdaderamente pone en riesgo a esa nación, es la pujante economía China y sus requerimientos de Petróleo. A eso vino la Clinton.
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