Foto Carlos Ramos Mamahua
Era Kafka electoral. Una especie de festín burocrático menor, en esa sala de juntas de la dirección jurídica del Instituto Federal Electoral (IFE) donde se desahogaba la absurda diligencia que pretendía desentrañar si un ciudadano sin candidatura es culpable hoy de seguir luchando en desventaja y de manera pacífica por el mismo proyecto político –no necesariamente con el mismo abanderado– que en 2006 sufrió fraude a manos de un cártel institucional del que la cúpula del tal IFE fue destacada partícipe.
Obviamente no estaba Luis Carlos Ugalde –anda en Puebla, asesorando en asuntos de transparencia
al equipo de transición de Rafael Moreno Valle, el gobernador electo que obedece a Elba Esther Gordillo, como lo hizo y hace el propio Ugalde–, pero su tufo estaba presente allí, en esa oficina de blancas paredes, libreros de madera barnizada, aire acondicionado y disponible proyector de transparencias. Estampas pasadas, presentes y futuras: El recuerdo del robo anterior –el que encaminó a México a la desgracia actual: el fraude como pecado original de este sexenio sangriento–, la evidencia del minimalismo de aires filibusteros de los actuales consejeros que llegaron al cargo mediante el reparto de asientos como descarado botín de partidos, y las versiones de que al relevo de fichas agotadas se encaminan personajes que son garantía de que todo siga igual de mal; por ejemplo, la consejería Televisa, a la que se dice que las Paredes del PRI han dado el visto bueno: ni más ni menos que Arely Gómez, hermana de uno de los máximos directivos de la televisora en jefe, que ya fue todopoderosa controladora de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, desde un cargo administrativo con Mariano Azuela, y luego pasó a la inútil fiscalía de delitos electorales que dejó con sentido de oportunidad para colocarse en la línea de tiradores a la renovación parcial de las plazas súper bien pagadas del que era, es y por lo visto seguirá siendo el Instituto del Fraude Electoral (en febrero de 2007, a partir de testimonios escritos allegados a esta columna, se describieron aquí los favores, abusos y tráfico de influencias que en la Corte realizó la funcionaria Gómez: en http://bit.ly/aKcqTU y http://bit.ly/dfJbED pueden leerse las entregas relacionadas con el tema).
La diligencia justiciera comenzó a tiempo, a las 10 de la mañana, ya con seguidores del compareciente diciéndole a las puertas del IFE que no estaba solo y deshojando los mil pétalos acusatorios contra la instancia anfritriona. Como si el tabasqueño tuviera infiltrados en las oficinas que deciden dar presuntos golpes en su contra, la armazón del supuesto patíbulo acabó siendo plataforma de promoción. Así pasó también con la declaración incendiaria del licenciado Calderón al recordar sus hechuras de guerra sucia, cuando clasificó al adversario electoral de peligro para México. No hay mejores resucitadores del lopezobradorismo que sus torpes adversarios. Ellos, una y otra vez, con uno y otro lance, cual caricatura del correcaminos tabasqueño y los coyotes blanquiazules y salinos, crean las condiciones para exhibir su brevedad política y para ayudar a quien involuntariamente constituye el mayor de sus éxitos políticos: el repunte de quien siguen queriendo dar por políticamente muerto.
No iba a desperdiciar ese escenario el todavía perredista, al que acompañó una defensiva representación del Partido del Trabajo –Alberto Anaya andaba fuera de la ciudad, pero allí estaban Silvano Garay, Ricardo Cantú, Óscar González Yáñez, Herón Escobar y Jaime Cárdenas, a quien AMLO designó su representante legal–, así que, en cuanto le tocó el uso de la palabra, el tabasqueño emprendió la lectura de un discurso que podría intitularse El IFE me absolverá
. Pasaron lista el fraude electoral, la mafia del poder, la resistencia civil pacífica, la lucha política legal y, desde luego, el intento de censura contra los mensajes por televisión. Y les cambió el chirrión por el chaparrito: no es él, López Obrador, quien menoscaba la imagen presidencial y degrada a las instituciones
sino el mismo ocupante de Los Pinos: “Yo no daño la ‘imagen’ presidencial, la denigra quien no ha sabido estar a la altura de los anhelos del pueblo; envilece la investidura quien me acusa de ser un peligro para México, dando así el banderazo de arranque a la nueva campaña de odio y rencor en contra nuestra. En lugar de actuar como hombre de Estado y gobernar para todos los mexicanos, Calderón demuestra cotidianamente que no es más que un jefe de facción y un operador político de la oligarquía y de su guerra sucia”.
Luego pasó al detalle de su patrimonio y percepciones, obligado por el emplazamiento del IFE como si ya lo hubiera declarado culpable y debiera asomarse a sus haberes para aplicar multas o embargos: 50 mil pesos mensuales de sueldo entregado por la asociación civil Honestidad Valiente, 9 mil pesos de saldo en su única cuenta bancaria y una casa heredada en Chiapas. Pero exigió que igual claridad patrimonial se demande a Calderón, Salinas, Fox, Peña Nieto, Gordillo y Beltrones. Los trámites burocráticos continuaron. Las autoridades le devolvieron la credencial de elector solicitada para identificación. Papeles fueron firmados. Y la despedida, con Kafka en lo alto, sonriente, en espera de la sesión de consejo general de este viernes en la que cuatro de nueve de los votantes han adelantado que no continuarán con el proceso, lo que, con un sufragio más, significaría una nueva victoria del tabasqueño, construida por sus adversarios.
Y, mientras la yunquista Cecilia Romero se vuelve implacable crítica de la vida interna del PAN y de la relación de sus militantes con el poder, con una enjundia deseosa de dejar atrás el asunto de los migrantes asesinados en Tamaulipas y del fracaso que tuvo en el INM, y con Gustavo Madero tratando de poner cara de que es un político hecho y derecho, ¡hasta mañana, en esta columna que se pregunta si desde las alturas el factor narco también será utilizado electoralmente en Guerrero, a partir de Acapulco y los michoacanos!
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