martes, 21 de diciembre de 2010

La locura mexicana

Joel Hernández Santiago

December 21, 2010

“Encontrar dos o tres huesitos calcinados de mi hija es algo muy doloroso. Me duele mucho pensar que el resto de su cuerpo se lo comieron los perros, pero la insensibilidad de las autoridades para hacer justicia me genera tal impotencia que no puedo ni dormir, ni comer. No voy a estar quieta hasta que este hombre pague por lo que nos hizo a mí, a mi hija y a mi nieta”

Estas fueron algunas de las palabras y las razones por las que doña Marisela Escobedo Ortiz había iniciado una lucha… o muchas luchas, aun sin darse cuenta de ello.

La primera de ellas fue que se cumpliera con la ley y se juzgara a Sergio Rafael Barraza Bocanegra por el presunto homicidio de su hija Rubí Marisol Frayre Escobedo (16 años). Extrañamente, tres jueces lo dejaron en libertad el 29 de abril de este año luego del homicidio confeso de su pareja. Más tarde un nuevo juicio lo declaró culpable y lo sentenció a 50 años de prisión, aunque para entonces el hombre había huido.

La segunda de sus luchas fue por hacer que el aparato de justicia y las autoridades de seguridad hicieran cumplir el mandamiento judicial y asumieran su responsabilidad de buscar y detener a Barraza y procedieran a hacer su trabajo. Al ver que esto no ocurría ella misma lo intentó por su propia cuenta y riesgo, de modo que la muerte de su hija no quedara impune. Ninguna de estas instancias de gobierno a las que acudió hizo caso. La dejaron sola y hoy está muerta. La impunidad predomina aun.

Pero su gran lucha, la mayor, la más intensa, la que quizá no pudo percibir porque estaba atada a su propia lucha inmediata fue la de enfrentar a un Estado y a una organización que es gobierno y que, cualquiera que sea el color de origen ha demostrado insensibilidad, incapacidad, negligencia, corrupción y abandono.

Doña Marisela tenía claro que había leyes para que se cumplieran; que había aparatos de justicia para que se hiciera la misma; que había autoridades que tenían en sus manos la solución pronta; que vivía en un país en el que en el discurso político se enarbola la bandera del Estado de derecho a la menor provocación y que, por lo mismo, debía cumplirse. Creyó que la burocracia a la que se paga con el resultado de nuestro trabajo estaba para servir a los ciudadanos. Creyó en la sensibilidad humana de quienes gobiernan en todos los niveles de acción para cumplir con sus responsabilidades y creyó en los valores del hombre para entender que la muerte es cosa seria y que no se puede tomar la vida de otros sin toparse con la justicia: todo esto creyó, doña Marisela, y al final de cuentas todo esto la traicionó.

Doña Marisela estableció una lucha para demostrar que las cosas no funcionan en México como se nos tiene prometido y esa fue su gran lucha: la de ponernos frente al espejo para llamar nuestra atención hacia ese cuerpo social al que, de un tiempo a esta parte, le han salido tumores malignos sin posible solución pero que, bajo esas circunstancias, no hay gobierno ni autoridad ni poder ni institución que intente una solución apropiada para una enfermedad que puede ser terminal.

Hoy sabemos que el presidente Felipe Calderón vive empeñado en una confrontación casi personal en contra del crimen organizado en México; y que en su empeño casi personal ha dejado pasar la oportunidad de ser un hombre de Estado para ser el mensajero que en twitter lamenta-lamenta-lamenta lo que ocurre, aunque la realidad exige que actúe como el principal responsable de lo que ocurre en el país.

El gobernador del estado de Chihuahua, César Duarte Jáquez, argumenta su recién llegada al gobierno para invocar desconocimiento y falta de elementos para contener la muerte de doña Marisela, o la muerte del cuñado de ella, Manuel Monge Amparán, a quien asesinaron dos días después o del incendio de la maderería de quien fuera pareja de doña Marisela. Tarde pidió la suspensión de los tres jueces que otorgaron la libertad a Barraza.

La ausencia de estrategias que evidencien superioridad de gobierno es evidente; la falta de propuestas inteligentes para acabar con el pus social que brota a nuestro cuerpo social está costando muchas vidas: más de treinta mil, se dice oficialmente. Por todos lados surge el abuso, la impunidad, el crimen, la confrontación a los aparatos del Estado que se ven minimizados frente a una criminalidad insospechada y dispuesta a todo porque conocen la debilidad de gobierno. Una de ellas: la corrupción.

El país entero está conmocionado por la muerte de doña Marisela Escobedo. Todos lo lamentamos. Y nos vemos en ese espejo que nos heredó para observarnos ahí, de forma interminable, hasta la saciedad, para que, algún día, algún momento, nos demos cuenta del monstruo en el que nos estamos convirtiendo y el monstruo que en todos los niveles nos gobierna… o dice gobernar.

… y sin embargo, aun hay tiempo, aunque sea un poco; todo está dispuesto, aun, para que el gobierno sea eso, gobierno; que Calderón Hinojosa decida ser más un hombre de Estado que un caprichoso gobernante; que nuestras instituciones deben ser eso, Instituciones para el servicio de los mexicanos y no a la inversa… Las rebeliones sociales tienen un origen, pero también un final: el Estado de derecho y el Estado de justicia. Aunque para que esto se cumpla debe haber hombres que así lo entiendan y así lo operen. jhsantiago@prodigy.net.mx

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